Haneul lleva años lidiando con su smor no correspondido hacia Dongho, un alfa su mejor amigo. Haneul está harto de que Dongho no pueda corresponder sus sentimientos por esa relación fraternal que han desarrollado desde pequeños, así que en un esfuerzo por superar y olvidar su amor no correspondido, renuncia a su trabajo y a su amor.
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Celos
Nos movíamos despacio, casi en silencio, pero el peso de todo lo que no habíamos dicho colgaba entre nosotros como una nube densa. Podía sentir el calor de su cuerpo contra el mío, su respiración algo irregular, y no pude evitar preguntarme qué significaba todo esto.
Y entonces, mientras sus brazos me sostenían con esa familiaridad que siempre había deseado pero que al mismo tiempo me confundía, lo escuché murmurar algo apenas audible.
-Lo odio.-
Me detuve por un segundo, aunque nuestros cuerpos seguían moviéndose al ritmo de la música. Me tomó un momento procesar lo que había dicho. Lo miré, buscando sus ojos.
-¿Qué odias?- Le pregunté, casi sin aliento.
Dongho cerró los ojos un instante, como si estuviera reuniendo el valor para continuar.
-Odio que estés con ese otro alfa.- Dijo con una voz tensa. -Odio su olor en ti… me molesta más de lo que debería.-
Sentí un nudo formarse en mi garganta. Su confesión, aunque dura, solo hacía que mi confusión aumentara. No entendía por qué decía esto ahora, después de tantos años. Lo miré, buscando una explicación en sus ojos.
-Si te molesta tanto, Dongho…- Comencé, con la voz más débil de lo que quería. -Entonces, ¿por qué nunca viniste por mí?-
Mis palabras parecieron golpearlo, porque vi cómo su expresión cambiaba, su rostro endureciéndose por un breve instante antes de relajarse. No respondió de inmediato, y el silencio que siguió fue casi insoportable. Mi mente no dejaba de darle vueltas a todas las veces que me había hecho sentir invisible, a todas las oportunidades perdidas, a las noches en las que había deseado más y él simplemente me había tratado como un hermano menor.
Finalmente, Dongho suspiró, un sonido largo y profundo, lleno de algo que no supe identificar del todo.
-Porque…- Dijo con dificultad. -Porque pensé que me lo merecía. Merecía que me apartaras de tu vida, Haneul.-
Mi corazón dio un vuelco. No sabía cómo interpretar lo que estaba diciendo. Sus palabras eran confusas, llenas de una mezcla de culpa y arrepentimiento que no entendía del todo.
-¿Por qué dices eso?- Pregunté, mi voz apenas un susurro. -¿Por qué crees que te merecías eso?-
Dongho hizo una pausa, como si no supiera cómo responder. Sus ojos buscaban los míos, llenos de una tristeza que me rompió el alma. Y por primera vez en mucho tiempo, pude ver más allá de la fachada fuerte y segura que siempre había mostrado.
-Porque siempre supe cómo te sentías, inconscientemente...- Confesó finalmente, su voz apenas un susurro. -Y aún así… te hice esperar. Te traté como si fueras mi responsabilidad, como si fueras alguien a quien debía cuidar, pero nunca lo suficiente para ser honesto contigo.-
Mis manos se apretaron en sus hombros, y sentí cómo la presión en mi pecho crecía. No podía creer lo que estaba escuchando.
-Entonces, si sabías todo esto...- Mi voz salió rota, apenas sosteniéndome en pie. -¿Por qué ahora?¿Por qué estás diciéndome esto ahora?-
Dongho me miró con una expresión dolorosa, sus manos temblando ligeramente sobre mi espalda.
-Porque no quiero perderte, Haneul, y… me di cuenta de que ya te estaba perdiendo.-
Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero las contuve con todas mis fuerzas. Había esperado tanto tiempo por esas palabras, por algún tipo de confesión, pero ahora que las escuchaba, todo parecía estar al revés. Me sentía destrozado, vulnerable, y al mismo tiempo, había algo en mí que quería creerle.
-Es tarde, Dongho.- Murmuré, mi voz apenas audible.
Pero, en ese momento, no estaba seguro si me refería a sus palabras o a mi propio corazón.
-Si es tan tarde, entonces, ¿por qué no te fuiste con Kyungsoo?- Preguntó Dongho, su voz calmada pero firme, mirándome directamente a los ojos.
Me quedé en silencio, sus palabras clavándose en mí como una flecha. Sabía que tenía razón. Mi orgullo había estado hablando más fuerte que mis verdaderos sentimientos. Me había aferrado a la idea de que Dongho no me quería, y en mi terquedad, había intentado ignorar cualquier otra posibilidad. Pero ahora, frente a él, después de todo lo que había dicho, me resultaba imposible seguir negando la verdad.
Bajé la mirada, sintiendo el calor subiendo por mi cuello, mi rostro encendido no solo por el alcohol sino por la incomodidad de enfrentarme a mis propias contradicciones.
