En desarrollo
Larry Russo es un CEO italiano que decide comenzar su vida en Nueva York luego que su prometida Aurora muere de un disparo en la cabeza en un asalto.
Años después se cruza con Abigail, una profesora de la universidad donde él impartía una conferencia, donde él queda prendado de ella por el enorme parecido con su novia fallecida. El destino da un tire y jale en la vida de Abigail, cuando la madre de ella necesita un trasplante de hígado para vivir.
Larry y Abigail, entrecruzan sus vidas y el destino les tiene un contrato.
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XVI
ABIGAÍL GRUBSTEIN
Han pasado alrededor de un mes desde que empecé a trabajar de nuevo en la universidad. Todos los días llegaba a las 5 de la tarde a mi departamento.
Mi auto estaba en el mecánico, así que me transportaba en taxi.
Bajé del taxi. Vi fuera el auto de Larry, no podía equivocarme, ese era su auto. Habían pasado uno poco más de un mes desde la última vez que lo vi.
En un momento me quedé con la mente en blanco. No sabía si ir a mi departamento o coger otro taxi e irme a dar una vuelta al centro comercial.
Lo pensé mucho, Larry me vio y se bajó de su auto.
— Hola Abigaíl— ver su cara me trajo esos recuerdos de la carta, de sus palabras y un dolor se clavó en mi corazón.
— Hola.
— Podemos hablar.
— No creo que se pueda. Estoy ocupada.
— He venido cada día y no he podido verte. ¿Estás trabajando?
— No. Creo que eso no debería importarte.
— Me importa porque eres mi esposa.
Las personas que pasaban a un lado de nosotros nos quedaban viendo sin disimular, seguramente pensando que teníamos una discusión.
— Vete. No me gusta llamar la atención.
— Invítame a pasar a tu casa. De aquí no me voy si no hablo contigo.
— Ya hablamos lo suficiente. Pasa buenas tardes.
Pasé a un lado y me dirigí a la puerta. Larry me abrazó. Sentí como mi cuerpo se erizó, mi piel vibró.
— La gente nos ve. Suéltame.
— No te voy a soltar. Invítame a entrar.
— Deja de jugar.
— No estoy jugando— Él se acercó a mi oreja y le dio un mordisco suave. Sentí como mi cuerpo se ponía caliente y mi corazón se aceleró.
Indudablemente amo a Larry.
— Si no me sueltas, no te voy a dejar entrar.
Larry me soltó y entramos a mi casa. No había terminado de cerrar la puerta cuando él me arrinconó contra la puerta. Ese movimiento me sorprendió.
— Abigaíl, muero por tenerte cerca. Regresa conmigo a la casa— acercó sus labios a los míos y me besó, no respondí a ese beso.
Juro que quería besarlo, hacer el amor con él. Pero resonaba el nombre de su ex.
Mis lágrimas salieron en silencio.
— No llores— él acarició mis mejillas— Yo realmente te amo.
— Yo también te amo, pero dame tiempo.
Larry me abrazó.
— ¿Cuánto más? Para mí ya pasó demasiado. Si cometí un error en no contarte, pero Aurora ya es parte del pasado.
— Si ella estuviera viva, yo no sería tu esposa. Solo te fijaste en mí porqué ella y yo somos idénticas. Si tuviera otra cara tampoco te hubieras fijado en mí.
— Porque piensas esas cosas.
— Es hora que te vayas. Cuando esté lista para regresar contigo, yo te llamo.
— Me voy solo con una condición— él se sentó en el sillón— Quiero que te sientes en mis piernas y me beses durante 5 minutos.
— No lo haré.
— Pues no me voy.
Me dirigí a mi cuarto, me cambié de ropa, luego me puse a lavar los trastes, barrer, trapear y Larry no se movía del sillón. Pasaron tres horas.
— Larry es hora de que te vayas. Necesito descansar porque yo— me pausé.
— ¿Por qué tú que?
— Porque me quiero dar un baño.
— Date el baño, yo no me muevo de aquí si no haces lo que te pedí.
Me fui al baño y le puse seguro. Me duché. Salí y él seguía sentado.
— Si no te vas voy a llamar a la policía.
