El centenario del Torneo de las Cuatro Tierras ha llegado antes de lo esperado. Para conmemorar los cien años desde la creación del brutal torneo, los Padres de la Patria han decidido adelantar el evento, ignorando las reglas tradicionales y usando esta ocasión para demostrar su poder y someter aún más a las Nueve Ciudades.
Nolan, el mejor amigo de Nora, ha sido elegido para representar a Altum, enfrentando los peligros de las traicioneras tierras artificiales: hielo, desierto, sabana y bosque. Nora, consciente del destino que le espera a Nolan, no está dispuesta a permitir que se repita la misma tragedia. Junto a la rebelión, buscará acabar con los Padres de la Patria y poner fin a la dictadura de las Cuatro Tierras.
El reloj avanza, el torneo está a punto de comenzar, y esta vez, el objetivo de Nora no es solo salvar a Nolan, sino destruir de una vez por todas el yugo que ha esclavizado a las nueve cuidades
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Buscar una salida
La celda estaba sumida en un silencio pesado, solo interrumpido por el sonido ocasional de las gotas de agua que caían del techo. Eli se encontraba sentado contra la pared, recuperando fuerzas, mientras Nora caminaba de un lado a otro, sus pensamientos acelerados mientras trataba de idear un plan. Gale Steel había dejado claro que no les quedaba mucho tiempo. No podían esperar más.
Nora miró a su alrededor, asegurándose de que no hubiera cámaras visibles o micrófonos, aunque ya era demasiado tarde para preocuparse por ser escuchada. Se agachó y se quitó uno de los zapatos, girándolo en sus manos hasta encontrar el pequeño compartimento oculto en la suela. Metió los dedos y sacó un pequeño cilindro de metal, no más grande que su pulgar, con una luz parpadeante en la parte superior. Era un explosivo improvisado, uno que había logrado esconder durante su captura. Eli la observó con asombro y una pizca de
incredulidad.
-¿De dónde sacaste eso? -preguntó Eli, poniéndose de pie rápidamente.
-No me preguntes, solo ayuda a ponerlo en el lugar adecuado -respondió Nora, sin apartar la vista de la puerta de la celda-. Tenemos una sola oportunidad. Este explosivo es lo bastante potente como para reventar las bisagras de la puerta. Pero una vez que lo activemos, tendremos poco tiempo para escapar antes de que lleguen los guardias.
Eli asintió y se acercó a la puerta, observando las bisagras oxidadas. Nora colocó el pequeño dispositivo en la base de la puerta y programó el temporizador. Un pitido suave indicó que el explosivo estaba activado, y ella retrocedió rápidamente, jalando a su hermano con ella hacia la pared más alejada.
-¡Cúbrete! -gritó Nora, justo cuando la explosión resonó en la celda.
El ruido fue ensordecedor y la puerta se tambaleó, arrancada de su lugar por la fuerza del estallido. Fragmentos de metal volaron por el aire, y una nube de polvo llenó el pequeño espacio. Eli no perdió un segundo; se lanzó hacia la salida, arrastrando a Nora con él. Salieron al corredor, tosiendo por el polvo y con los oídos zumbando.
No habían dado más de cinco pasos cuando sonó la alarma, un chillido agudo y constante que reverberaba por toda la base. Luces rojas empezaron a parpadear en las paredes, bañando el pasillo en un resplandor escarlata. Nora y Eli se miraron rápidamente antes de empezar a correr, sabiendo que no tenían tiempo que perder.
-¡Por aquí! -gritó Eli, señalando un corredor que se bifurcaba hacia la izquierda.
Nora lo siguió, sus pies golpeando el suelo con fuerza mientras sus pulmones ardían por el esfuerzo. Las sirenas parecían hacerse más fuertes, mezclándose con el eco de los gritos y órdenes de los guardias que ya se movilizaban. A medida que corrían, los pasos de los oficiales resonaban por los pasillos adyacentes, acercándose más con cada segundo.
