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LO Difícil De Amar

LO Difícil De Amar

Status: En proceso
Genre:Amor-odio / Diferencia de edad / Mujeriego enamorado
Popularitas:1.5k
Nilai: 5
nombre de autor: F10r

Ella tiene 17, él 25.
Ella quiere vivir, él quiere estabilidad.
Ella apenas empieza, él ya está listo para formar una familia.
No tienen nada en común... excepto lo que sienten cuando se miran.

Lía no está buscando enamorarse. Oliver no puede permitirse hacerlo. Pero el destino no siempre pregunta.
Un roce de manos, una conversación a medianoche y el miedo de amar cuando no se debe…
Una historia dulce, intensa y real sobre el amor que llega en el momento menos adecuado… o tal vez, en el más perfecto.

NovelToon tiene autorización de F10r para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 16

No tuve ni tiempo de procesar lo que fue esa tarde con Oliver, ni de pensar en lo que había sentido cuando me besó las manos o cuando me dijo que le importaba. Nada. Todo quedó archivado en una carpeta imaginaria de mi mente llamada: "procesar después".

¿Por qué?

Porque el infierno —perdón, quise decir: la escuela— volvió a abrir sus puertas.

Primer día de clases. Mi despertador sonó como una alarma de guerra. Me senté en la cama con cara de zombie. Qué ironía, hace unos días estaba en la playa bronceándome, durmiendo hasta las diez, y ahora tenía que levantarme a las cinco y media para alistarme como soldado para la guerra.

Me puse el uniforme que parecía diseñado por gente sin imaginación ni alma:

Pantalón largo de vestir azul marino (que se sentía como castigo), camisa blanca perfectamente planchada, chaleco azul marino encima (como si hiciera frío en este país) y ese moñito ridículo que se suponía que debía llevar en el cuello.

Además, el bendito saco. Aunque casi nadie lo usaba, yo sabía que en la entrada siempre había un inspector con su libretita de anotaciones, así que me lo llevé encima como una mochila más.

—Hermosa —me dijo mi mamá antes de salir—. Pórtate bien, y no te metas en problemas.

—Nunca me meto en problemas —respondí mientras agarraba mis cosas.

—Tú no, pero los problemas se meten contigo —dijo entre risas. Tenía razón.

Apenas crucé la entrada del colegio sentí el mismo nudo en el estómago de siempre. Esa sensación de ansiedad que no podía evitar. Por más de que fuera un buen lugar, limpio, seguro, con aire acondicionado y pupitres ergonómicos, seguía siendo escuela.

Y eso me estresaba.

Menos mal estaban mis amigas. Sofía llegó con su moñito torcido y cara de no haber dormido bien.

—Extrañé esto —dijo, aunque su cara dijera lo contrario.

—Yo no —repliqué mientras caminábamos hacia el salón—. No extrañé ni una pizca de esta prisión disfrazada de educación premium.

El uniforme masculino era básicamente igual al nuestro, pero ellos llevaban corbata y sí estaban obligados a usar el saco todo el día. Pobres, aunque tampoco me daba tanta pena. Ellos sudaban pero se lo quitaban apenas los profesores no miraban.

Y como si mi día necesitara empeorar…

—Líaaa —escuché esa voz inconfundible detrás de mí.

Jonas.

Suspiro largo. Giro lento. Cara de "no me hables".

—Hola, Jonas —respondí forzando una sonrisa de cortesía.

Era del club de debate. Un nerd insoportable que llevaba dos años intentando "conquistarme" como él decía. Pero a ver: ¿en qué mundo las atenciones forzadas y no solicitadas te hacen ganar puntos?

Se acercó con su típica carpeta bajo el brazo, los lentes casi cayéndosele por la nariz y su mochila cruzada en el pecho.

—Te guardé asiento en el salón —me dijo como si fuera algo adorable.

—Gracias, pero me voy a sentar con Sofía —le respondí amable, pero firme.

—Puedo moverme a donde tú estés.

No podía más. No hoy. No en mi primer día. No con esta presión.

—Jonas, escucha. Agradezco tu amabilidad, pero no quiero nada más allá de lo que ya tenemos. Ni quiero que me guardes asiento, ni me traigas flores, ni me des chocolates, ni me escribas ensayos sobre el amor en el debate. Nada de eso, ¿ok?

Lo dije todo en voz baja pero con suficiente firmeza. No estaba enojada, solo cansada.

Él bajó un poco la mirada y asintió, aunque no me creí esa aceptación tan fácil.

Sofía me haló del brazo.

—Ven, que me toca decirte todo el chisme que me enteré en vacaciones.

Y ahí me fui con ella, intentando dejar atrás el mal rato y volver a conectarme con las cosas que sí me hacían sonreír.

En mi cabeza, Oliver seguía apareciendo de vez en cuando. Pero no tenía tiempo para soñarlo. Por ahora, la rutina escolar me había atrapado con toda su fuerza.

Solo esperaba que él…

no se olvidara de mí en medio de sus planos, su oficina y su mundo de adultos.

Porque yo, entre todo este caos escolar, lo seguía recordando.

