AFABLE

Eran las seis de la tarde y mi mente estaba en una revolución constante. ¡Todo parecía ser incierto! Me dolía mucho el pecho y mis lagrimas eran el agua que purificaba mi dolor.

¿De verdad me había pasado todo eso? ¿Yo no era hija de mi padre? ¿Por qué me estaba sucediendo esto? ¡Muchas cuestiones sin resolver!

El viento me golpeaba en la cara, estaba sentada en el pasto, pensando en muchas posibilidades y tratando de desahogar todo.

—Te estaba buscando, me da gusto encontrarte aquí. Abuelita me mando a ver cómo estás —mi hermano se acercó a mí y se sentó a mi lado.

Cuando me vio llorar, me abrazo y recosté mi cabeza en su hombro. ¡Allí saqué mi tempestad emocional! Desahogándome por completo con él. Pude llorar sin miedo a estar sola.

—Yo, tengo muchos pensamientos justamente ahora —Admití.

Asintió.

—¡Lo sé! Mi abuelita me contó.

—¿Tú ya sabías?

—Por eso fui a buscarte. También quería que supieras la verdad.

—¿Cuándo te enteraste? Es más, ¿hace cuanto que estas aquí?

Mi hermano me miraba con compasión.

—La abuelita me contó tan pronto regresé al pueblo.

—¿Y cuándo regresaste? Estos meses sin ti, fueron muy largos. Papá estuvo tratándome muy mal y me insistía demasiado en que debía casarme.

—¡Perdóname! No imagine que mi ausencia te haría sufrir.

—Tranquilo. Ahora mismo todos esos sufrimientos no son nada en comparación con lo que estoy sintiendo. ¡Tengo tantas dudas! Me gustaría saber la verdad, pero también me da miedo descubrir más cosas.

Asintió.

—Supongo que eso es normal. Nadie está preparado para algo como eso. Que de repente te digan un día que no eres de la familia.

Confirme ligeramente.

—La abuelita se sentía con esa responsabilidad y por eso quiso decirme la verdad.

—¿Te contó los detalles?

—Sí. Pero no quiero aceptar que todo esto es algo que tal vez no me correspondía. ¿O sí? —Deje escapar un suspiro—. ¿Estoy siendo egoísta al decir que esto no me correspondía? Siento que he estado viviendo una mentira y eso me duele mucho. ¿Quiénes son mis verdaderos padres? ¿Por qué dos extraños accedieron a cuidarme? ¿Por qué tratar de imponerme una cultura que tal vez no era la mía? Gilberto, yo no sé qué pensar ahora. Tantas cosas me han sucedido en este mes. ¡De pronto no me siento muy animada!

Mi hermano no se apresuró a decirme algo, más bien, se limitó a escucharme con atención y parecía meditar en mis preguntas.

El pastizal se mecía con el viento y el dorado del atardecer comenzaba a dominar en el cielo. ¿Por qué me sentía como una completa extraña? ¿Por qué dolía tanto esta verdad? ¡Era inevitable no sentirme así!

Quise intentar olvidar lo que hoy sucedió, pero era realmente imposible. La calma del viento me hizo querer mirar a mi hermano. ¿Qué sentía él? ¿Cuáles eran sus pensamientos sobre este tema?

—No es malo que tengas dudas o que sientas que no mereces esto. Yo también me sentiría igual si me encontrara en tu lugar. Trato de entenderte hermana y aunque tal vez esta no era la vida que te tocaba vivir, siento que por algo pasan las cosas. No es tu culpa estar aquí, pero gracias a que estas en este lugar te has logrado forjar como una mujer, una señorita derecha y muy trabajadora. Capaz de aguantar desastres en una familia infeliz, viviendo en compañía de personas que te quieren como yo y nuestra abuelita. ¡Eres una muchacha ejemplar! Luchas por lo que quieres, defiendes tus ideas y no te importa recibir los castigos de papá por no querer doblegarte a sus costumbres aferradas. Janet, es cierto que nada de esto te correspondía, pero por algo llegaste aquí y estas con vida. ¿Acaso no es la vida más importante que el lugar o el pasado que te obligaron a sobrevivir? ¡Yo te quiero mucho! ¡¿Y qué importa la sangre?! Seguiremos siendo hermanos porque ambos hemos vivido juntos desde pequeños, y porque yo también sé que me quieres.

Sus palabras me conmovieron mucho. Me hizo llorar más que antes y quise abrazarlo. ¡Lo abrace con todas mis fuerzas! Necesitaba esto, tenerlo aquí, confirmando que no estaba sola para afrontar esto.

