El Horizonte de Nosotros es una cautivadora historia que explora las complejidades del amor y la identidad. Chris, un joven profesor de cosmología, vive atrapado en un conflicto interno: su homosexualidad reprimida choca con los rígidos prejuicios impuestos por sus creencias religiosas. Su vida dará un giro inesperado cuando conozca a Adrián, un hombre carismático y extrovertido que, a pesar de ser padre de un niño pequeño, descubre en Chris algo que lo atrae profundamente.
En este encuentro de mundos opuestos, ambos se verán enfrentados a sus propios miedos y deseos. ¿Podrá Chris superar sus barreras internas y abrirse al amor que le ofrece Adrián, o será consumido por la culpa y la autonegación, conduciendo a su autodestrucción?
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Entre el Miedo y el Deseo
Adrián caminaba de un lado a otro en la pequeña sala de espera del hospital. La discusión con Valeria seguía rondando en su mente, pero lo que realmente lo agobiaba era el miedo por Lucas. Sacó su teléfono y buscó el contacto de Chris. Necesitaba escucharlo, aunque fuera solo para calmarse un poco.
–¿Adrián? –respondió Chris al primer timbre, con su voz tranquila, aunque notoriamente preocupada–. ¿Qué pasa?
Adrián suspiró, tratando de contener la emoción en su voz.
–Chris, necesito contarte algo. Lucas tuvo una crisis de asma. Está en el hospital.
Hubo un breve silencio al otro lado de la línea antes de que Chris hablara.
–¿Está bien ahora?
–Sí, está estable, pero fue horrible. Valeria olvidó llevar su medicamento. Estábamos discutiendo cuando ocurrió todo, y ahora... no sé, estoy agotado. Mi madre incluso me llamó para reclamarme, diciendo que no debería dejar a Lucas salir con Valeria.
Chris escuchó atentamente, sin interrumpir, dejando que Adrián soltara todo lo que llevaba dentro.
–¿Qué te dijo tu madre exactamente? –preguntó finalmente, con ese tono sereno que tanto ayudaba a Adrián a calmarse.
–Que soy irresponsable, que Valeria no es confiable, que debería ser yo quien cuide a Lucas todo el tiempo. Pero no puedo hacerlo todo, Chris. Trabajo, estudio, trato de darle lo mejor.
Chris entendía lo que Adrián no decía directamente: la culpa que lo invadía cada vez que sentía que no estaba siendo el mejor padre.
–Adrián, haces lo mejor que puedes, y eso es más que suficiente. Lucas te adora, lo sé porque lo veo en cómo te mira. Pero no puedes cargar con todo tú solo.
Adrián se sentó en una de las sillas, dejando caer la cabeza entre las manos.
–Tienes razón, pero... no sé. Todo esto me hace sentir que estoy fallando.
Chris esperó un momento antes de responder, eligiendo cuidadosamente sus palabras.
–Quiero ayudarte, Adrián. ¿Qué puedo hacer por ustedes?
La pregunta tomó a Adrián por sorpresa, aunque sabía que podía contar con Chris.
–No sé, sólo... sólo ven al hospital. Lucas estará contento de verte.
–Voy para allá –respondió Chris sin dudarlo.
Pero mientras colgaba la llamada, una inquietud comenzó a rondar la mente de Chris. Aunque estaba decidido a apoyar a Adrián y a Lucas, sabía que su personalidad reservada no era precisamente ideal para interactuar con un niño pequeño en una situación tan delicada.
Caminando de un lado en su cuarto, Chris comenzó a idear un plan. "No puedo simplemente sentarme allí en silencio", pensó. Recordó haber visto a Lucas disfrutar de historias y juegos, pero hacer algo así no era natural para él.
Buscó un libro infantil en la estantería, uno que había comprado tiempo atrás como regalo para un sobrino. Lo hojeó rápidamente, memorizando los personajes y pensando en cómo podría darles vida. Luego, fue al espejo del baño y, con una tímida sonrisa, practicó hacer caras graciosas.
–Esto no puede ser tan difícil –murmuró, aunque su reflejo le devolvía una mirada escéptica.
Tomó un sombrero viejo que tenía guardado y ensayó un par de movimientos torpes, fingiendo que se caía al intentar ponérselo. Luego se obligó a improvisar un par de bromas tontas, aunque cada intento le hacía sentir que estaba completamente fuera de su zona de confort.
–Todo sea por Lucas –se dijo, mientras recogía el libro y salía de casa rumbo al hospital.
Cuando llegó, encontró a Adrián esperándolo en el pasillo. La expresión cansada de su amigo se relajó un poco al verlo, y Chris sintió que todo su esfuerzo valdría la pena si lograba animarlos a ambos.
–Gracias por venir –dijo Adrián, dándole una palmada en el hombro.
–Por supuesto –respondió Chris con una pequeña sonrisa.
Antes de entrar a la habitación, Chris respiró profundamente. No era natural para él hacer payasadas, pero estaba dispuesto a intentarlo. Lucas lo merecía, y Adrián también.
