**Sinopsis**
En un mundo donde la biología define roles y los instintos son incontrolables, dos hombres de mundos opuestos se ven atrapados en una ardiente atracción. Leon, un alfa dominante y poderoso empresario, ha rechazado el amor… hasta que Oliver, un omega dulce y sensible, entra en su vida como asistente. Lo que comienza como un deseo prohibido pronto se convierte en una intensa relación marcada por celos y secretos. Cuando verdades devastadoras amenazan con separarlos, deberán enfrentarse a su pasado y decidir si su amor es lo suficientemente fuerte para desafiar las estructuras que los mantienen apartados. ¿Están dispuestos a arriesgarlo todo por un futuro juntos?
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Capítulo 10: El Juego de las Mentiras
El sol brillaba intensamente aquel lunes, una luz dorada que se deslizaba entre los cristales de la oficina, iluminando los rostros cansados de los trabajadores. Leon llegó a su cubículo sintiéndose inquieto. A pesar de que la promesa de cuidar lo que había entre él y Oliver había taladrado su mente, el ambiente hoy se sentía amenazante. Las conversaciones en susurros y las miradas furtivas entre sus colegas estaban tan presentes que había comenzado a preguntarse si habría dejado entrever más de lo deseado.
No pasó mucho tiempo antes de que se formara una bola de rumores. Durante su pausa en el café, se había encontrado con Eduardo, un compañero que siempre estaba al tanto de las novedades.
—Oye, ¿escuchaste lo que dicen de Oliver? —preguntó Eduardo con una mezcla de curiosidad y una chispa de malicia en sus ojos.
Leon frunció el ceño. —¿De qué hablas?
Eduardo, cruzando los brazos, se inclinó más cerca. —Dicen que ha estado saliendo con alguien de Recursos Humanos. Una empleada nueva; parece que hay algo entre ellos. —La risa entremezclada con morbo de su tono le hizo fruncir el ceño.
—Eso no puede ser verdad —replicó Leon, sintiendo cómo la incomodidad palpitaba en su pecho. Su corazón se había llenado de dudas, pero intentó mantener la serenidad.
—Pero, ¿y si lo fuera? Imagínate, después de cómo se comporta últimamente, —continuó Eduardo, dejando caer la roca de su insinuación dejando caer miradas discretas sobre su propio equipo.
Leon se sintió mareado. Sabía que no debería prestar atención a los rumores, pero la idea de Oliver involucrándose con alguien más le revolvió el estómago. Se despidió de Eduardo rápidamente, decidido a aclarar cualquier malentendido antes de que la situación se volviera más complicada.
Sin embargo, durante el resto del día, los rumores comenzaron a sonar más fuertes, como ecos vibrantes que reverberaban a su alrededor. A medida que se acercaba la hora de almuerzo, Leon decidió que necesitaba hablar con Oliver. Su apartamento sería el lugar ideal, lejos de las miradas curiosas y las especulaciones, aunque su mente aún bullía con la ansiedad de lo desconocido.
Apenas llegó a casa, dejó sus cosas tiradas y comenzó a pasear por la habitación. Un torrente de pensamientos lo invadía; cada uno de ellos era un ladrillo en la pared que parecía alejarlo de Oliver. Se sentó en el sofá, mirando la puerta, esperando que llegara.
Cuando finalmente escuchó el sonar de las llaves, su corazón dio un vuelco. Oliver entró, con la sonrisa habitual y un aire relajado. Sin embargo, al avistar la expresión de seriedad en el rostro de Leon, su sonrisa se desvaneció.
—¿Qué pasa? —preguntó Oliver, su voz mezclada de preocupación y curiosidad.
—Tenemos que hablar —respondió Leon, evitando mirar a los ojos de Oliver, como si eso pudiera protegerlo.
—¿Es grave? —La preocupación se intensificó en su frente. La tensión en el ambiente era palpable, y Leon sintió que el aire se volvía denso entre ellos.
—Escuché cosas… rumores sobre ti —dijo Leon, finalmente tirándose a la piscina de la verdad, aunque las palabras gastaban mucho más tiempo del que pensó.
Oliver frunció el ceño, pero su expresión mostró más confusión que enojo. —¿Qué tipo de rumores?
—Que estás saliendo con alguien más. Que te han visto con una nueva empleada de Recursos Humanos. —Leon sintió que la ansiedad se desbordaba en su voz.
Los ojos de Oliver se abrieron, los latidos de su corazón resonando un poco más rápido. —Eso es absurdo, Leon. —La incredulidad era evidente en su tono—. Eso es solo eso, un rumor. He estado trabajando en nuestros proyectos y no he tenido tiempo para nada más.