—Yo te doy las gracias por apoyarme siempre y por ayudarme cuando no estoy bien. ¡También te quiero mucho hermano! ¡Gracias por decirme esto! ¡Te amo!

...🌼🌼🌼...

Esa noche no quise ir a la casa de mis padres. No tenía ganas de verles la cara y preferí quedarme en casa de mi abuelita. Me encontraba sentada en el columpio debajo de un árbol, un fresno que me vio crecer y jugar tantas veces. ¿Podría encontrar consuelo en este árbol! ¿Podría entenderme? De niña, este solía ser mi lugar favorito cuando me sentía triste.

Mientras meditaba y suspiraba, en mi mente fabricaba muchas posibilidades para mi futuro. Pensamientos inquietantes, dudas y conclusiones apresuradas.

Entonces su llamada capturó mi atención. El tono de mi celular me hizo sentir extraña y ver su nombre en la pantalla provocó una emoción de tranquilidad.

—¡Hola! ¿Cómo estás? —Pregunté con interés.

—Janet. ¡Te estoy extrañando mucho! —Nicolás tenía una voz más atractiva cuando hablaba por celular.

—¡Que cursi! —Intente sonar tranquila.

—Es la verdad. Te extraño.

¿Extrañarnos por sentir amor y no poder vernos? Claro que era de esperarse.

—También te extraño. ¿Cómo te fue en la operación?

—Ahora no puedo ver otra vez. Espero recuperarme pronto, el medico dijo que no pasara mucho. A lo mejor una semana y ya.

—Ya verás que sí. Solo se paciente para que te recuperes pronto. Supongo que Iker te estás cuidando estos días mientras no estoy.

—Sí. Pero él no es tú.

Me reí ligeramente.

—Pues no. Iker es Iker. Yo soy yo.

Escuché que reía.

—Eso lo tengo muy claro. Intentaré ser paciente, como tú dices.

Suspire al teléfono.

—¿Qué haces? —Quise seguir con la conversación.

—Estoy acostado. Le pedí a Iker que me pusiera té, de ese que tú me sueles dar. ¡Quiero no sentirme estresado por tu ausencia!

Sonreí.

—Ya te dije que debes ser paciente.

—Y yo respondí que lo voy a intentar. ¡Espero lograrlo!

Hubo un silencio breve, supongo que ya debía colgar, esta debería ser una llamada corta.

—Bueno…

—¿Tú cómo estás? —Preguntó él.

Su pregunta me hizo recordar todo lo sucedido esta tarde. ¡Me sentí frágil! Y de pronto, era como si mi vida estuviera por pausarse con todo esto.

—Yo… —pero mi boca se frenaba y aunque quería decir muchas cosas, nada salía por tanta inquietud que sentía en mi interior.

—¿Todo bien?

¡Ojalá yo estuviera emocionalmente estable!

—Estoy mal —admití.

—¿Por qué? ¿Tu abuelita está demasiado grave?

—Ella está mejor. Yo soy la que está mal.

Suspire. Me mecí un poco en el columpio y quería llorar. ¡Me dieron unas ganas intensas de hacerlo!

—¿Quieres hablarme de ello?

Tuve que armarme de mucho valor para poder empezar a aceptar aquella verdad que recién acababa de cambiar la forma en que yo debía ver mi vida. ¿Cuánto valor necesitaba para poder expresar mi realidad?

—Si quiero, pero me cuesta trabajo poder decirte.

—No te sientas presionada. Cuéntame cuando te sientas lista. ¿De acuerdo?

—Está bien. ¡Te agradezco!

—No me agradezcas. Creo que es lo menos que puedo hacer por ti. Yo siempre estaré en deuda contigo por cuidarme a pesar de ser un aparente desconocido.

—Pues resultó que al final si nos conocíamos. Entonces no es como lo dices.

—Bueno. Pero tú no sabías eso.

—Eso sí.

Hubo un silencio breve. Las ramas del árbol empezaron a mecerse por el viento nocturno.

—Janet, yo espero que todo se calme y te sientas bien. Cuando sea el momento puedes contarme. ¡Cuentas conmigo! No quiero que te sientas presionada a nada, yo seré paciente. Por ti lo intentaré.

Me calmé las emociones, tuve que ser fuerte y seguir adelante. Sus palabras me hicieron sonreír un poco

—¡Gracias Nico!

—¡Te quiero Janet!

—También te quiero.