Ander Hernández, un futbolista nacido en cuna de oro, decide ocultar su apellido para construir su carrera sin la sombra de su influyente padre. En su camino, conoce a Dalia Molina, una mujer que desafía los estándares tradicionales de belleza con su figura curvilínea y sus adorables mejillas.
Dalia, que acaba de sufrir una pérdida devastadora, se enfrenta al reto de sacar adelante a su madre y a su hermana menor. Pero su mundo da un giro inesperado cuando un hombre, tan diferente de ella en apariencia y situación económica, irrumpe en su vida, alterando todos sus planes.
A pesar de sus diferencias, tanto físicas como sociales, los corazones de Ander y Dalia laten al unísono, mostrando que, aunque sean polos opuestos en muchos aspectos, comparten lo más importante: un espíritu noble y un amor que trasciende todas las barreras.
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Parte 17
Dalia
Vi a lo lejos como Ander tenía el celular, me miraba superdesorbitado. ¿Qué tenía?
—Ander, ¿estás bien? —Toco su brazo, pero él se aleja de manera brusca, quedo sorprendida y me alejo un poco. Abre sus ojos sorprendido y trata de acercarse más a mí, pero no lo permito. —No me toques.
Me alejo y voy al lado del entrenador. Nunca se había comportado así, ¿ahora tenía esa actitud? ¿Se le llenó la cabeza de fama o qué? Ander se había vuelto una sensación en todas las redes, en los clubs, en todo.
¿Yo? Yo había sido juzgada por apariencia, también me estaban buscando, pero solo una parte de mi familia, las que nos dieron la espalda. Ahora podía sobrevivir con el sueldo de asistente, no podía decir que no.
—¡Dalia! —Olivia salta sobre mí —Ya el partido va a empezar.
—Gracias —Acaricia su cabeza, seguía con su entrenamiento en el voleibol, pero nunca se perdía un partido de los chicos, era su fan #1, de eso no había ninguna duda.
Nos preparamos para salir, pero antes de hacerlo alguien agarra mi mano, cuando volteo a ver quien es, me encuentro con Hernandez, me mira con suplica.
—Necesitamos hablar.
—Ahora no, debemos estar concentrados en el partido.
—Tiempo fuera —El entrenador se acerca a nosotros —Organicen esto ya, porque no quiere que le afecte a ninguno de los dos. —Se adelanta y nos deja solos.
—¿Qué quieres?
—Lo siento, no debí comportarme así.
—Felicidades que sabes lo básico —Él suspira.
—No me respondas de esa forma, de verdad lo siento.
—¿Entonces puedo saber por qué te comportas así? ¿Qué sucedió? —Me acerco lentamente con mi mano para tocarlo, no recibo ningún gesto agresivo.
—Me llamó mi ex, la misma que siempre pensé que estaría toda la vida, con la que creí que me casaría.
—¿Qué te dijo?
—Creo que tengo un hijo —Alzo una ceja totalmente confundida.
—¿Tú eres lento o te haces? —Él me mira sorprendido —Me dijiste que ella fue infiel, que incluso su relación se terminó por eso, ¿crees qué debo creerle? No estoy segura de que sea tu hijo, aunque lo fuera, lo hiciste cuando no nos conocíamos, no tengo rabia o rencor, tal vez con ella sí. Pero contigo jamás.
—Dios, perdón —Me abraza fuertemente.
—No te desquites conmigo, Ander. Te amo, ¿sí? Te amo, acepto que te amo, me haces reír, me haces estresar y me has hecho conocer mucho de mí misma y no me tratas diferente aunque tenga una personalidad bastante dominante.
—También te amo, cachetes. Disculpa por dudar de ti.
—No me estreso mucho, eres un hombre —Me rio, mi novio pone los ojos en blanco, para robarme un beso y corremos para llegar a tiempo.
Sí ese niño que la ex decía que era su hijo, sabía que lo iba a cuidar bastante, porque así era el corazón noble y hermoso de mi pareja. Pero si no llegaba a hacerlo, se iba a meter tremenda ilusionada, porque yo veía como se comportaba con los niños, yo veía esos ojos llenos de ganas de querer tener mil.
Ahora no podía hacerlo, aunque posiblemente. Acaricio mi vientre inconscientemente, tal vez, solo tal vez.
Cuando me vuelvo a concentrar en el partido, veo dos de los muchachos discutiendo y meto un grito.
—¡Háganlo y se quedan sin nada! —El grito hace eco, el entrenador se voltea a verme, señalo a los que pelean y hago como si les cortará la cabeza. Ellos me miran y miran a esos mismos muchachos y se quedan viendo fijamente para retroceder, mientras los demás los ponen en su posición.
—Pareces más el entrenador tú que yo —Me dice Carlos, yo le sonrió.
—Los hombres son de pensamientos simples.
—¿Todos o solo el tuyo?
—Uhm, todos, pero mi favorito es el arquero —Miro a Ander, que se veía muy lindo, concentrado, aunque seguía con su ceño fruncido, no estaba para enfocado en el partido, tenía su mente por todas partes. —Saca a Ander, no creo que esté funcionando.
—¿Sucedió algo?
—No sé, solo que Dios, no puedo permitir que perdamos, hemos estado muy bien estos últimos partidos.
—Tenle algo de fe —Es el veterano que ahora está de suplente como arquero que nos habla —Ese niño ha llegado lejos, se ve porque de lejos podría ser un capitán mejor que todos los que ha habido.
Era cierto, en la cancha notaba cosas de cada jugador que servía para meter goles y poder ganar continuamente. Sabía el potencial de mi pareja, suspiro mientras me siento en las sillas a ver el partido.
¿Qué debía hacer? Si verdad tenía un hijo, solo sería criticado, eso podría destruir su gran corazón y sumado que su familia lo estaba llamando como loco, sobre todo su padre que ahora estaba muy contento con su hijo talentoso.
También sabía lo que mi lindo suegro había dicho de mi pareja solo por ser arquero, cosa que me parecía una tontería, pero era diferente decirlo a demostrar que cada cosa mala que le dijo su papá, era una mentira.
Mi hombre estaba triunfando, ¡lo estaba logrando!
El silbato para acabar el primer tiempo suena, agarro de una con mi mano a Ander para llevarlo a uno de los baños y hablar con él, no podía dejar que siguiera así, tuvimos muchos riesgos de gol.
—Te necesito concentrado, cariño —Agarro su rostro con ambas manos —. Solucionaremos rápido eso, porque yo te ayudaré en todo, somos un equipo.
—No sé como.
—Llama un amigo, que no esté viendo el partido o que tenga tiempo libre. Va a ir donde tu ex, le tomará una muestra, yo buscaré a alguien y hablaremos para que hagan esa prueba rápida, el dinero mueve todo. —Él repasa lo que le dije y asiente.
Pero un segundo antes, pone su mano en uno de mis pech*os, enarco una ceja.
—Solo, déjame un poquito, eso también me ayuda.
—Dios, no tenemos mucho tiempo —Jadeo cuando presiona por encima uno de mis puntitos.
—No necesito tanto, solo necesito manejar la frustración.
—Cierra el baño y si nos cobran una multa, tú la pagas.