—Pero incluso tú sabes cuánto valen estas especulaciones en este lugar. Pueden arruinar una carrera, dañar relaciones —replicó Leon, el fuego de la frustración comenzando a crecer y a desbordarse. Había tomado la decisión de confiar en Oliver, pero también dudaba de su propia valentía.
Oliver dio un paso atrás, su línea de defensa erguida. —¿Y tú crees que debería dar explicaciones sobre mi vida personal? No he hecho nada. Es solo un juego de mentiras; quién sabe quién lo empieza.
—Pero la gente habla, Oliver —dijo Leon, apretando los dientes—. Y parece que hay algo más detrás de esto. No solo son rumores.
La tensión se sentía como un campo de batalla, y las palabras comenzaban a convertirse en cuchillos. —¿Por qué no confías en mí? —preguntó Oliver, su voz ahora un ligero temblor, lleno de indignación, como si el dolor se pudiera leer en su expresión.
—No se trata de que no confíe en ti, se trata de las apariencias. Todos en la oficina ya están viendo lo que pueden o no pueden ver. Alguien podría malinterpretar esto… —La culpa de no poder controlar la situación lo asfixiaba.
Por un momento, el silencio pareció aumentar la tensión, como si el aire a su alrededor se hubiera vuelto más espeso. Oliver se cruzó de brazos, su postura defensiva era más que evidente. —Tú me estás haciendo sentir como si fuera el culpable de un delito que no cometí. Este lugar no debería interponerse entre nosotros.
Por un instante, Leon se sintió herido, y también incómodo. —No estoy diciendo que seas culpable, solo estoy tratando de entender por qué esto está sucediendo.
Los pensamientos de Oliver viajaban, su mente moviéndose rápido mientras procesaba lo que se decía. —¿Y si en lugar de escuchar la música de los rumores, escucháramos lo que tenemos verdaderamente?
—¿Y qué es lo que tenemos? —La pregunta salió más como un lamento que como un desafío.
—Lo que tenemos es especial, Leon. Pero si sigues dejando que otras personas decidan por nosotros, esos rumores van a salir victoriosos. Está en nuestras manos contrarrestar eso, ¿sabes?
Leon sintió la punzada en su corazón, como si el fuego de sus nervios se sostuviese en pie. —¿Entonces solo vamos a ignorarlo? ¿Saldremos cada uno dándonos la espalda?
Oliver, pasándose la mano por la frente, respiró hondo. —No, pero tampoco quiero que me compares con lo que dicen los demás. No quiero vivir así.
La frustración se transformó en tristeza, y Leon sintió que las palabras se atascaban en su garganta. —Quiero creer, Oliver. Pero al mismo tiempo, todo lo que estoy escuchando es disparatado. Me preocupa que esto te afecte. Tanto a ti como a mí.
—Ya me está afectando —replicó Oliver, su voz se había vuelto más definida, pero también más vulnerable—. Te veo dudar de mí, y eso duele.
Leon sintió su estómago caer al suelo; no podía soportar esa imagen. —No es que dude de ti. Solo… no sé en quién creer ahora.
Oliver dio un paso más cerca. —Escúchame, por favor. No estoy saliendo con nadie más. Si me haces dudar de mis sentimientos por ti, eso sí que arruinará todo.
Leon sintió la indignación mezclarse con el deseo de creerle. —¿Y qué quieres que haga? ¿Que me limite a ignorar lo que dicen?
—No, —respondió Oliver, su tono suavizándose—. Aquí hay algo más grande. Si hay algo en mí que sientes que te aleja, necesitamos hablarlo, abrirnos realmente. ¿Podemos hacerlo?
Los ojos de Leon se encontraban con los de Oliver, y por un momento el mundo exterior se desvaneció. La tristeza y la ambigüedad en el aire eran diferentes ahora; un llamado a profundizar en sus emociones, entender más sobre sus temores.
—Sí —dijo Leon, sintiéndose más dispuesto a enfrentar lo que sea que viniera, aunque los rumores rugían en la distancia. —Hablemos. Pero también tienes que prometerme que no dejarás que estas mentiras nos aparten.
—Lo prometo, —dijo Oliver, con la sinceridad reflejada en su mirada. Ellos eran mucho más fuertes que los engaños, al menos así deseaban hacerlo.
Así, en medio del combate entre la verdad y la mentira, Leon comprendió que el verdadero desafío no era solo enfrentar los rumores, sino también darle a su relación la oportunidad de florecer sin miedos ni sombras del pasado. Aportar luz a lo desconocido y, sobre todo, luchar por lo que realmente valía la pena.