Princesa Dragón Fugitiva.

Cixi había tomado al zorro de su cola, lo cual hizo que Subían la suelte inmediatamente. En sus adentros el pequeño zorro estaba indignado, avergonzado y muy pero muy colorado. Si no fuera por su pelaje blanco como la nieve, definitivamente se vería su rostro sonrojado hasta las orejas.

El pequeño zorrito estaba ahí ahora, colgado de la cola, con las patitas sobre su rostro, y una Cixi sujetándolo muy molesta por lo que el pequeño había hecho. Le dolía el brazo, y tenía algo de sangre, los colmillos del zorro habían penetrado la piel, haciendo que ella sangre.

- ¿Es en serio? ¿Qué te pasa, zorrito atrevido? ¿Es esta la manera de tratar a quien te da comer y un lugar donde vivir?-, frustrada Cixi lo baja en la cama, quería ser más severa con él, pero entendía que quizás no fue su intención hacerle daño. Así que se sentó al lado de él, y suspirando se miró la herida que tenía ahora en el brazo.

El zorro blanco se sintió un poco culpable al ver la sangre que brotaba de las marcas que le había dejado a la humana. Se acercó un poco a ella y empezó a lamer la herida de donde salía sangre e inmediatamente se curó.

Fue en ese momento también cuando Cixi oyó los ruidos. Acarició la cabeza del zorro blanco mientras le agradecía.

- gracias por curar lo que tu mismo causaste-, ella sonrió... - imagino que no podías despertarme y querías avisarme de lo que pasa afuera. Buen muchacho. Gracias por despertarme-.

Cixi decidió investigar lo que estaba sucediendo afuera, pero antes necesitaba arreglarse, además apestaba a vino. Una vez lista se dirigió a mirar los alrededores con el zorro en sus brazos. Ambos recorrieron el patio, miraron a los soldados apostados fuera de los muros de la gran mansión por un tiempo, llegando a la conclusión de que evidentemente, el gran general había llegado.

- me pregunto ¿cómo reaccionarán tanto la zorra mayor como mi querida hermanita si llego a la mansión?-

Con una sonrisa malísima, Cixi se dirigió hasta la entrada de la mansión. Las ropas que llevaba puesta eran las que la antigua Cixi utilizaba. Estaba limpia, pero descolorida y aparentaba bastante usada y vieja.

Cuando llegó a la puerta principal, los soldados apostados ahí no la dejaron entrar cuando se dispuso a hacerlo.

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Dentro de la mansión, se encontraban Miyu y Masako recibiendo al gran general. Ambas muy bien vestidas y sonrientes, apurando a las sirvientas para que preparen el baño y comida para el desayuno.

El general estaba bastante extrañado al no ver a su hija ahí. Y las dos mujeres no le daban oportunidad para poder hablar. Subió a bañarse para luego desayunar, esperaba ver a su hija en ese momento. Se había apurado para poder verla, pero ella no había aparecido para saludarlo.

Cuando ya todos estaban reunidos para el desayuno, el gran general buscó con la mirada a su hija y no la encontró. Masako y Miyu ya se habían sentado en la mesa, mientras que el general seguía parado...

- padre, por favor siéntese. Todo esto fue preparado especialmente para ti, por pedido de mi madre-, comentó una muy sonriente Masako.

- por supuesto, solo lo mejor para recibir a mi esposo. Han pasado muchos años, finalmente estás de regreso. Es una gran alegría para nosotras tenerte de vuelta-, Miyu sabía que le preguntaría sobre Cixi, y buscaba eludir cualquier pregunta sobre Cixi.

Si bien confiaba en que no aparecería después de toda la plata, oro y joyas que le había dado, últimamente no lograba comprender y menos estar segura sobre las posibles acciones que ella sería capaz de llevar a cabo. Por eso tenías dudas sobre lo que debería responder cuando el general lograse formular la pregunta. Su pensamiento se dirigió a la posibilidad de hacer pasar a Cixi por loca, o tal vez formular la hipótesis de que había estado con algún hombre.

Muchas ideas se paseaban por su mente en ese preciso momento, y que el general haya regresado tan rápido, la había tomado por sorpresa, ya que aún no terminaba de idear un plan para lidiar con la aparente nueva personalidad de su hijastra.

- ¿Dónde está Cixi?-, no perdió más el tiempo con la pregunta. Quería ver a su hija lo antes posible, y saber de ella.

- Padre, mi hermana huyó de casa. No sabemos dónde se encuentra. Mi madre no quería mencionarlo, pero ya que preguntas por ella, es necesario que lo sepas-. Masako había hablado sin titubear y Miyu la miró sorprendida.

Aquellas palabras podrían traerles problemas si a la bastarda se le ocurría aparecer por ahí.

- ¿me estás diciendo que mi hija se escapó con un hombre? ¡Mi hija no haría tal cosa!. Además, ¿no te encargué que la cuidaras bien? ¿Cómo es esto posible?-, el gran general gritó golpeando la mesa que tenía en frente mientras miraba fijamente a Miyu.

En ese momento se escuchó un alboroto que venía de afuera. Los gritos eran fuertes, se podía escuchar a los soldados discutir con alguien más. El general se levantó para ir a hacerse cargo del escándalo, pero antes de irse miró a las dos mujeres y les dijo;

- trataré con ustedes más tarde-.

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Afuera se encontraban los soldados discutiendo con Cixi, ella había tenido la intención de entrar a la mansión, pero no la dejaron. Entonces ella empezó a hacer un escándalo para llamar la atención de todos dentro de la mansión, con suerte sería su padre quien salga a ver.

El zorrito estaba en el suelo, Cixi lo había bajado para pelearse con los soldados, ella solo quería hacer un escándalo. Subían no podía parar de reír mentalmente al ver a la humana empujar a los soldados y tratar de pasar en medio de ellos. La empujaban y aun así ella seguía intentando.

- realmente se ve ridícula. No sabe actuar-, pensó Subían.

Cixi podía intuir que el zorrito blanco ese debía de estar divirtiéndose. Podía notar expresiones raras cada vez que lo miraba de reojo después de empujar a los guardias y caer al suelo. Ya le dolía el culo, de tantas veces que se golpeó en el suelo.

- maldita sea, sal de una buena vez-, pensaba Cixi.

En ese momento se abrieron las puertas y sale un hombre alto, de buen porte preguntando sobre el escándalo.. Era bien parecido, y definitivamente era su padre, o mejor dicho, el padre de la verdadera Cixi.

- ¡Padre!-, Cixi gritó al correr, y pasó por en medio de los soldados quiénes se habían quedado quietos al darse cuenta que el general habia salido.