[...]

La bienvenida escolar fue exactamente lo que esperaba: monótona, larga y tan aburrida como ver llover con insomnio. Nos citaron en el auditorio, donde todos intentábamos mantener los ojos abiertos mientras sonaban discursos reciclados de cada inicio de semestre.

—Sean todos bienvenidos al nuevo año escolar —decía la directora con su voz arrastrada—. Les deseamos éxito, compromiso y responsabilidad. Recuerden que somos una institución de excelencia.

Bla, bla, bla.

Después vino la clásica ronda de profesores. Cada uno subía al escenario con su mejor cara de “sí me gusta dar clases, lo juro” para decir algo como:

—Soy la profesora Marlene y estaré con ustedes en historia. Para los que ya me conocen… bueno, nos volvemos a ver. Para los nuevos: soy estricta, pero justa. Ah, y no tolero retrasos.

Qué emoción, ¿no? Yo estaba mentalmente en otro lugar, con mi cabeza apoyada en la mano y mis pensamientos divagando entre lo que había desayunado y si Oliver me escribiría hoy.

Cuando por fin terminó el acto de bienvenida y nos dieron los nuevos horarios, mi ánimo se desplomó un poco más.

Tercer nivel del edificio. Otra vez. Escaleras infinitas. Y yo con esta flojera existencial.

Subí como si cargara una maleta emocional de cien kilos. Me consolé recordando que era mi último año. Mi. Último. Año. Ya no más uniforme, no más tareas de matemáticas, no más Jonas. Bueno… eso esperaba.

Porque apenas puse un pie fuera del aula, el universo decidió burlarse de mí.

—¡Lia! —escuché esa voz. Me giré lentamente, como si temiera lo que venía.

Jonas. De nuevo. Con un ramo de flores en la mano. Rosas, para colmo.

—Sé lo que dijiste esta mañana —dijo, colocándose frente a mí—, pero esto ya lo había pedido. No podía no dártelo.

Me quedé en blanco. ¿Qué parte de “no quiero nada contigo” no había entendido?

—Jonas, en serio… no era necesario.

—Pero quería hacerlo. Es solo un gesto, nada más.

Nada más, dice él. Como si no fuera exactamente lo que le pedí que dejara de hacer.

No sabía si darle con el ramo en la cara o hacérselo tragar pétalo a pétalo. Opté por la tercera opción: tomarlo sin decir nada. El ramo casi tocaba el suelo de lo poco que me importaba.

—Gracias —musité sin mirarlo—. Que tengas buena tarde.

Y caminé, con el ramo en la mano como si fuera una antena inútil.

Pero entonces lo vi.

Justo en la entrada, con esa postura relajada, los brazos cruzados y la mirada fija en mí. Oliver. Ahí estaba. Esperándome.

Me giré hacia Sofía rápidamente.

—¿Me veo bien? —le pregunté en modo desesperado.

—Divina. Como siempre —asintió ella con una sonrisa cómplice.

Solté el aire, le di las flores a ella (que por cierto casi las lanzó a la basura) y fui directamente hacia él. Sentí cómo mi corazón aceleraba con cada paso. Al llegar, me lancé a sus brazos sin pensarlo. Oliver me envolvió con fuerza y me besó la cien con una ternura que me desarmó.

—Hola, bonita. Te extrañé —susurró.

—Yo también te extrañé —dije bajito, con la voz más sincera que había usado en todo el día.

Y cuando el momento parecía sacado de una película romántica, una voz interrumpió la escena como un baldazo de agua fría.

—¡También estoy aquí, por si a alguien le importa! —gritó Elias desde dentro del coche, con la cabeza asomada por la ventana.

Rodé los ojos con tanta fuerza que casi me caigo de espaldas.

—Perfecto —murmuré—. Yo pensando que íbamos a estar solos…

Subí al coche como quien sube al bus escolar que no quiere tomar. Me senté en el asiento trasero mientras saludaba a Elías con un beso en la mejilla, intentando descifrar mentalmente qué rayos hacía él ahí.

—¿No estás trabajando hoy? —le pregunté, tratando de sonar casual.

—Salí temprano. Oliver me dijo que venía por ti y aproveché para que me trajera —respondió como si fuera lo más normal del mundo.

Miré a Oliver por el retrovisor. Él solo sonrió como un idiota encantador.

—No me mires así —dije bajito.

—¿Así cómo? —preguntó él, haciéndose el inocente.

—Así como si no supieras que yo quería estar sola contigo —murmuré con media sonrisa.

Y ahí estábamos. Yo, con el uniforme más feo del planeta. Jonas con su ramo fallido atrás en el pasillo del colegio. Oliver sonriente al volante. Elías metido como cucaracha en picnic. Y mi corazón, latiendo fuerte, sin entender cómo pasé de odiar la escuela a desear que se acabara solo para poder verlo.

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Lorena Espinoza
Lia y Oliver juntos son todo lo está bien🥰Los amo🫶🏻
Hermosa historia gracias F1or😉
Lorena Espinoza
Oliver😍😍😍
Eunice Velasquez
es muyyyy buena la novela
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