ESTA NOVELA ERA ANTES AMARANTA, LA TENGO COMPLETA. QUIEN ME CONOCE SABE DONDE ENCONTRARME.
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MIS ENEMIGOS SE EMPEÑAN EN ENCONTRARME
Las cosas estaban sobrepasando la realidad, tanto en esta vida como en la pasada. Amaranta vivió una vida insoportable a causa de estados de personas. Cuando conoció a Izan decidió ser una mujer mucho mejor de lo que fue en su vida pasada, una persona para bien, que fuera, llena de valores y fuerza para poder ser la compañera perfecta de Izan y caminar a la par de él, pero no, aquí están de nuevo sus enemigos en su camino; tal parece que es imposible poder alejarse de la venganza por completo.
Ella, que había tratado de limpiar por completo su alma y corazón de cualquier rastro de vengan, dolor y deseos de muerte, en contra de los que le hicieron daños a ella y su hijo, se empeña en cruzarse en su camino.
¿Por qué las cosas tienen que ser así?
Esta situación era realmente insoportable y ya muy surrealista, como podía ser cierta.
En su vida pasada, estas dos personas se encargaron de destruirla por años, menospreciarla y hacerla lo más infeliz que pudieron hasta matarla a ella y a su precioso hijo. Desde que conoció a Izan Marsans, cambió su promesa de venganza por una para ser mejor persona y sobresalir en el mundo como una mujer excepcional, pero al final terminó encontrándose con estos dos de nuevo.
No podía más con estas dos personas; ahora no tenía que soportar solo con las locuras y reclamos de Ana Santamarina sobre porque no va a ver a su padre, sino también las de necio de Oscar Roig. Esto era el colmo de un par de locos totales.
No era posible que ahora la acusaran de ser una hija que no se ocupaba de su padre. En cualquier lugar que la encontraran, eso sí que era lo más ridículo que le podría pasar en esta vida. Giro su cabeza para ver a Izan y preguntarle.
—Izan, ¿crees tú que sea necesario que utilice algún medio de comunicación para hacerle saber a todos que no soy hija de Javier Santamarina, como por ejemplo publicando la prueba de ADN?
—No te preocupes por personas sin importancias.
Izan saco su teléfono e hizo una llamada y en cuestión de minutos un amigo suyo, llegó con una copia del examen de ADN.
—Aquí tiene la prueba de que Amaranta no es Hija de Javier Santamarina, ni Hermana de usted señorita.
Tanto Oscar como Ana leyeron el papel que les fue entregado y vieron que había 0 compatibilidad entre Javier y Amaranta, lo que los dejo totalmente desconcertados, pero aun así Ana no se dio por vencida, ella quería llamar la atención de Iza, quería que se fijara en ella, que la viera como veía a Amaranta.
—Oscar, no prestes ya más atención a eso, solo nos quieren distraer; como mi hermana ahora tiene un protector muy rico, nosotros no somos nada junto a él.
Ana vio que Izan daba un paso al frente y la miraba, entonces su cerrazón latió con fuerza, la su mente difusa, ella pensó que era porque por fin estaba interesado en ella.
—Señor Roing, si esta mujer es su novia, debería de estar preocupado, y llevarla con algún médico psiquiatra el parecer no está muy bien de la cabeza.—Comento Izan de forma muy seria y fría
—Eso no es verdad Ana está muy bien, Además Amaranta no puede negar que fue culpa suya que la madre de Ana muriera por su culpa.
Ahora era la culpable de la culpa de esa mujer... Aquí vamos con esto Amaranta tenía muy poco tiempo para pasar con Izan, ¿Por qué tenía que toparse con estos locos?
—Oscar creo que tú también necesitas que te revisen la cabeza, porque estas muy mal informado, por lo cual te diré algo: El día que murió Esmeralda yo no estaba en la habitación de donde ella se lanzó, o se cayó, yo que se, solo estaban ella y Javier, yo estaba en la habitación de mi abuela, muy preocupada por lo que había hecho la madre de Ana, ella entro al hospital pidió a una de sus amigas y ex compañeras e trabajo, que la dejaran entrar a las salas de cuidados intensivos , usando mentiras, llego a donde se contaba mi abuela, y desconecto todos los aparatos de soporte vital, para que mi abuela muriera, si no fuera por una enfermera que llego a tiempo yo hubiera perdido a mi abuela, así que no estaba preocupada por esmeralda o lo que pasara con ella, esta solo pensando en el vida de abuela. Nunca supe lo que le paso, eso solo lo sabe Javier Santamarina y la policía.
—¿Es verdad eso Ana, porque no me lo dijiste?
Ana Santamarina no lo negó. Solo comenzó a llorar, como siempre lo hacía para evitar responder.
—Ahora ya está todo aclarado, no vuelvan a molestarme de nuevo —les advirtió Amaranta.
Amaranta sabia, que pasara lo que pasara o dijera cuantas mentiras dijera Ana Santamarina, Oscar siempre iba a creer en ella, así fue en el pasado, y así sería en cualquier vida, él era un tonto incurable y siempre seria el juguete de esa mujer intrigante, pero algo que no le importaba ya, ya no era esa mujer ingenua, que una vez trato de gustarle a Oscar a toda costa, y que solo recibió desprecios y odio de parte de él, ahora esos dos son tal para cual un par de locos necios que se marcen uno al otro.
—Amaranta quieres demandarlos?
—NO, es perder el tiempo, será mejor que nos vayamos es muy poco el tiempo que puedo estar a tu lado.
—Es verdad.
Caminaron juntos tomados de la mano a donde se encontraba el auto de Izan, hablando de esto y aquello, hasta que llegaron al lugar.
—Cuídate, quieres, no puedo ni imaginar que algo te suceda mientras estés fuera
—Pequeña, no me pasara nada,
—No estaré ahí, para darte sangre y me preocupa mucho eso.
—Tu también tienes que descansar ahora que ya tienes terminada la grabación de la pelicular, y que puedes estar al lado de tu familia recién encontrada
—Si es verdad, la abuela está muy feliz; creo que se quedará aquí con su hermana.
—Hablaré con Philip para que consiga todo lo que necesite.
—No hay problema; además tengo que ir a ver la casa de mi abuela.
—No iras sola; tu primo ira contigo.
—Si lo sé, eso será mucho mejor; ahora tengo un primo que me cuida.
Izan sintió una punzada de celos.
—Sí, él te cuidará mientras yo no pueda hacerlo, pero recuerda que te veré en la universidad.
—Muy bien, entonces te estaré esperando.
El médico que estaba parado un poco retirado de donde estaban ellos hablando los veía con ojos críticos; nunca había visto a Izan ver a una mujer con ternura, mucho menos tomarla de la mano o hacerle alguna caricia como lo hacía con aquella chica, que la tenía tomada de la mano mientras acariciaba su pelo… ¿Qué tonto era su amigo? No estaba enfermo del corazón, no tenía nada de problemas cardiacos; casi quería soltar una carcajada; el muy tonto estaba enamorado.
—Capitán, ¿cuándo vendrás a la cita médica? Le fritó el médico que había llevado los resultados de ADN.
—En mi siguiente descanso.
—Te estaré esperando —Pare reírme de ti, pensó el médico y se marchó.
—Bueno, tengo que irme, cuídate Amaranta.
—Tú también.
Después de eso, se fue Izan de nuevo al campamento militar al cual estaba asignado, por el momento.
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