Después de un accidente de auto, quedé en sillas de ruedas, mi novia habia fallecido. Pasé años en depresión, hasta que un día, cuando mi hermana Antonella y yo salimos a la plaza y la vía ella, una chica sentada en una de las banquetas que estaba junto a la estatua del general.
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LABOR DE PARTO
ADRIÁN JONES
A media noche, Yara se quejó de un fuerte del vientre y tuvo un pequeño sangrado. Llamé a los doctores de emergencia.
Los doctores revisaron a Yara. Le hicieron toda la rutina prenatal.
— Reposo absoluto. El estrés y el viaje pasan facturas. Cero sexo hasta que la amenaza de aborto pase— una enfermera se quedó cerca del cuarto con indicaciones del doctor por si volvía a repetirse la situación.
YARA CORTÉZ
Seguí las indicaciones del doctor, me acosté nuevamente en la cama. Era como si el bebé no quisiera nacer, aunque el estrés de estas dos últimas semanas me han dado una sacudida emocional tremenda.
Adrián se pasó de la silla de ruedas a la cama. En ese cuarto éramos dos personas sin mucho que hacer. Se acercó, se acomodó y me hizo seña que me acercará a su pecho. Escuchar los latidos de su corazón me hacía sentir calma y protegida.
— Van a estar bien. Aquí el servicio médico es más que excelente y mi bebé es fuerte.
— Eso espero. Creo que he vivido últimamente un Vaivén de emociones.
— Perdóname, el culpable de algunas emociones he sido yo.
— Si bien lo sabes— froté mi cara contra su lecho como un gato— me hacías falta estar así contigo.
— Yo también quería estar contigo. Te amo mi princesa bella.
— Que bien se siente escuchar que me amas. Yo también te amo.
—Descansemos.
ADRIÁN JONES
Amo con todo mi corazón a Yara. Pero es imposible no pensar en Mía, ¿Dónde estará? ¿Cuáles son sus condiciones?
No sé si me gustaría verla una vez más. No sé si todo aflore, ella fue mi primer amor, un amor intenso como los rayos del sol en verano. Tan intenso que no había límites en nada de lo que hacíamos, por eso estoy ahora en silla de ruedas. Todo era locura con ella.
Dormí un rato. A las 9 tenía fisioterapia y a las 2 iba a psicología, así era cada día. Citas tras citas. Cuidaban mi alimentación, cuidaban cada aspecto de mi salud física y mental.
Entró el doctor a la habitación para ver cómo continuaba Yara.
Yara me acompañó a la fisioterapeuta, aunque solo de espectadora. Llevaba un cuaderno y un lápiz.
— ¿Cuaderno y lápiz?
— Para no aburrirme, voy a dibujar.
Mi fisioterapia empezó. Yara abrió su cuaderno y empezó a dibujar.
Las fisioterapias me cansaban, me hacían llegar a mi límite. Por primera vez después de aquel accidente pude mover un poco las puntas de mis dedos, podía sentir ese leve movimiento, por primera vez mis piernas le hicieron caso a la orden de mi cerebro. Lloré de felicidad.
— Muy bien, excelente— la doctora me animaba.
Pasaron seis meses.
Mis padres me visitaban dos veces al mes, aunque me sentía molesta con mi mamá, ella aún menospreciaba a Yara. Aunque mi papá era distinto, él la trataba como parte de la familia. Con Antonella y María solo nos comunicábamos por videollamada.
De pasar a mover solo los dedos pasé a mover un poco mis piernas. Dejé la silla de rueda y empecé con un andador ortopedico plegable.
Yara estaba a punto de dar a luz.
YARA CORTÉZ
Debido al reposo absoluto, pasaba todo el tiempo en la cama, pero gracias a eso, mi bebé ha estado bien. Mi cuaderno de bocetos está lleno, juro que cuando Adrián termine sus terapias, voy a dedicarme a crear lindos atuendos.
Los padres de Adrián llegaron a visitarlo como era costumbre. La madre de él (Lucia) siempre me daba malas miradas, pero la verdad es que ya me había acostumbrado a ignorarla. Mientras el padre de él, el señor Jorge, siempre me llenaba de regalos para el bebé.
En la sala de aquella villa, estamos todos reunidos cuando la señora Lucia hizo un comentario que me hizo tener contracciones.
— Ya hablaste con ella de Mía— Habló Lucia de la nada.
— Mamá cállate — Adrián le dio una mirada feroz.
— Ella está viva— esas tres palabras me impresionaron.
— Lucia, nos vamos. Esto es el colmo contigo— el padre de Adrián le tomó la mano a Lucia y la sacó de la villa.
Solo miré a Adrián en silencio, tragando saliva. Se supone que ella está muerta, ahora está viva. Todo este tiempo, Adrián me ha mentido.
— Amor, déjame explicar.
—Está bien, si está viva o muerta, eso no me importa. Lo único que me importa es mi bebé— Me levanté de la silla— tranquilo, ¿si? Me voy a acostar, me siento un poco cansada.
— Yo no lo sabía, lo supe hasta hace unos meses atrás.
— No digas nada— le sonreí— ya te dije que está bien.
Él tomó mi mano.
— Sé que no estás bien, no me mientas. Conozco esos gestos y esa mirada.
Él se puso de pie apoyándose del andador.
— Tienes razón. No estoy bien. Me molesta que no cuentes nada de ella. Todo es un secreto alrededor de esa Mía. Tu madre la prefiere a ella que a mí, que soy tu mujer y madre de tu hijo. He soportado cada mala mirada y gestos y comentarios mal intencionados de tu madre, pero está vez creo que llegué a mi límite. Sabes que, mejor voy a caminar un rato.
— Te acompaño.
— Quiero estar sola un momento. ¿Puedo?
Di un par de pasos y un dolor agudo en el vientre me detuvo. Empezaron aquellas contracciones. Apreté mis puños y apreté mis dientes, terminé soltando un sonido de dolor.
Adrián se acercó y me abrazó. Él estaba lejos de saber que ese sonido no era de molestia sino por las contracciones.
Le tomé la mano y la apreté con fuerza. Un líquido acuoso salió de mi vagina. Era como si una bolsa de agua se rompiera.
Él me miró.
— ¿Ya va a nacer el bebé o que es eso?
— El doctor, llama al doctor.
Adrián tomó su celular y llamó al doctor y en dos por tres, había doctores y enfermeras en la villa.
Me trasladaron de la villa al centro de la clínica que estaba a unos minutos.