En los misteriosos bosques del Imperio de Thaloria, Zaida despierta en un carruaje, sin memoria y rodeada de desconocidos. Pronto se encuentra en medio de una lucha por la libertad liderada por la valiente princesa Ariadne y sus caballeros.
Pero su destino toma un giro inesperado cuando Zaida encuentra un misterioso collar y libera a Anika, una poderosa bestia divina encerrada en su interior. A medida que la relación entre Zaida y Anika se desarrolla, enfrentarán desafíos y complicaciones, mientras Anika se convierte en una fiel sirviente de Zaida.
Mientras descubre oscuros secretos y poderes ocultos, Zaida atrae la atención de varios príncipes del reino, cada uno con sus propios intereses y motivaciones.
Nota: está es una historia que salió de mi cabeza xd, pero probablemente sufra modificaciones, aún cuando ya esté publicado (es que soy mujer y no sé lo que quiero jajaja) que la disfruten :)
Extra: Contiene imagenes para una mejor imaginación :3
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CAPITULO 21 - UNA NUEVA ALIANZA
En el Palacio de Rowan, este se encontraba en su despacho, organizando unos papeles. En ese momento, llegó un guardia. Rowan le permitió la entrada.
—¿Qué sucede? —preguntó Rowan.
—Cassian se ha retirado a su Reino, Alteza. —
— ¿Y eso por qué? —
—Entiendo que el Rey está enfermo y requiere su presencia —respondió el guardia.
Rowan pensó por un momento. —Si el Rey está muy enfermo, Cassian podría ser el próximo Rey. —
—Así es, su Alteza. Se dice que hay probabilidades de que él sea el próximo Rey de Esmiria —
Luego de escuchar eso, Rowan empezó a reírse, pero con amargura. —Algunos ni siquiera tienen que mover un solo dedo para convertirse en reyes o emperadores. —
Sentía una creciente envidia hacia Cassian, consciente de las oportunidades que le esperaban sin esfuerzo alguno.
...***...
Mientras tanto, Cecilia llegó a su casa, una majestuosa residencia del Ducado. La residencia era una estructura impresionante, con altos techos adornados con frescos detallados, grandes ventanales con cortinas de terciopelo y corredores amplios decorados con tapices que narraban la historia del linaje familiar. El sonido de sus pasos resonaba suavemente sobre el suelo de mármol pulido mientras se dirigía al despacho de su padre, el Duque.
El Duque se encontraba en su despacho, una habitación elegante y sobria, con muebles de madera oscura y una gran biblioteca que cubría una de las paredes. El olor a cuero y pergamino impregnaba el aire. Al entrar, Cecilia hizo una reverencia.
—Padre, traigo noticias importantes —dijo Cecilia, mostrando el decreto imperial con un gesto firme.
El Duque levantó la mirada de los documentos que estaba revisando, sus ojos llenos de curiosidad. —¿Qué es eso, hija? —
Cecilia respiró hondo antes de responder, tratando de mantener la calma. —Es un decreto del Emperador Magnus. He sido encargada del confinamiento de Rowan —respondió Cecilia con firmeza.
El Duque se levantó lentamente de su silla y tomó el decreto de las manos de Cecilia. Sus cejas se fruncieron mientras leía el documento con atención. —¿Por qué se te ha dado esta responsabilidad? —
Cecilia explicó lo sucedido con Rowan y William, su voz firme y decidida, pero con una leve tensión en su tono. —Rowan irrumpió en el palacio de William. El Emperador ha decidido que yo me encargue de su confinamiento e investigue quién más está involucrado. —
El Duque asintió, devolviéndole el decreto con una expresión de preocupación y orgullo. —Es una tarea importante, Cecilia. Toma a los guardias que necesites para llevar a cabo esta misión. —
Cecilia sintió una oleada de alivio y determinación al recibir el apoyo de su padre. —Gracias, padre. Lo haré con la mayor diligencia —dijo Cecilia, haciendo una reverencia, pero su voz temblaba ligeramente, revelando la presión que sentía.
