Cristell obtiene una pasantía en una empresa de renombre. ¡Una oportunidad única! Sobre todo porque el CEO le da un puesto demasiado cercano a su corazón y así, ella descubre que su jefe se encuentra enamorado de una secretaria dulce. ¿Quién es esa señorita afortunada?
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ESTÁ
—¿Qué haces? —Estoy asomándome desde la puerta—. Te traje pizza.
—¡Qué rico! ¿Saliste con Massimo?
—Sí, me llevó a cenar después del trabajo.
—Me cae bien. ¡Se ve que él te quiere mucho!
Entro a su habitación, Sebastián tiene encendida su Alexa y Gibran Alcocer toca su piano para amenizar con la melodía.
—¿Cómo has estado? —Me siento en el borde de su cama.
—Bien. Todo parece estar en orden.
—¿Te han dado tus resultados de laboratorio?
—Mi consulta es dentro de quince días.
—¿Te duele algo?
—No. Bueno, no.
—Dudaste.
—Es que no me duele como tal, pero sí pienso y eso a veces me lastima.
—¿Qué piensas?
Me mira a los ojos, intenta sonreír pero sé que es imposible porque sus emociones están escondidas. ¡Se hace el fuerte! Decido acércame para abrazarlo y cuando él recarga su rostro entre mi cuello y mi hombro, sus lágrimas son libres. ¡Su llanto duele! Con mi mano acaricio su cabello, sus lágrimas me conmueven y yo también dejo escapar algunas lágrimas.
—¿Por qué la vida a veces es tan impredecible que nos hace doler de formas que nunca deseamos? —Se anima a preguntarme.
—La vida está llena de sucesos imprevistos. ¡Lamento mucho lo que te pasó!
—¡Tranquila! No es tu culpa —me abraza por la espalda, siento que me aprieta a su cuerpo y sé que esto es bueno para él.
—Sabes que siempre vas a contar con nosotros. ¡Te quiero mucho Sebas! —Soy cálida con mis palabras.
—¡Lo sé! Ustedes son mi familia para le eternidad, si no me caso, seré el tío buena onda de tus hijos.
Su sonrisa me hace sentir en calma.
—¿No te piensas casar?
—Sí me gustaría casarme, pero me da miedo. Por mi diagnóstico, es eso, me causa temor.
—¿Qué te da miedo?
—Que la persona a la que yo amé no acepte mi amor por mi diagnóstico. ¿Sabes? Es complicado. A veces me dan ganas de expresar a todo el mundo que vivo con VIH, pero sé que no lo van a entender y por eso no sé. ¡Quizá el amor romántico no sea para mí!
—No. Yo no creo que...
—Tú lo entiendes y por eso no crees lo que te digo. No todo el mundo tiene la capacidad de tener empatía y por eso existen muchos estigmas sobre las personas seropositivas.
—Pero si tú, por ejemplo, conocieras a alguien y te enamoras profundamente de esa persona, ¿serías capaz de hacerle entender que su compañía te da libertad?
Mi pregunta lo pone a meditar, toma la rebanada de pizza y da una mordida. Mastica, me mira y sonríe.
—Sí yo conociera a alguien que de verdad me guste, si lucharía por hacerle entender mi sentir. Pero ahorita no me siento listo para algo así, no sé, tendré que reunir mucho valor para poder amar a alguien y que ese alguien también me ame.
—Yo estoy segura de que vas a encontrar a alguien que te ame por lo que eres y no por lo que tienes. ¡Eres muy guapo!
Sonreímos, hablar es desahogarnos.
—Sí, soy guapo pero no basta con eso. Te compartiré algo que mi psicólogo me dijo. En si, vivir con VIH no es lo malo, son las ideas tontas y prejuicios de las personas lo que hacen que sea tan difícil vivir con VIH. ¿Qué es más peligroso? ¿La diabetes o el VIH?
Su pregunta me pone a meditar. ¿Qué es más peligroso? En su mirada él quiere enseñarme algo importante.
—¡No lo sé! —Me encojo de hombros.
—La diabetes es más peligrosa que el VIH pero la diabetes es tan común que nadie le tiene miedo, se ha normalizado tanto que el miedo es poco aunque es una enfermedad mortal. ¿Sabías que la diabetes es una de las principales causas de muerte en el mundo, incluso con más muertes que el VIH y los accidentes de tráfico?
—No, no lo sabía.
—Eso es un hecho y me sorprendió mucho cuando mi psicólogo me lo dijo. Si tú buscas en Google, te darás cuenta de que esto es real. Vivir con VIH es un escándalo, mientras que vivir con diabetes es romántico. Por eso estoy bien, porque en unos meses seré indetectable y mi vida seguirá normal, pero en temas de amor, ahí es donde soy un cobarde aún. ¡Y no soy el único! Emocionalmente las personas seropositivas somos vulnerables por temor a la sociedad, a lo que pudieran decir de nosotros. ¿Es culpa nuestra vivir con VIH? —Sus lágrimas me conmueven—. Tú sabes que yo nunca pedí nada de esto, ¿fue mi culpa que me violaran en la secundaría? ¿Fue mi culpa que esa persona me transmitiera el virus? ¿Fue algo que yo pedí?
—No. Nada de eso es tu culpa.
—Pero eso no lo van entender y cuando yo quiera explicarlo, tendré que desenterrar mi pasado para poder buscar el amor que sí necesito. ¡Aún no estoy listo! No me siento valiente para hacerlo.
Platicar con Sebastián me hizo pensar en muchas cosas que aún no había logrado percibir. ¡Soy un caos! El no tenerle miedo al éxito no es motivo para no meditar las cosas importantes de la vida.
Tengo los audífonos en los oídos, suena Gibran Alcocer y mi mente medita mientras mis ojos observan las estrellas fosforescentes que brillan del techo de mi habitación.
Analice el contrato que Massimo y yo firmamos cuando él me propuso ser su novia de apariencia. Cinco cláusulas. Cinco motivos. Cinco etapas. ¡Cinco cosas que me gustan de él!
¿Qué es lo que quiero? ¿Estoy lista para amar a alguien? ¿Por qué le pedí a Massimo que me enamorara? ¿Siento amor por él? ¿Cariño tal vez? ¿Me veo casada con él? ¿Me da miedo que viva con VIH? ¿Le fue difícil reunir el valor necesario para buscar en mí el amor que necesita en su vida? Tengo veinte años, soy joven y apenas estoy forjando mi vida. No he dado mi primer beso en la boca de nadie. No he tenido relaciones sexuales y sí, me siento honrada de ser virgen. No he tenido novio nunca. Sí me he enamorado fugazmente, pero solo fue pasajero. ¿Estoy lista para casarme? ¿Estoy lista para ser la pareja de alguien? ¿Soy estable emocionalmente? ¿Sé valerme por mí misma? ¿Cómo me veo en diez años?
—En diez años me veo siendo feliz, así o incluso más que ahora.