— Hazlo, no hay problema. Solo te recuerdo que sé cómo mover mis hilos.
Si no sintiera nada por Larry, lo beso y nada pasa nada, pero tengo miedo de caer, de sucumbir y someterme a sus deseos.
Larry se puso de pie, caminó hasta donde estaba, tomó mi mano y me jaló hasta mi cuarto.
— ¿Qué haces?
— Lo que debí hacer hace un par de horas.
Me tiró a la cama y sujetó mis manos con un agarre fuerte. Podía sentir su respiración en mis labios. Empezó a besarme. Mi cuerpo vibraba en su cuerpo.
— Te dije que te amo. Te amo Abigaíl, eres la única mujer que yo amo, te amo entiéndelo.
Se acercó a mi cuello, pasó su lengua. Abrí mi boca y mordí mis labios.
— Yo también te amo— le respondí— Pero...
— Pero nada— soltó mis manos.
Tomó mis mejillas entre sus manos y me besó. Me tenía sin pensar, no puedo creer que vaya a caer, pero quiero sentir su cuerpo.
Terminé llorando después de hacer el amor. Era como una combinación de placer, de culpa, de enojo, tristeza y felicidad. No pude contenerme y terminé soltando lágrimas como una niña.
— ¿Otra vez llorando? Nosotros nos amamos, debemos estar juntos. Ya termina de perdonarme y vámonos a casa, mi casa es tu casa.
— Los recuerdos de Aurora siguen ahí, en tu despacho.
— Si quieres lo voy a quemar.
— Todavía siguen sus fotos guardadas y las cartas ahí. No te entiendo.
— Mañana mismo voy a quemar todo.
Aún conserva sus recuerdos, no entiendo por qué aún no se deshace de ellos. No quiero luchar con un fantasma.
Larry se quedó esa noche conmigo, no quiso irse a su casa.
A la mañana siguiente esperé que él se fuera a su trabajo primero. No quería que él se enterará de que estaba trabajando, si no lo tendría en la universidad todo el tiempo.
Salí de dar clase. Ernesto me llamó a su oficina.
— Hay una convocatoria para maestros que quieren sacar su maestría. Te envié como una propuesta. Son tres años en España. ¿Estás de acuerdo?
— Estoy de acuerdo. Si es para prepararme y ser mejor profesionalmente, estoy dispuesta a ir.
— Entonces haré los trámites. En una semana más o menos sería el viaje.
— Está bien.
Mi jornada laboral terminó. Llegué a mi casa. Nuevamente Larry estaba ahí. Él no sabe darse por vencido.
— ¿Cómo está mi esposa?
— Estoy bien. Una pregunta, todos los días vas a estar aquí.
— Sí. Hasta que regreses. ¿De dónde vienes?
Abrí la puerta y él entró sin permiso.
— Entonces, de dónde vienes.
— De trabajar. Perdón si ayer te mentí.
— ¿Dónde trabajas?
—No te lo diré. Si te digo, estarás ahí todo el tiempo.
— Regresaste a la universidad— abrí los ojos y eso me evidenció.
— Mmm. Sí. Voy a hacer mi maestría. Así que ya no estés viniendo acá. Voy a viajar.
— ¿A dónde vas?
— Es un secreto.
Larry tenía una cara de molesto.
— No puedes decirme, tomas decisiones sin consultarme. Creo que ya es suficiente de este juego. Eres mi esposa, y no quería decir esto, Pero tienes un contrato firmado conmigo.
No dije nada. Él tiene la razón.
— Es mi futuro profesional. Viajo en una semana.
Se acercó y me tomó por la cintura.
— Abi, eres terca. Es hora de regresar. Si vas a ir a estudiar, por lo menos regresa a casa y hagamos las paces. Yo voy a apoyarte siempre. Pero me hubiese gustado que me tomarás en cuenta. Si bien, no soy perfecto y cometo muchos errores y tengo un pasado que no te gusta mucho, Pero eso no quita mi amor por ti y que eres mi esposa.
— Está bien. Hagamos las paces.
son cortas y sin tanto enredo felicidades y más que agradecida por tan linda labor
felicidades
Exitos Éxitos Éxitos