Antes de que se fuera, el Duque la detuvo, poniendo una mano suavemente sobre su hombro. Sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y cariño. —Cecilia, sé cuidadosa. Rowan no es alguien de fiar. Mantén la guardia alta y no subestimes a tus enemigos. —
Cecilia asintió, sintiendo el peso de las palabras de su padre. —Lo tendré en cuenta, padre. Gracias por su apoyo. —
El Duque la miró fijamente por un momento, como si quisiera grabar su imagen en su memoria. —Siempre estaré aquí para apoyarte, hija. Pero debes ser fuerte y valiente. Recuerda estar preparada para cualquier eventualidad. —
Cecilia sintió una mezcla de emociones: la calidez del amor de su padre, la presión de la responsabilidad y la sombra del peligro inminente. —Lo sé, padre. No le fallaré —dijo con determinación, tratando de infundir firmeza en su voz.
El Duque la abrazó brevemente, un gesto raro pero significativo. —Cuídate, Cecilia. Y recuerda, siempre puedes contar conmigo. —
Con eso, Cecilia salió del despacho, preparada para cumplir con su deber.
Más tarde, en el Palacio de Rowan, Cecilia llegó con un contingente de guardias, rodeando la entrada. El guardia de Rowan se apresuró a informar a su señor, pero no sobre la presencia de Cecilia.
—Alteza, he recibido noticias del Emperador. Ha reflexionado sobre su decisión y ha decidido retrasar un poco más el matrimonio entre Cecilia y William. —
Rowan se mostró sorprendido. —¿Retrasar el matrimonio? Pero se suponía que ya se iban a casar. —
Justo en ese momento, se escuchó el alboroto afuera. Los guardias de Cecilia estaban rodeando el Palacio.
Rowan se mantuvo sereno. —Déjalos entrar. Ya esperaba esto. —
Cecilia irrumpió en el despacho de Rowan, su expresión implacable. Rowan la recibió con una sonrisa sarcástica.
—Bienvenida seas, futura cuñada. —
Antes de que pudiera decir más, Cecilia le propinó una fuerte cachetada, haciendo eco en el silencioso despacho. Rowan contuvo su furia, su sonrisa transformándose en una mueca de odio.
—Veo que estás de buen humor —dijo Rowan, con sarcasmo. —
—¿Cómo te atreves a irrumpir en el Palacio de William? —exigió Cecilia, su voz llena de ira.
Rowan se encogió de hombros. —William y yo tenemos asuntos pendientes. Pero eso no es de tu incumbencia. —
—Sí me importa —contestó Cecilia con firmeza—. William es mi prometido, mi futuro esposo. —
Rowan quería contestarle algo doloroso, como el hecho de que William no la amaba, pero se contuvo. En su lugar, optó por aprovechar la noticia que había recibido de su guardia y revelar un secreto. —Con el pequeño incidente que causé, Magnus pensó en adelantar su matrimonio. A estas alturas, ya serían esposos. —
Cecilia dudó al escuchar eso, pero luego dijo con firmeza—. Eso es mentira. —
—Si quieres, puedes preguntarle a mi guardia que está aquí al lado —replicó Rowan, señalando al guardia cercano.
Cecilia desvió su mirada hacia el guardia y luego volvió a mirar a Rowan. —No confío en él, igual que no confío en ti. Ambos son mentirosos. —
Rowan suspiró y le dijo—. ¿Qué pasaría si hubiera otro incidente, como el que causé yo? Eso haría que Magnus adelantara su matrimonio. Tu matrimonio aún tendrá que esperar, cuando Remesis ascienda al trono. William y tú deben casarse uno o dos días antes de ese suceso. Pero el Emperador aún esta fuerte, tu espera va a ser muy larga. —
Cecilia empezó a entender lo que Rowan estaba tratando de explicar. Rowan continuó—. ¿Y si ocurriera otro incidente? Magnus haría que se casen de inmediato. —
Cecilia lo miró, comprendiendo su punto. Rowan añadió—. Yo quiero algo del Emperador y tú quieres a William. —
Cecilia lo miró con frialdad, su mente trabajando rápidamente en las implicaciones de las palabras de Rowan.
—¿Qué propones? —preguntó finalmente Cecilia, con un tono de cautela.
Rowan sonrió. —Podríamos encontrar una manera de obtener lo que ambos deseamos. Pero para eso, necesitarás estar dispuesta a cooperar conmigo. —
Cecilia dudó un poco, pensando en las posibles consecuencias y en lo que Rowan podría hacer. Finalmente, respondió—. No toques al Emperador y no quiero que lastimes a William —
Rowan se dio cuenta de que Cecilia haría lo que fuera con tal de estar con William, y eso lo emocionaba internamente. —Te prometo que no tocaré ni un pelo de William. —
Rowan extendió la mano en señal de trato. Cecilia dudó un poco, se quedó en silencio por un momento, pensando y finalmente, decidió hablar.