La habitación de Lucas quedó en silencio después de que el médico entró para revisarlo. Tras asegurarse de que todo estaba bajo control, les pidió que dejaran al niño descansar. Adrián y Chris, sin muchas palabras, salieron del hospital juntos, sus pasos resonando en los fríos pasillos.
La noche ya había caído, y el aire estaba fresco. Caminaban uno junto al otro, sin rumbo fijo, hasta que Adrián sugirió regresar a su casa para descansar un poco antes de volver a ver a Lucas.
Chris asintió en silencio, todavía procesando el día. Aunque había hecho todo lo posible por animar al niño, ahora sentía el peso de las emociones acumuladas. Sabía que Adrián había pasado por mucho, pero no estaba preparado para lo que vendría después.
Al llegar a casa, Adrián cerró la puerta detrás de ellos y dejó escapar un largo suspiro.
–Gracias, Chris. Por todo. No sé cómo lo habría manejado sin ti.
Chris negó con la cabeza, tratando de restar importancia.
–No tienes que agradecerme. Lucas es un gran niño, y tú... tú eres un buen padre.
Adrián lo miró intensamente, sus emociones reflejadas en sus ojos oscuros. No sabía cómo describirlo, pero había algo en la presencia de Chris que lo calmaba y lo inquietaba al mismo tiempo. Quizá era su tranquilidad, su calidez, o la manera en que había conectado con Lucas.
–No, de verdad –insistió Adrián, dando un paso hacia él–. Eres increíble, ¿sabes?
Chris sonrió tímidamente, bajando la mirada, pero no pudo evitar notar la cercanía de Adrián. Antes de que pudiera decir algo, sintió la mano de Adrián sobre la suya.
–Chris...
Chris levantó la mirada justo cuando Adrián se inclinó hacia él. Fue un beso breve, casi tímido, pero lleno de emociones contenidas. Adrián no estaba seguro de lo que hacía, sólo sabía que en ese momento necesitaba hacerlo.
Chris se quedó congelado, incapaz de reaccionar. Su mente estaba llena de confusión y miedo. No esperaba aquello, y mucho menos sabía cómo manejarlo.
–Yo... lo siento –murmuró Adrián al darse cuenta de la rigidez de Chris.
Pero antes de que pudiera decir algo más, Chris retrocedió rápidamente, su respiración acelerada.
–Necesito irme –dijo, casi en un susurro, y antes de que Adrián pudiera detenerlo, salió de la casa.
Adrián se quedó allí, con el corazón latiendo con fuerza y un nudo en el pecho. Sabía que había cruzado una línea, pero no podía arrepentirse. Algo dentro de él había cambiado, y ahora no sabía qué hacer con todo lo que sentía.
Cuando Chris llegó a su casa, abrió la puerta con prisa y entró, tratando de calmar su mente. Para su sorpresa, su madre estaba sentada en la sala, mirándolo con el ceño fruncido.
–¿Dónde estabas? –preguntó en un tono que dejaba claro que había estado esperando una explicación.
Chris cerró la puerta detrás de él, tratando de evitar su mirada.
–En el hospital, con Lucas.
–¿Con Lucas o con Adrián? –preguntó, enfatizando el nombre de su amigo.
Chris apretó los labios, sintiendo cómo el peso de la conversación caía sobre él.
–No es importante, mamá.
–Claro que lo es –insistió ella, poniéndose de pie–. Dejaste todo tirado para ir con él. Ni siquiera contestaste mis llamadas. ¿Qué está pasando, Chris?
Chris sintió cómo la presión aumentaba en su pecho. No quería hablar de lo que había pasado, ni siquiera sabía cómo procesarlo él mismo.
–Nada está pasando. Lucas tuvo un problema y necesitaban ayuda, eso es todo.
Pero su madre no estaba convencida.
–¿Es por eso que luces tan alterado? Chris, he notado cómo te comportas últimamente. Siempre hablando de Adrián, y ahora esto. No quiero que te metas en problemas.
–¿Problemas? –repitió Chris, con un tono más alto de lo que pretendía.
–Sabes a lo que me refiero. No quiero que te confundas ni que alguien te lastime.
Chris sintió que algo dentro de él se rompía. Las palabras de su madre, aunque disfrazadas de preocupación, tenían un peso que lo hacía sentir pequeño.
–Mamá, basta –dijo, tratando de contener sus emociones.
–No, no voy a quedarme callada. No quiero que termines arrepintiéndote de algo.
Chris dio un paso atrás, su voz temblando de rabia y dolor.
–¿Arrepentirme de qué? ¿De ser yo mismo? ¿De sentir algo por alguien?
El silencio que siguió fue ensordecedor. Su madre lo miró, sorprendida por su reacción.
–Chris, yo solo quiero lo mejor para ti...
–Pues tal vez lo mejor para mí es que me dejes vivir mi vida como quiero.
Sin esperar una respuesta, Chris se giró, entró en su habitación y cerró la puerta detrás de él. Se dejó caer en la cama, sintiendo las lágrimas correr por su rostro. La pelea con su madre, el beso de Adrián, todo era demasiado.
Mientras se cubría el rostro con las manos, sólo podía pensar en una cosa: ¿qué iba a hacer ahora?
Ame.