Eliza, una noble empobrecida, está desesperada por pagar sus deudas cuando recibe una oferta inesperada: convertirse en espía para Lady Marguerite en el ducado del Duque Richard. Sin embargo, su misión toma un giro inesperado cuando el duque, consciente de las amenazas que rodean a sus hijos, le propone un matrimonio por contrato para proteger a su familia. Eliza acepta, consciente de que su vida se complicará enormemente.
Tras la muerte del duque, Eliza se convierte en la tutora legal de Thomas y Anne, y asume el título de Duquesa de Gotha. Pero su posición es amenazada por Alexander, el hijo mayor del duque, un hombre frío y calculador respaldado por la poderosa familia de su difunta madre. Alexander de Ghota.
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Capitulo 17
El amanecer trajo consigo un aire de urgencia y preocupación. Eliza, Alexander y Sofía no habían descansado, pero no podían permitirse el lujo de detenerse. Las palabras de la condesa resonaban en la mente de Eliza, alimentando su determinación.
Eliza, junto con Sofía, revisaba una vez más el mapa del ducado en busca de pistas. Alexander, aunque siempre tan distante, había mostrado una sorprendente eficacia en la organización de la búsqueda. Los guardias, bajo sus órdenes, rastreaban cada rincón del territorio.
—Tenemos que revisar los viejos almacenes cerca del río —dijo Alexander, señalando un punto en el mapa—. Es un lugar donde podrían estar escondiéndose.
Eliza asintió. —Llevaré a un grupo allí. Si encontramos algo, te informaré de inmediato.
—..Ten cuidado —dijo Alexander, su tono inusualmente suave por un momento—. Esta gente no dudará en hacer daño.
Eliza lo miró, sorprendida, no hace unos días lamentó que no estuviera muerta. —Gracias. Tú también cuídate.
Alexander volvió a mirarla de forma desagradable.
Sofía y Eliza se dirigieron hacia los almacenes con un grupo de guardias. El camino era accidentado, y el silencio de la madrugada solo se rompía por el sonido de sus pasos y el crujir de las ramas.
—Mi señora, encontraremos a Thomas —dijo Sofía con determinación—. No permitiremos que la condesa se salga con la suya.
Eliza asintió, agradecida por el apoyo inquebrantable de Sofía. —Lo sé. Y no descansaré hasta que lo traigamos de vuelta.
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Mientras tanto, en su escondite, la condesa observaba a Thomas, que ahora estaba consciente pero aún atado. Su mirada era desafiante, y aunque estaba asustado, no mostró debilidad.
—Eres un niño valiente —dijo la condesa con una sonrisa fría—. Pero no podrás resistir por mucho tiempo. Pronto, tu querida madre vendrá a rescatarte y yo tendré lo que quiero.
Thomas la miró con desprecio. —Mi madre es más fuerte de lo que piensas. Ella vendrá, pero no para hacer lo que tú quieres.
La condesa se rio. —Veremos, pequeño. Veremos.
Un sirviente entró con una carta sellada. —Mi señora, el mensaje ha sido enviado.
La condesa asintió. —Perfecto. Ahora solo tenemos que esperar.
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El mensaje fue una carta que recibió el mayordomo, cuando Eliza la recicbio lo supo de inmediato.
"Donde la traición florece, el silencio grita, y las sombras danzan. Ven sola al claro del bosque esta noche"
Eliza sintió que el mundo se derrumbaba a su alrededor. Sabía que la condesa no estaba jugando. Este era un ultimátum, pero también un recordatorio de su pasado como espía. No podía mostrarle la carta a Alexander; él descubriría su traición y podría sospechar que estaba involucrada en la desaparición de Thomas.
Fue a buscar a Sofía de inmediato.
—Tenemos un problema —dijo Eliza, mostrándole la carta.
Sofía la leyó rápidamente, su expresión se endureció. —Es una trampa. Pero también parece saber algo.
Eliza asintió, su voz temblando. —No podemos confiar en nadie más. Si Alexander supiera esto, podría volverse en nuestra contra.
—¿Qué piensas hacer? —preguntó Sofía, su lealtad inquebrantable.
—Necesitamos un plan. Fingiremos ir solas.
—Ella ya no debe estar, o es tan tonta como para meterse al ducado y esperar, debe ser alguien más, alguien que conozca los horarios de Thomas y una persona del lado de la condesa...
Eliza recordó al espía junto a ella, ¿cómo rayos lo habían olvidado?
—Se quien es, pero debemos correr—dijo Eliza.
Cuando llegaron al claro todo fue muy rápido, las tropas de Alexander ya habían custodiado el lugar, el hombre que había dado información a Eliza y el espía de la condesa estaba muerto a los pies de Alexander, al parecer estaba demasiado enojado para interrogatorios o esperas.
Thomas estaba parado solo con lágrimas sueltas, no confiaba en Alexander como para correr a él, pero en cuanto vio a Eliza ignoró el dolor de sus pies y ella el dolor de su corazón.
—Fuiste muy valiente, mucho—dijo Eliza con el niño en sus brazos—, vamos a casa.