Besos Amargos

Amanda se despertó con un sobresalto, sintiendo su corazón latir con fuerza. Se dio cuenta de que todo había sido un sueño. La discusión, el beso, la confesión de Arthur... nada de eso había sucedido.

Se levantó de la cama, sintiendo una mezcla de alivio y decepción. Sabía que sus sentimientos hacia Arthur eran confusos, pero también sabía que la realidad era muy diferente.

Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Emily pensaba en su plan de escape. Dentro de dos meses, cumpliría 18 años y acompañaría a su padre en el viaje de negocios. Pero tan pronto como tuviera la oportunidad, se escaparía y viajaría a donde su abuela materna.

Amanda se miró al espejo y se recordó a sí misma que tenía que mantener la distancia con Arthur. No podía dejar que sus sentimientos confusos la confundieran.

Pero mientras salía de su habitación, escuchó la voz de Arthur en la sala.

—Buenos días, Amanda.

Amanda se detuvo, sintiendo una oleada de irritación. ¿Por qué siempre tenía que ser tan amable con ella después de una discusión?

—¿Qué quieres, Arthur?, preguntó con tono brusco.

Arthur se sorprendió por su tono.

—Nada, solo saludarte.

Amanda se encogió de hombros y siguió su camino.

Amanda se fue a la cocina a preparar su desayuno, intentando evitar a Arthur. Pero él la siguió.

—Amanda, ¿puedo hablar contigo?, preguntó.

Amanda suspiró.

—¿Qué quieres, Arthur?

Arthur se sentó en la mesa de la cocina.

—Quiero hablar sobre nuestra discusión de ayer. Lo siento si te molesté.

Amanda se encogió de hombros.

—No hay nada que hablar.

Arthur se levantó y se acercó a ella.

—Amanda, sabes que no quiero pelear contigo. ¿Por qué siempre tienes que estar tan enfadada conmigo?

Amanda se sintió incómoda con la proximidad de Arthur.

—No estoy enfadada contigo. Solo quiero que me dejes en paz.

Arthur la miró con intensidad.

—No te creo. Hay algo más.

Amanda se sintió atrapada. ¿Cómo podía hacer que Arthur entendiera que solo quería mantener la distancia entre ellos?

De repente, sonó el teléfono. Era Emily.

"Amanda, ¿puedes hablar?", preguntó Emily.

Amanda se alegró de la interrupción.

—Sí, claro.

Se fue a su habitación a hablar con Emily, dejando a Arthur solo en la cocina.

Amanda se sentó en su cama, hablando con Emily por teléfono.

—¿Qué pasa, Emily?, preguntó Amanda.

—Nada, solo quería saber cómo estabas, respondió Emily.

Amanda se solidarizó con su amiga.

—Estoy bien, gracias. ¿Y tú?.

Emily suspiró.

—Estoy un poco estresada. Papá me ha estado presionando últimamente.

Amanda se sintió preocupada por su amiga. —¿Qué pasa con tu padre?.

Emily no quiso entrar en detalles.

—Nada, solo las mismas cosas. No te preocupes por mí.

Amanda se sintió incómoda, sabiendo que Emily no quería hablar sobre el tema.

Después de colgar el teléfono, Amanda se quedó pensando en su situación con Arthur. ¿Por qué siempre tenía que ser tan complicado?

De repente, escuchó un ruido en la puerta. Era Arthur.

—Amanda, ¿puedo entrar?, preguntó.

Amanda se sintió tensa. ¿Qué quería ahora?

— Pasa. Dijo Amanda

Amanda se sentó en su cama, intentando evitar a Arthur. Pero él se sentó junto a ella.

—Amanda, ¿puedo hablar contigo un momento?, preguntó Arthur.

Amanda lo miró con desdén.

—¿Qué quieres ahora?

Arthur se sorprendió por su tono.

—Solo quería...

Amanda lo interrumpió.

—No me interesa lo que tengas que decir. Vete.

Arthur se levantó, frustrado.

—Amanda, ¿por qué siempre tienes que ser tan difícil?

Amanda se encogió de hombros.

—No soy difícil, solo no te soporto.

De repente, sonó el timbre de la puerta. Era la señora Jenkins, la vecina.

—Amanda, ¿puedo hablar contigo un momento?—, preguntó la señora Jenkins desde la puerta

—Sí, claro.

Se levantó de la cama y salió de la habitación, dejando a Arthur solo y visiblemente molesto.