Girar en cada esquina era una apuesta; no sabían con certeza hacia dónde se dirigían, pero cualquier camino era mejor que quedarse en un lugar esperando ser atrapados. Al pasar por un cruce, se encontraron frente a dos guardias armados que bloqueaban el paso. Nora, sin detenerse, se lanzó contra uno de ellos con un movimiento ágil, arrebatándole el arma y golpeándolo en la mandíbula. Eli se encargó del otro, propinándole un puñetazo que lo derribó al suelo.
-Tenemos que encontrar la salida antes de que lleguen refuerzos -dijo Eli, respirando con dificultad mientras continuaban corriendo.
-Si logramos llegar a la zona de carga, tal vez podamos salir por los conductos de ventilación -respondió Nora, con la mirada fija en los pasillos que se extendían interminablemente ante ellos.
Mientras tanto, en otro extremo de la base, Nolan se encontraba en un hangar oscuro de la Segunda Tierra, el sitio subterráneo que iba a serer utilizado por la resistencia para esconderse y movilizarse sin ser detectados. Sus ropas estaban cubiertas de polvo y su rostro mostraba signos de agotamiento, pero su determinación seguía intacta. Salió rápidamente por una puerta lateral y corrió hacia un vehículo estacionado en la explanada. Era un carro blindado, uno de los pocos que tenían disponible para misiones de rescate.
-No tengi tiempo, ¡Nora está en peligro! -exclamó Nolan mientras saltaba al asiento del conductor, girando la llave para arrancar el motor.
El rugido del vehículo llenó el hangar mientras aceleraba hacia la salida, sus neumáticos chirriando contra el pavimento. Los recuerdos de su última transmisión pública seguían frescos en su mente; había arriesgado todo al desafiar a los Padres de la Patria frente a las cámaras, pero no se arrepentía. Sabía que Nora y los demás habían sido capturados por su causa, y no iba a dejar que murieran por ello.
Condujo a toda velocidad por las estrechas calles de la ciudad subterránea, dirigiéndose hacia el acceso principal de la base donde creía que Nora estaba retenida. El camino estaba plagado de obstáculos y agentes de los Padres de la Patria, pero nada lo detendría. Su único pensamiento era llegar a tiempo.
De vuelta en la base, Nora y Eli seguían avanzando por los pasillos, esquivando patrullas y evadiendo cámaras. Finalmente, llegaron a la zona de carga, donde un gran portón de acero bloqueaba el camino hacia la libertad. Nora corrió hacia el panel de control al costado del portón, pero al intentar activar el mecanismo, un mensaje en la pantalla anunció que el acceso estaba bloqueado por protocolo de emergencia.
-¡Maldita sea! -exclamó, golpeando el panel con frustración-. ¡Están cerrando todo!
Eli la miró, con el ceño fruncido.
-No podemos rendirnos ahora. Hay otra salida por los conductos de ventilación. ¡Por aquí!
Se dirigieron hacia una rejilla en la pared, que Eli arrancó con un tirón fuerte. Los conductos eran estrechos y oscuros, pero era su única opción. Entraron rápidamente y comenzaron a arrastrarse, el sonido de sus respiraciones resonando en el metal hueco. Mientras avanzaban, escuchaban el ruido amortiguado de los guardias al otro lado, acercándose cada vez más.
Nora sintió cómo el miedo volvía a invadirla, pero lo apartó de su mente. No había lugar para la duda, no ahora. Sabía que Nolan estaría en camino, que no los dejaría solos. Y aunque no sabían exactamente cómo terminaría esto, lo único que podían hacer era seguir moviéndose, seguir luchando.
Nolan, mientras tanto, aceleraba por las calles de la superficie, dejando atrás la Segunda Tierra. Su mente estaba enfocada en un solo objetivo: rescatar a Nora. Sabía que la base donde estaba retenida no iba a ser fácil de penetrar, pero no tenía otra opción. Al acercarse, vio la imponente estructura de la base de los Padres de la Patria en el horizonte. Preparó su mente para lo que venía, apretando con fuerza el volante.
-Aguanta, Nora -murmuró para sí mismo-. Estoy en camino. Y no pienso perderte.
El tiempo corría en su contra, pero Nolan aceleró aún más, decidido a demostrar que, a veces, incluso los Padres de la Patria podían perder.