Sofia acaba de divorciarse luego de un matrimonio tranquilo en el que la falta de comunicación entres ella y su exesposo Erik los llevo al divorcio. En esta etapa de su vida ella decide renacer y hacer todas esas cosas que nunca hizo por lo que primero empieza con un nuevo trabajo.
Alessandro es el nuevo jefe de Sofia, el ayuda a la mujer a mejorar cada día mientras que poco a poco se va acercando a ella con el fin de no dejarla jamás.
NovelToon tiene autorización de Paola Alejandra Paolini para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
capítulo 20
Al salir de casa casi me atraganto cuando veo una enorme motocicleta que esta estacionada
en frente de mi casa.
—¿Eso es tuyo? —pregunto viendo con asombro la enorme máquina.
—Si, quiero llevarte a un sitio que me gusta por su tranquilidad —dice y tiende su mano
cuando estamos parados en frente de la bestia—. ¿Te ayudo a subir?
—Mas bien tendrás que alzarme, como que necesito un banquito o una escalera para trepar a
ella —divago viendo cómo se supone que voy a montar semejante máquina.
—Ok, niña bonita —dice y me levanta como si no pesara nada, chillo de la emoción y caigo
sobre el asiento trasero de este vehículo impresionante—. Olvide tu casco —dice y de un
compartimiento saca un casco color rosa de lo más adorable.
Al acercarse a mi nuevamente con el accesorio en manos, puedo notar que es nuevo. Se me
encoge el estómago de la ilusión de que haya pensado en mi seguridad cuando adquirió el
artilugio.
Con manos precisas me coloca el casco y luego su mirada intensa encuentra la mía y es como
si el tiempo se detuviera. No recuerdo haber pasado por algo así anteriormente y de verdad
que me encanta todo lo que estoy sintiendo en este momento. Antes de separase de mi
acaricia mis brazos y procede a subirse a la motocicleta, inmediatamente me enrosco a su
torso.
—Supongo que tendré que agarrarme fuerte —balbuceo temblando levemente, es la primera
vez en años que monto una moto y se puede decir que la primera vez una tan grande como
esta.
—No te preocupes que yo te cuido —dice por último cuando la maquina enciende y el
bramido que lanza me hace estrecharlo más fuertemente, queriendo fundirme con su temple.
El suave ronroneo nos acompaña mientras nos alejamos, poco a poco voy soltándome a la vez
que mi confianza va creciendo. Se puede decir que es conductor moderado porque no pasa
del trazo tranquilo. Cuando ya estamos bordeando la ciudad me pregunto donde es que quiere
llevarme hasta que la salinidad del agua a lo lejos llega a mis sentidos.
La playa.
Hace como miles de años que no estoy aquí. Mas precisamente en la graduación de mi hija,
donde una fiesta se dio en las inmediaciones y tuve que venir a recogerla cuando la fiesta
termino.
Aparca en una zona acorde y luego de bajar me ayuda a mí a descender. Tomata de sus
hombros y el con sus fuertes manos en mi cintura siento el deseo de acurrucarme en todo su
ser y quedarme ahí por un buen rato.
Cuando mis pies tocan el suelo, su mano enseguida busca la mía y en silencio nos
encaminamos hacia la arena. Me sorprende lo silenciosa que esta, solo se escucha el romper
de las olas y una que otra ave nocturna haciendo lo suyo.
A lo lejos se puede divisar una fogata y varias figuras, pero están muy lejos para adivinar
quien puede ser.
Caminamos simplemente tomados de las manos, apreciando la noche y el encanto del lugar.
—Me gusta venir aquí —rompe el silencio Alessandro—. ¿Nos sentamos un momento? —
pregunta y miro la arena despejada.
Me suelto de su mano y enseguida estoy sentada en la arena, sintiendo el calor que todavía
perdura en ella. Al levantar la mirada él ya está acomodándose a mi lado, despojándose de su
calzado. Hago lo mismo y hundo los dedos de mis pies en la arena.
—Hacía mucho que no venía qui —admito—. Esto es muy pacífico.
—Si, desde aquí las estrellas se pueden ver con claridad —menciona y procede a señalarme
unas cuantas mientras que dice sus nombres.
Pronto estamos recostados, contando historias pasadas de nuestra niñez y la risa ligera llana
el momento. El silencio vuelve a caer entre nosotros y cuando giro mi cara, me encuentro con
la suya que ya está puesta en mi perfil.
—Hola —susurra a lo que yo le sonrío.
—Hola —respondo susurrando al igual que el, me muevo quedando de lado para verlo mejor
y me pican las manos por tocarlo—. Quiero tocarte —advierto, sintiendo que tengo que
respetar sus límites.
—Hazlo —murmura.
Mis manos inquietas cobran vida y sin perder tiempo llego a él comenzando a recorrer su
rostro con mis dedos. Exploro su cara y me atrevo a más cuando mis dedos se dirigen a su
cuello, acaricio su piel y sigo bajando. Su ropa me molesta, pero al parecer él se dé cuenta de
ello porque enseguida se deshace de su remera. Mientras me siento en cuclillas no me pierdo
del espectáculo hasta que nuevamente esta recostado a mi lado.
Su espléndida musculatura está a mi entera disposición para que mis dedos codiciosos lo
exploren a su antojo y vaya que voy a aprovechar la oportunidad.
Suelto un suspiro cuando toco su pecho y mi palma se hunde en su suave piel, tiene algunos
vellos, pero prácticamente está limpio de ellos. Eso me gusta, los hombres peludos no son lo
mío. Sus ojos permanecen cerrados mientras hago mi exploración con una mano debajo de su
nuca y la otra en mi cadera, rodeándome.
