Briagni Oriacne es una mujer como mucha fuerza mental, llega a un momento de colapso donde su felicidad se ve vista en declive ¿Qué hará para alcanzar la felicidad ?
NovelToon tiene autorización de Naerith Velisse para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
mes 6 — Sesiones de amor
El vientre de Briagni ya no era un secreto. A donde iba, su silueta hablaba por ella, con una curva firme y redonda que parecía gritarle al mundo que allí dentro sucedía un milagro.
Esa mañana, se despertó más temprano de lo usual. No por trabajo ni por ansiedad, sino porque sintió cómo uno de los bebés daba una vuelta completa dentro de ella. Puso ambas manos sobre su piel tibia, cerró los ojos y sonrió con los labios apretados, emocionada como si le hubieran contado un secreto muy dulce.
—Buenos días, mis amores… —susurró, sintiendo cómo respondían con suaves pataditas.
Había decidido que ese día harían la primera sesión de fotos. No algo profesional ni producido, solo algo íntimo, bonito, con Micaela de fotógrafa improvisada y mucho amor de fondo. Se puso un vestido blanco, suelto, que dejaba al descubierto los hombros. En la tela, la barriguita se marcaba con dulzura, como un sol brillando desde su centro.
Micaela llegó con una cámara prestada y un paquete de donas en la mano.
—¿Lista para convertirte en la madre más preciosa del planeta? —le dijo al entrar, dándole un beso en la mejilla.
—Siempre estoy lista para eso —bromeó Briagni mientras reía, con las manos ya acariciando su vientre como un gesto natural.
La casa se llenó de luces suaves y risas mientras tomaban fotos en la sala, en la cocina, en el balcón donde el sol entraba en líneas doradas. En algunas, Briagni alzaba su camiseta y mostraba la barriga con orgullo. En otras, miraba hacia abajo, como hablándole a los bebés. Micaela le pedía que sonriera, pero ella no necesitaba instrucciones: su alegría era genuina, brillante, hermosa.
—¿Tú crees que se parezcan a mí o a él? —preguntó de pronto Briagni, mirando una foto recién tomada.
Micaela bajó la cámara.
—Yo creo que van a tener tu fuerza… pero si se parecen a ese hombre… no me los dejes solos por ahí —dijo guiñándole un ojo.
Ambas rieron. Pero en el fondo, Briagni pensaba en él. En Cassielian. En sus ojos, su voz, su cuerpo perfecto, su misterio. Le dolía un poco que él no supiera lo que había causado. No por culpa, sino por ternura.
Esa noche, mientras guardaba las fotos en una carpeta del computador llamada “raíces”, se quedó mirando una en particular: una donde ella está de perfil, con las manos en la barriga, y una expresión serena en el rostro. Como si supiera que está haciendo algo hermoso, aunque el mundo no lo entienda del todo.
—Todo va a estar bien… —susurró al archivo antes de cerrar el portátil—. Los voy a amar con cada célula de mi cuerpo.
Al acostarse, sintió cómo se movían con fuerza. Uno pateó justo donde le hacía cosquillas. El otro parecía empujar hacia arriba.
—Ya sé, ya sé… ustedes también me aman, ¿cierto?
Y no lo necesitaba oír. Lo sentía.
Porque su vientre ya no era solo su cuerpo… era su hogar y en el estaban las personitas a las que amaría más que nadie en el mundo