Irresistible Deseo. (Pasiones Peligrosas - #3)

Mierda, lo tuve que decir.

—¿Me amas?

Doy vueltas en cada rincón de la habitación.

—Lo siento, no quería gritarte.

—No, no me quieras cambiar el tema, Massimo, ¿me amas?— la miro a los ojos, asintiendo con mi cabeza al cabo de unos segundos.

—Así es. Te amo, Zafira, juro que traté de no hacerlo, pero no fui lo suficientemente fuerte para evitarlo. Te amo— agarro sus manos, depositando un beso en ellas—, y me importas demasiado— en fracción de segundos su rostro vuelve a cargarse de lágrimas.

—Juro que no quiero hacerlo — se lanza a abrazarme—, pero cada que lo hago me desahogo. Me olvido de todo y cada que siento que no existo me trato de lastimar para sentir dolor, pero no es suficiente, no es más de lo que tengo en mi corazón— murmura sobre mi hombro—. No me dejes, Massimo. Por favor, tú no me dejes también, no lo soportaría. Pase lo que pase, tienes que estar siempre a mi lado.

...▫️▫️▫️...

Abro mis ojos y acaricio el cabello de Zafira que está sobre mi pecho. Anoche se quedó dormida después de horas de llanto, no me dijo más nada. Solo me abrazó, se recostó en mi pecho y en un murmuro antes de dormir me dijo que no la dejara. Nunca imaginé que Zafira estaría pasando por una crisis tan difícil como esta. Abre los ojos y nuestras miradas se encuentran.

—Perdón por hacerte quedar aquí — susurra.

—Me quedé pora cuidarte.

—Muchas gracias — forma una tierna sonrisa en sus labios—. Iré a darme un baño para desayunar— caminó hacia el baño y volteó a verme—, ¿me acompañas, por favor?— asiento y juntos entramos al baño.

Se deshace de su ropa y se mete a la bañera. Ahora veo que ya no le dá vergüenza que la vea completamente desnuda, pero no es para menos si hasta hemos follado. Joder, como quisiera ser el jabón que recorre sus suaves piernas.

—¿Me lavas el cabello, por favor?

Me siento en el borde de la bañera y después de esparcir el shampoo en mis manos lo hago en su larga cabellera rubia.

—Es la primera vez que lo haces, ¿no? — me mira de reojo.

—Sí.

—Lo suponía. ¿Por qué aún sigues a mi lado si te trato mal y solo te busco para follar?

—Porque eres mi amiga, mi socia, y te quiero— voltea a verme.

—¿Me quieres o... me amas?— sonríe, agarrándome de la camisa me mete a la bañera.

—¡Zafira!

—Relájate, italiano, necesitas refrescarte, ha hecho días muy calurosos. Nunca está de más un buen baño— sonríe.

—No sabes cuanto me encanta ver una sonrisa en tus labios.

—Tu eres el motivo de ello — se acerca a mis labios lentamente y termina por dejar un apasionado y rico beso en ellos, de esos que me dejan con ganas de más.

La agarro en mis brazos y nos acercamos a la cama entre besos. Quita mi ropa y como ella no tiene no hago nada más que acostarla. Besé su cuello y antes de hacer algo más, ahora es ella la que se pone encima de mí con una sonrisa. Su cabello cabello cae sobre mi rostro.

—Si hay algo que más he hecho en esta vida, es llorar— una lágrima rueda por sus mejillas—, y aquí...— llevó mi mano a su pecho— solo había dolor.  Pensé que la vida era simplemente tener pareja, hijos y ser feliz, pero me di cuenta que es muy dura. Quiero rehacer mi vida, volver a sonreír por amor y sentirme de nuevo amada, algo que me negaba desde hace un año. No puedo ser egoísta conmigo misma. No puedo mandar en el corazón— sonrió—, y también me acabo de dar cuenta algo que me negaba a aceptar hace un mes, y es que... yo también siento algo por ti, Massimo. No sabes cuántos celos tengo cuando te veo cerca de otras mujeres, cuán feliz soy cada que me hablas, como mi corazón salta cada que escucho mi nombre en tus labios, cómo me hiciste dar cuenta de todo esto ayer cuando me dijiste que amabas. Diste el primer paso, ahora es mi turno de dar el segundo y último— dejó un beso en mis labios y volvió a mirarme a los ojos—. Te amo, Massimo. Tú eres esa irritante y hermosa persona que me saca una sonrisa todos los días, estés o no estés conmigo. Te amo y quiero estar siempre a tu lado, en tus brazos y ser siempre contigo con quien me sienta mujer.

—¿De verdad?— asintió con la cabeza, lo que solo hizo que me pusiera esta vez encima de ella, pero sin dejar caer ni cuerpo.

—También quiero que seas tú quien me ayude en mi problema.

—Claro que sí — la abrazo.

—Ahora bésame, bésame.

—¿No estoy soñando verdad?— murmuro a través de sus labios.

—No.

—¿Me amas?

—Mucho.

—¿De aquí a donde?

—Ya cállate wey y bésame.

—¿Por qué?— ríe.

—Porque te amo, mi amor.