Bajo mi mano y toco sus marcados abdominales preguntándome cuanto tiempo le debe de
haber dedicado a ellos para que estén tan bien pronunciados. Tiene esa V que indica el
camino hacia donde el diablo fue participe en su creación y quisiera poder sentir su poder entre mis manos. Me quedo quieta cuando llego al borde de sus pantalones y levanto la
mirada, nuevamente su mirada intensa esta puesta en mí. Le sonrío y reinicio mi exploración
volviendo a sus brazos.
Están tan bien trabajados como todo su cuerpo, fuertes que te hacen sentir segura de que nada
malo te pasara si ellos te rodean. Nuevamente recorro su pecho y termino en esa V que me
causa intriga.
—Eres perfecto —susurro—. Tu cuerpo muestra muchas horas de trabajo duro —digo
pensando en que parece una postal en vivo y en directo.
—Tengo miles de defectos, pero quiero olvidarme de ellos por ti, quiero ser mejor para ti,
quiero no desilusionarte ni asustarte, me gustas de una manera visceral —dice mientras se
incorpora y con sus piernas me rodea.
Quedo perdida entre su enorme cuerpo, pero surge la necesidad de abrazarlo.
—Todos tenemos defectos, no podemos olvidarnos de ellos, pero si aceptarlos, quiero todo lo
que estes dispuesto a dar y te prometo darte de igual manera a ti, estoy segura de que nunca
me desilusionaras y ni hablar de asustarme; no creo que haya algo de ti que me asuste y en
resumen también me gustas mucho —finalizo. Tomo su cara entre mis manos, queriendo
sellar esta promesa tacita.
—Hay cosas que no sabes de mí, cosas que no podrían ser de tu agrado y eso es lo que no
quiero que te aparte de mi —dice y me quedo suspendida mirando la profundidad de sus ojos.
—¿Que tan malo puede ser que temes a que me aparte de ti? —pregunto.
—Cosas que implican demasiada confianza y entrega —murmura dejándome igual de
intrigada.
—¿Implica ropa? —insisto.
—Implica accesorios y rudeza —murmura dejándome más intrigada.
—¿Qué tipo de accesorios? —pregunto.
—Sogas, pinzas... látigos —susurra lo último con un jadeo que me sorprende, se aparta
levemente de mí de pronto tenso.
—Tengo curiosidad —admito— ¿Como se convino todo eso con la rudeza?
—No puedo hablar de esto —dice alejándose de mí, al pararse puedo notar que esta
conversación lo ha puesto en un estado incomodo, su pantalón muestra lo que claramente es
una erección estrepitosa y llego a la conclusión de que todo lo que mencionó tiene mucho que
ver con el plano sexual.
Mmm... le gusta el sexo rudo.
No sé porque, pero ya me lo veía venir. Y al contrario de lo que él pueda llegar a suponer más
que alejarme me causa intriga. Mucha, para mi propio bien.
—Bien, paso a paso —murmuro desde mi posición—. Pero que sepas que no me alejaras de ti
porque te den ganas de azotarme —señalo y levanto una de mis manos para que le ayude a
levantarme del suelo.
Por un momento me mira como si me hubiera salido un tercer ojo hasta que insisto moviendo
mis dedos, reacciona y me ayuda a levantarme.
—¿Eres real? —me pregunta cuando termino de sacudirme la arena.
—Si no fuera por el paso a paso te daría una buena idea de lo real que soy —digo con cierta
valentía, sonrojándome hasta la punta de los dedos de mis pies.
—Esto debe estar mal —murmura mirando hacia el otro lado.
—No está mal, Alessandro —me acerco a él tomando su brazo, se tensa inmediatamente—,
pero necesito que confíes en mí, que te abras para mí, que me digas todo lo que piensas para
que pueda entenderte.
—¡Quiero tenerte atada a mi cama, provocar tu cuerpo, marcarlo y hacerte llorar de necesidad
por mí! —su grito es casi sordo, pero esta enfadado mientras enumera todas las cosas de su
mente, acercándose a mí de forma peligrosa— ¡Quiero asfixiarte mientras te tomo por detrás,
apretando tu fina piel, marcándola con mis dedos, mis dientes! ¡Eso definitivamente no puede
estar bien! —añade con un fuerte suspiro sacando todo de si, la sensación de alivio me invade
al oírlo decir lo que quiere, lo que necesita.
—Bueno no sé cómo será de eso de la asfixia, pero no cabe duda de que me intriga —balbuceo
pensativa—. Ahora me puedes explicar cómo tus deseos son tan... intensos cuando
supuestamente tu aversión a las mujeres nace porque tu novia te provocaba que la lastimes
mientras tenían relaciones.
—¡Porque me gustaba y eso está mal! ¡Ella me controlaba y yo nunca quise eso! ¡Yo quiero
ser el amo! —dice, más bien grita.
Un avance tremendo.
—Ok... eso sí que es un salto —digo y el nuevamente me mira como si fuera de otro
planeta—. No me miras así, trato de comprenderte —lo apunto con mis dedos mientras lo
regaño.
—Deberías salir corriendo, no sonreír como si esto fuera normal —apunta.
—Mira cariño, necesito un café con urgencia para continuar con esta charla —indico.
Suspira y me mira por un momento más, luego asiente y tiende su mano. Alargo la mía para
colocarla entre sus dedos, que enseguida engullen los míos.
—¿Segura que no saldrás corriendo? —pregunta.
—Ya deberías de saber que no me voy a ningún lado —afirmo acercándome a su pecho y
colocándome de puntillas me acerco para tratar de besarlo, pero únicamente logro llegar a su barbilla—. Debería ser un pecado que sea tan baja —murmuro a lo que él se ríe y termina de
acortar la distancia para besar mis labios.
Bendito Dios regreso tu inspiración y t reseteaste después con esos días d bloqueos q tuviste felicidades