Mi nombre es Carolina estoy casada con Miguel mi primer amor a primera vista.
pero todo cambia en nuestras vida cuando descubro que me es infiel.
decido divorciarme y dedicarme más tiempo y explorar mi cuerpo ya que mis amigas me hablan de un orgasmo el cual desconozco y es así como comienza mi historia.
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Capitulo 16
Eric y Gabriela salieron de la heladería mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte. Gabriela aún tenía rastros de helado en sus labios, y Eric se lo limpió con una servilleta mientras la ayudaba a subir al auto.
—Ya es hora de irnos a casa, cariño.
—Está bien, papá —respondió Gabriela, acomodándose en su asiento trasero. Luego, lo miró con curiosidad—. Mamá debe estar en casa ya, ¿verdad?
Eric forzó una sonrisa mientras encendía el auto.
—Sí, mi vida. Mamá debe de estar en casa.
El trayecto hacia su casa fue tranquilo, aunque Eric no podía evitar sentir una mezcla de emociones. Ver a Gabriela feliz era lo más importante para él, pero cada vez que su hija mencionaba a su madre, el recuerdo de su traición volvía a llenar su mente.
Al llegar a casa, Eric estacionó el auto en el garaje. Gabriela corrió hacia la puerta principal mientras él sacaba sus cosas del auto. Cuando entraron, encontraron a Margaret sentada en la sala, leyendo una revista, y a Andrea, quien jugaba con un rompecabezas sobre la mesa de centro.
—¡Abuela, Mama! —gritó Gabriela emocionada, corriendo hacia ellas.
—¡Mi niña hermosa! —exclamó Margaret, dejando la revista a un lado para abrazarla.
Andrea también se levantó para saludarla con una sonrisa.
—Hola, Gabi. Qué bueno verte. ¿Cómo te fue con tu papá?
—Súper bien. Fuimos al parque y luego comimos helado —respondió Gabriela emocionada, dando un saltito.
Eric se acercó con calma, colocando una mano en el hombro de su hija. Andrea lo miró con una leve sonrisa.
—Hola, Eric. ¿Cómo has estado?
—Bien, gracias —respondió Eric con cortesía, aunque su tono seguía algo distante—. Ahora, si me disculpas, voy a llevar a Gabriela a su habitación para que descanse.
Gabriela miró a su padre con curiosidad.
—¿Ya vamos a mi cuarto, papi?
—Sí, mi vida. Te tengo una sorpresa esperándote en tu cuarto.
Gabriela aplaudió emocionada mientras agarraba la mano de Eric.
—¡Vamos, vamos!
Margaret observó cómo ambos subían las escaleras con ternura en los ojos. Andrea, por su parte, volvió a sentarse en el sofá, aunque no pudo evitar notar el leve cansancio reflejado en la mirada de Eric.
Eric abrió lentamente la puerta del cuarto, revelando un enorme oso de peluche rodeado de globos de colores que flotaban por toda la habitación. Gabriela se quedó inmóvil por un instante, con la boca abierta y los ojos brillando de emoción.
—¡Papá! —exclamó mientras corría hacia el oso de peluche y lo abrazaba con todas sus fuerzas—. ¡Es increíble! ¡Gracias, eres el mejor!
Eric sonrió mientras observaba la felicidad de su hija.
—Me alegra que te guste, princesa. Quería darte algo especial para celebrar que estás aquí conmigo.
Gabriela levantó la vista hacia su padre, todavía abrazada al oso.
—¿Lo compraste tú, papi?
—Claro que sí, cariño —dijo Eric, agachándose para quedar a su altura—. Quiero que siempre tengas algo que te recuerde cuánto te amo, incluso cuando no esté cerca.
Gabriela se lanzó a abrazarlo, envolviendo sus pequeños brazos alrededor de su cuello.
—Te amo mucho, papi.
Eric la abrazó con fuerza, sintiendo una calidez que hacía mucho tiempo no experimentaba.
—Yo también te amo, Gabi. Ahora, ¿qué te parece si bajamos después para que le muestres a la abuela tu oso nuevo?
Gabriela asintió emocionada.
—¡Sí! Pero primero quiero acomodar mis cosas aquí para que todo quede perfecto.
Eric la observó mientras comenzaba a organizar sus nuevos globos, y no pudo evitar sonreír. Por un momento, el peso de sus problemas desapareció al ver la alegría de su hija.
