En la bulliciosa ciudad decorada con luces festivas y el aroma de la temporada navideña, Jasón Carter, un exitoso empresario de publicidad, lucha por equilibrar su trabajo y la crianza de su hija pequeña, Emma, tras la reciente muerte de su esposa. Cuando Abby, una joven huérfana que trabaja como limpiadora en el edificio donde se encuentra la empresa, entra en sus vidas, su presencia transforma todo, dándoles a padre e hija una nueva perspectiva en medio de las vísperas navideñas.
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Celebrando mucho más que Navidad
La preparación para la Nochebuena comenzó temprano en casa de Jasón. El ambiente estaba lleno de anticipación y alegría mientras los tres se alistaban para la velada. Emma, emocionada por la noche especial, había insistido en usar su vestido rojo con volantes y un lazo dorado en la cintura, combinado con unas pequeñas zapatillas brillantes. Jasón optó por una camisa blanca con un suéter verde oscuro, pantalones negros y zapatos de cuero. Por su parte, Abby eligió un vestido azul, sencillo pero elegante, con detalles plateados en el cuello y las mangas, complementado con tacones bajos.
La cena comenzó con una mesa cuidadosamente decorada. Un centro de mesa con velas blancas rodeadas de piñas y ramitas de pinoel cual Emma y Abby habían hecho daba el toque festivo, mientras que los platos eran delicias tradicionales: pavo relleno con salsa de arándanos, puré de papas cremoso, vegetales asados y pan recién horneado. Para el postre, un tronco navideño de chocolate y una variedad de galletas decoradas se robaban el protagonismo.
Durante la cena, las conversaciones fluían con facilidad. Emma, siempre curiosa, preguntaba sobre historias de Navidad pasadas, especialmente sobre cómo celebraban cuando su mamá, Clara, estaba con ellos.
—Papá, ¿te acuerdas de la Navidad en la que me contaste que mami hizo un pastel horrible pero todos lo comimos porque tenía mucho amor?— dijo Emma entre risas.
Jasón sonrió, recordando aquel momento.
—Claro que sí, pequeña. Ese pastel era más bien una roca dulce, pero tu mamá estaba tan emocionada que no podíamos decirle que no. Fue una de esas cosas que la hacían especial.
Abby observaba cómo Jasón hablaba con ternura de Clara, y aunque sabía que su presencia no reemplazaría esos recuerdos, sentía que formaba parte de algo hermoso: la construcción de una nueva etapa juntos.
La noche continuó entre risas, juegos y un intercambio simbólico de pequeños regalos. Emma, quien había preparado una tarjeta hecha a mano para Abby, se la entregó con entusiasmo.
—Esto es para ti, Abby. Quiero que sepas que eres como un regalo para nosotros.
Abby, conmovida, la abrazó con fuerza.
—Gracias, Emma. Este es uno de los mejores regalos que he recibido.
Cuando la cena llegó a su fin, se trasladaron al sofá frente a la chimenea. Emma, decidida a esperar la llegada de Santa Claus, se acomodó con una manta y un peluche mientras las llamas crepitaban suavemente. La conversación entre Jasón y Abby continuó en voz baja, tocando temas más personales y llenos de esperanza para el futuro.
—Gracias por estar aquí, Abby. Esta Navidad es diferente, y no habría así sin ti— dijo Jasón, mirándola con sinceridad.
—Gracias a ustedes por hacerme parte de esto— respondió ella, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, pertenecía a una familia.
Poco a poco, Emma se quedó dormida, abrazada a su manta, con la cabeza apoyada en un cojín. Cuando Jasón notó que ya no podía mantenerse despierta, la cargó con cuidado, como si fuera un tesoro, y la llevó a su habitación.
Regresó a la sala para encontrar a Abby luchando contra el sueño. Estaban tan cómodos en la calidez del momento que ella también terminó sucumbiendo al cansancio. Jasón se acercó y, con la misma ternura, la levantó en brazos.
—Vamos, princesa, es hora de que descanses— murmuró, llevándola a la habitación de invitados.
Abby, medio despierta, esbozó una sonrisa.
—Eres muy caballeroso, Jasón.
—Y tú, muy especial— respondió él, acomodándola en la cama y cubriéndola con la manta. Antes de salir, se detuvo un momento para mirarla, agradeciendo en silencio el rumbo que estaba tomando su vida.
Cuando la casa finalmente quedó en silencio, Jasón regresó a la sala y se sentó frente a la chimenea, permitiéndose unos momentos para reflexionar. Por primera vez desde la pérdida de Clara, sentía que había espacio para nuevas alegrías, sin que ello disminuyera el amor por su pasado. Con Abby y Emma, el futuro lucía brillante, lleno de esperanza y promesas.