—Hay algo más —dijo Cecilia—. William ha mostrado interés en una de sus doncellas, una tal Zaida. —
Rowan arqueó una ceja, intrigado. —¿Zaida, dices? —
—Sí —respondió Cecilia—. Estoy segura de que esa chica es una distracción para William. Y si quiero asegurar mi matrimonio, ella debe desaparecer. —
Rowan recordó a Zaida, la joven que había matado a su guardia más confiable, Lucio. La idea de deshacerse de ella le resultaba tentadora.
—Entonces, estamos de acuerdo —dijo Rowan, con una sonrisa siniestra—. Me desharé de ella. Eso facilitará nuestros planes. —
Cecilia asintió, sintiendo una mezcla de alivio y aprensión. —Pero recuerda, no quiero que nadie se entere de nuestra alianza. —
—Descuida, Cecilia. Todo se hará con discreción —aseguró Rowan, extendiendo su mano hacia ella.
Cecilia miró la mano de Rowan por un momento, antes de tomarla, pero al final, terminó dándole la mano, cerrando el trato.
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En la noche, William cerró su libro, sintiendo el peso de los recientes eventos sobre sus hombros. Se dirigió a su habitación, donde las sombras de la noche danzaban con la luz tenue de las velas. Después de unos momentos, Zaida llegó a la habitación con la cena, la cual colocó sobre una pequeña mesa con movimientos cuidadosos y precisos. El aroma de la comida llenó el aire, pero William parecía distraído, su mente en otro lugar.
—Por favor, siéntate y come conmigo, Zaida —dijo William, su voz serena pero con una nota de cansancio.
Zaida negó con la cabeza, manteniendo su mirada baja. —No tengo hambre, mi señor —.
William la observó por un momento, sintiendo la distancia que se había formado entre ellos. —Insisto, Zaida. No he tenido la oportunidad de hablar contigo en todo el día —.
Zaida se tensó, sus manos apretadas en su regazo. —De verdad, no tengo hambre, mi señor. Además, no es apropiado —.
William dejó su tenedor con un leve ruido metálico. —No es apropiado, dices. ¿Desde cuándo seguimos esos formalismos entre nosotros? —.
Zaida levantó la mirada, sus ojos reflejando una mezcla de emociones. —Desde que las cosas han cambiado, William. — El uso de su nombre sin título dejó claro la profundidad de sus sentimientos.
William frunció el ceño, acercándose a ella. —¿De qué hablas, Zaida? ¿Qué ha cambiado? —.
Zaida respiró hondo, sus ojos llenándose de lágrimas contenidas. —Todo ha cambiado. Su matrimonio con Cecilia... tu futuro... no hay lugar para mí en todo esto —.
William tomó sus manos con suavidad, su voz firme pero llena de ternura. —Siempre habrá un lugar para ti en mi vida, Zaida. No quiero que me alejes —.
Zaida intentó retirar sus manos, pero William no lo permitió. —William, tú eres un Príncipe, y yo solo soy una doncella. No deberíamos... —.
—No deberíamos dejar que las circunstancias dicten nuestros sentimientos —interrumpió William, su tono más vehemente de lo habitual. —No puedo cambiar mi posición, pero eso no significa que deba renunciar a lo que realmente importa —.
Zaida bajó la mirada, su voz apenas un susurro. —Y tú importas para mí, William. Pero tengo miedo de lo que podría pasar —.
William soltó un suspiro profundo, su agarre en sus manos suavizándose. —Lo sé, Zaida. Pero prometo que encontraré una forma de librarme de ese matrimonio —.
Zaida, conmovida por las palabras de William, finalmente cedió y lo abrazó. William la estrechó entre sus brazos, sintiendo que, al menos por un momento, podían olvidar las imposiciones de sus roles y el destino que parecía querer separarlos.
Zaida apoyó su cabeza en el pecho de William, escuchando los latidos de su corazón. El silencio que los envolvía era cálido y reconfortante. —William, ¿qué pasará si no puedes deshacerte de este matrimonio? —preguntó, su voz quebrada por la duda.
William acarició suavemente su cabello. —No lo sé, Zaida. Pero lucharé con todas mis fuerzas —.
Zaida levantó la vista, encontrando los ojos de William llenos de determinación. —¿De verdad lo haría? —.
William respondió inclinándose para besar su frente con ternura.
