En el pequeño pueblo de Santa Lucía, Ximena Salazar, una dedicada, joven y apasionada aspirante a alcaldesa, se convierte en el blanco de la obsesión de Santiago Vargas, un oscuro mafioso con conexiones profundas en la comunidad que no se detendrá hasta tenerla entre sus brazos.
¿Podría el amor nacer de la obsesión?
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Acepto
Por más que quisiera permanecer en casa de mis padres, en cuanto escuché el celular de uno de los guardias sonar varias veces y estos cambiar su semblante relajado nuevamente a serio, supe que ya debía regresar o algo me decía que Santiago era capaz de aparecerse aquí.
Despedirme nuevamente de mis padres fue algo duro, en especial porque tuve que prometerles que los visitaría cada vez que tuviera algo de tiempo, algo que no se si será posible mientras Santiago controle cada uno de mis movimientos.
Para sorpresa de nadie, en cuanto llegamos a la hacienda, Santiago ya me estaba esperando en la entrada con una amplia sonrisa.
—Sabía que podía confiar en tu palabra— Tan pronto me baje de la camioneta, se acercó a mi y despidió a sus guardias para que nos dejaran solos. —¿Estás más contenta después de haber visto a tus padres?
—Lo estoy. Gracias por dejarme ir.
—Acompáñame a cenar— Me pidió con entusiasmo y para evitar algún tipo de conflicto, acepté la invitación.
Mientras caminábamos, creí que nos dirigiríamos al comedor, pero me sorprendió cuando Santiago me condujo al jardín trasero de la casa.
Quedé asombrada al ver el lugar iluminado por velas, con rosas blancas decorando cada rincón y una mesa redonda en el centro, cubierta por un mantel rojo y adornada con un par de copas y champán sobre más pétalos de rosas.
Santiago, emocionado, me tomó de la mano y me acercó a la mesa, mientras un empleado apareció con un ramo de lirios rosa, que le dio a Santiago y este me lo entregó junto con un beso en la mejilla. Luego, ordenó a todos que nos dejaran a solas y, una vez solos, bajo la luz de la luna, tomamos asiento.
Fue entonces cuando note, lo especialmente arreglado que estaba. Con un traje rojo a medida y una camisa negra que dejaba entrever los tatuajes que llevaba en el pecho y que llegaban casi hasta su garganta. Llenó las copas con champán e intrigada por la situación no me contuve.
—¿Todo esto es debido a alguna ocasión en especial?
—La primera vez que te hice la proposición fue algo informal. Quiero intentarlo de nuevo de la forma adecuada — Me explicó.
—No debiste molestarte— Aseguré.
—Lo sé. Pero es mi deseo hacer las cosas bien.
Algo misterioso, se puso de pie bastante decido y camino hasta mi. Una vez que lo tuve en frente, se arrodilló y sacó una cajita de terciopelo negro de su traje.
Me limite a guardar silencio mientras observaba cada uno de sus movimientos.
Parpadee varias veces cuando abrió la cajita y reveló un anillo con un pequeño y llamativo zafiro en forma de gota.
—Sé que tienes gustos sencillos— Argumentó. —Y aunque me hubiese gustado darte un anillo que le demostrara a todos la inmensidad del amor que siento por ti, preferí seleccionar uno que pudiera hacerte feliz— Me dijo mientras tomaba el anillo y me lo colocaba en el dedo.
Aun en silencio, me puse de pie mientras él seguía arrodillado y sosteniendo mi mano.
—Puede que aún no estés preparada y tal vez necesites más tiempo para dejarme entrar en tu corazón, pero tengo que preguntar. Ximena...¿Te casarías conmigo?
—Sí— Le dije mientras lo observaba fijamente.
Confundido por la respuesta positiva que de seguro no esperaba, se puso de pie.
—¿Qué has dicho?
—Que acepto casarme contigo, Santiago.
Feliz, me tomó ambas manos y comenzó a repartir besos en ellas.
—No te arrepentirás — Me aseguró, dejándome un rápido beso por sorpresa en los labios.
Tratando de mantener la más falsa de mis sonrisas correspondí a su beso tomando por primera vez la iniciativa.
Mientras mis labios tocan los suyos, despliego una actuación magistral de enamoramiento, disfrazando mis verdaderos sentimientos. Quiero que Santiago Vargas quede doblegado por completo ante mi, para que cuando provoqué su caída le duela el doble.
—No Santiago, espero que tu seas él que no se arrepienta.