Eric bajó las escaleras con pasos firmes, todavía con una leve sonrisa en el rostro tras ver la felicidad de Gabriela. Al llegar a la sala, encontró a Margaret revisando unos papeles mientras daba indicaciones a uno de los empleados.
—Mamá, ¿cómo van los preparativos de la fiesta? —preguntó mientras se servía un vaso de agua en la barra.
Margaret levantó la vista, sin dejar de sostener su elegante porte.
—Todo está listo, hijo. El jardín está impecable, y el personal ya tiene las indicaciones. Incluso invité a algunos socios que inicialmente no estaban en la lista.
Eric arqueó una ceja, dejando el vaso sobre la barra.
—¿Más invitados? Pensé que querías algo más exclusivo.
Margaret se encogió de hombros con una leve sonrisa.
—Hay oportunidades que no se deben desaprovechar, Eric. Algunos de esos socios representan puertas importantes para nuestra expansión.
Eric suspiró, llevándose una mano al cuello como si intentara liberar algo de la tensión acumulada.
—Lo entiendo, pero preferiría evitar sorpresas. Últimamente he tenido suficientes.
Margaret lo observó detenidamente, con esa mirada de madre que lo leía todo.
—¿Esto tiene que ver con Gabriela o con alguien más?
Eric negó con la cabeza de inmediato, evitando que la conversación se desviara hacia un terreno personal.
—No, madre, no es eso. Solo quiero que todo salga bien.
Margaret lo miró con escepticismo, pero decidió no insistir.
—Tranquilo, hijo. Yo me encargo de los detalles. Solo asegúrate de estar presente y en tu mejor actitud.
Eric asintió, enderezando su postura.
—Lo estaré, mamá. Por Gabriela y por la empresa.
Margaret sonrió, satisfecha.
—Así me gusta, Eric. Ahora, ve y descansa un poco. Esta noche será larga.
Eric dio media vuelta y se dirigió al estudio, intentando encontrar un momento de calma antes de la fiesta que prometía estar llena de desafíos.
Carolina estaba sentada en el sofá de la sala, con las manos entrelazadas y una expresión pensativa en el rostro. Había terminado de cenar con Andrea hacía un rato, y su hija ahora estaba en su cuarto eligiendo el vestido que usaría para la fiesta.
Miró el reloj en la pared y suspiró. Patricia estaba tardando más de lo habitual, y aunque sabía que su amiga solía ser puntual, decidió no preocuparse demasiado.
De pronto, el timbre de la puerta sonó, interrumpiendo sus pensamientos. Carolina se levantó rápidamente y fue a abrir.
—¡Patricia! —dijo con una sonrisa al verla.
Patricia estaba en la entrada con una bolsa en cada mano, luciendo radiante como siempre.
—Perdón por la demora, Carol, pero quería traerte algo especial. ¿Estás lista?
Carolina se hizo a un lado para dejarla pasar.
—Ya casi. Andrea está en su cuarto terminando de arreglarse.
Patricia dejó las bolsas sobre la mesa y la miró con curiosidad.
—¿Y tú? ¿Qué vas a ponerte?
Carolina se encogió de hombros mientras cerraba la puerta.
—Andrea quiso escoger mi vestido, pero le pedí que fuera algo sencillo. No quiero llamar mucho la atención.
Patricia la miró con desaprobación y negó con la cabeza.
—Carol, no puedes ir a una fiesta así, menos cuando sabes que estará toda la gente importante de la señora Margaret. Vamos, déjame ayudarte.
—Paty, no quiero algo extravagante. No me siento cómoda... —respondió Carolina, pero Patricia ya había sacado un vestido elegante de una de las bolsas.
—¡Mira esto! Es perfecto para ti, nada exagerado, pero resalta tus mejores atributos.
Carolina tomó el vestido en sus manos, analizándolo con detenimiento. Era elegante, con un diseño simple pero sofisticado, justo como a ella le gustaba.
—Está bonito... —dijo con un leve sonrojo.
—¡Entonces ve a probártelo! —exclamó Patricia mientras la empujaba suavemente hacia el cuarto.
Carolina no tuvo más remedio que obedecer, pero no pudo evitar sonreír ante la energía y el entusiasmo de su amiga. Mientras se dirigía al cuarto, pensó que tal vez esta noche podría ser diferente. Quizás, solo quizás, necesitaba darse una oportunidad para disfrutar.