El amanecer del 25 de diciembre fue claro y sereno, con un cielo despejado que dejaba entrever el esplendor de las estrellas que aún brillaban en la madrugada. La casa de Jasón, usualmente silenciosa y llena de ecos de soledad, estaba ahora llena de risas, charlas, muestras claras de un hogar que había comenzado a sanar.
Emma se despertó temprano, ansiosa por abrir sus regalos. Su padre y Abby estaban ya en la sala, donde la chimenea ardía suavemente y el aroma a galletas de jengibre llenaba el aire. La niña corrió hacia ellos, abrazándolos a ambos con fuerza.
—¡Feliz Navidad, papá, Abby!— exclamó Emma, su carita iluminada por la emoción.
Jasón la levantó en brazos y le dio un beso en la mejilla, mientras Abby la miraba con ternura. A pesar de las dificultades, algo en su corazón le decía que esta Navidad sería la primera de muchas llenas de amor y esperanza.
La mañana se deslizó entre risas, abrazos y la apertura de regalos. Logan observó a Abby mientras ella se arrodillaba junto a Emma para ayudarla a abrir un paquete. Sus ojos se encontraron, y por un momento, ambos compartieron un silencio que valía más que mil palabras. Era un entendimiento mutuo, una promesa que había surgido de las cenizas de su pasado.
—Jasón— dijo ella, de pronto, mientras le entregaba un sobre envuelto con papel dorado. —Quisiera que esto sea un recordatorio de que, a veces, los momentos más simples pueden ser los más especiales.
Él tomó el sobre, su corazón latía con fuerza mientras lo abría. Dentro, encontró una carta escrita a mano. En la carta, Abby había escrito:
*Para Jasón, para recordar que, la vida nos trae lo que necesitamos en el momento exacto, y eso es el mejor regalo que podría pedir. Gracias por darme la oportunidad de amarte.*
Jasón sintió el nudo en la garganta al leer esas palabras. Levantó la vista y miró a Abby, que ahora lo observaba con ojos brillantes.
—No hay manera de que sepas lo que significas para nosotros, Abby . Gracias por ser parte de nuestra vida.
Emma los miró a ambos, confusa pero sonriente, y extendió los brazos para que la abrazaran juntos. El abrazo se extendió como una promesa, un lazo que unía sus corazones y los hacía sentir completos.
A lo largo del día, los momentos compartidos se multiplicaron y cada uno de ellos reforzaba la conexión entre la pareja. Jugaron en el jardín, haciendo figuras de nieve y organizando una pequeña bóveda de Navidad con las huellas de Emma, Abby y Jasón. La niña reía a carcajadas, mientras sus ojos brillaban de felicidad. Jasón observó a Abby, viendo cómo se inclinaba para ayudar a Emma a construir un muñeco de nieve. La forma en que cuidaba de la niña, cómo su risa llenaba la casa y cómo sus ojos reflejaban una bondad que él nunca había conocido, lo hizo sentir una paz que nunca había experimentado antes.
En un momento, cuando Emma corrió a la casa para tomar un descanso, él se acercó a Abby, quien estaba sentada en un banco de madera, con la bufanda de Emma alrededor de su cuello y la nieve cubriéndole los zapatos.
—¿Te gusta la Navidad? —preguntó Jasón, con una sonrisa suave.
Abby lo miró y asintió, su sonrisa iluminando el frío de la tarde.
—Nunca había tenido una Navidad como esta. Y ahora me doy cuenta de que lo que más me gusta es compartirla contigo y Emma.
Jasón tomó su mano, sintiendo la calidez de su piel en medio del hielo.
—Este es solo el principio, preciosa. Hay tanto por vivir, por aprender juntos.
La muchacha lo miró, sus ojos estaban llenos de emoción, y se acercó para abrazarlo. La nieve continuó cayendo, cubriendo el mundo con un manto blanco, y en medio de esa quietud, Jasón supo que había encontrado su hogar.
Cuando la noche cayó y las estrellas parpadearon en el cielo, el silencio en la casa era de una paz reconfortante. Abby y Jasón se sentaron junto a la ventana, observando el reflejo de las luces de Navidad en la nieve. Emma dormía en su cama, abrazada a un oso de peluche, y en su rostro se dibujaba una sonrisa tranquila.
—Este es solo el principio— dijo Abby, tomando la mano de Jasón. —Hay mucho por venir.
—Lo sé— respondió él, y la miró con una sonrisa que nunca antes había sentido. —Y estoy listo para ello.
La noche se extendió en un manto de estrellas, y en esa casa llena de recuerdos y nuevas promesas, la Navidad no solo había traído regalos, sino el regalo más grande de todos: la esperanza de un futuro juntos, lleno de amor y segundas oportunidades.