El beso de William fue como una promesa silenciosa, un compromiso de que lucharía contra cualquier adversidad. Zaida cerró los ojos, sintiendo que, a pesar de las dificultades, en ese momento estaban más unidos que nunca.
Zaida respiró profundamente, susurrando —William... —.
Él la miró intensamente, acercando su rostro al de ella. —Zaida... —.
Zaida sintió su corazón latir con fuerza mientras William se inclinaba aún más cerca, sus labios apenas rozando los de ella. Por un instante, ambos se quedaron quietos, como si el tiempo se hubiera detenido. Entonces, William la besó suavemente, sus labios encontrándose en un beso lleno de emoción y promesas no dichas.
El beso duró lo que pareció una eternidad y, al mismo tiempo, un mero segundo. Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad, conscientes de que algo fundamental había cambiado entre ellos.
—No importa lo que ocurra —murmuró William contra los labios de Zaida—. Tu siempre serás primordial para mí —.
Zaida acarició su rostro, sus ojos llenos de amor y determinación. —Y yo siempre estaré a su lado. Pase lo que pase —.
Mientras tanto, afuera del Palacio, Anika vigilaba, pero el tedio de la noche la hacía sentir inquieta. Pensó en transformarse en un gato y jugar con las lagartijas, pero fue interrumpida por la figura de Letio, que miraba a su alrededor con una expresión de concentración.
—¿Dónde podrá estar? —susurraba Letio, sus palabras apenas audibles en la quietud de la noche.
Anika, intrigada, bajo se acercó sigilosamente en su forma humana y le tocó el hombro. —¿Me estabas buscando? —preguntó con una sonrisa.
Letio se sobresaltó, girando rápidamente hacia ella. —¡Arabella! —
Anika sonrió, notando su nerviosismo. —Lo siento, no era mi intención. —
—No me asuste... — respondió Letio, aunque el latido acelerado de su corazón lo delataba, — ¿Qué estabas haciendo? — tratando de recuperar la compostura.
—Vigilando, pero a veces me muevo por aquí y por allá —dijo Anika, haciendo un gesto amplio con su mano—. Pero te vi y quise saludarte —.
Letio se sonrojó, sorprendido por la atención. —¿Saludarme a mí? —
Anika lo miró con curiosidad, viendo cómo se ponía más nervioso. —Sí, ¿por qué no? —se acercó un poco más, preocupada por su acelerado pulso—. ¿Estás bien? Tu corazón está latiendo muy rápido. —
Letio retrocedió un poco, sonrojándose más. —Estoy bien, de verdad. No tienes que preocuparte. —
Anika, con su inocencia característica, puso su oreja sobre el pecho de Letio, tratando de escuchar mejor. —Puedo escucharlo... —
Letio se alejó rápidamente, incómodo. —No hagas eso, por favor. —
Anika levantó las manos en señal de disculpa. —Lo siento, no lo haré de nuevo. —
Letio trató de calmarse, aunque su corazón seguía latiendo con fuerza. Anika lo observó, preguntándose por qué se comportaba de esa manera, sin darse cuenta de que Letio estaba desarrollando sentimientos por ella.
La noche continuó, y mientras Anika y Letio se mantenían en su conversación incómoda pero sincera, en la habitación de William, este y Zaida permanecieron juntos, encontrando consuelo en la compañía del otro, conscientes de las dificultades que aún tenían por delante, pero decididos a enfrentar el futuro con esperanza.
William y Zaida se separaron del abrazo, pero permanecieron cerca, sus manos aún entrelazadas. —Ven, Zaida —dijo William suavemente—. Siéntate conmigo, aunque sea por un momento. —
Zaida asintió lentamente, permitiendo que William la guiara hacia la mesa. Se sentaron juntos, y aunque Zaida apenas tocó su comida, su presencia fue suficiente para aliviar la tensión que William sentía.
Y mientras el mundo dormía, William y Zaida encontraron en su amor un refugio contra las tormentas que se avecinaban. Sabían que el camino no sería fácil, pero con el apoyo mutuo, estaban dispuestos a enfrentarlo todo.
Está muy buena la novela
Autora usted es increíble, mis respetos por esta obra tan magistral, me encanta es tan entretenida, lleno de acción, incertidumbre, misterio, magia, amor, todo en un paquete y es digno de felicitarla,, es muy atrapante leerla, espero sigas siempre brindando increíbles obras, Saludos desde Paraguay!!