Quédate Conmigo

Edgar se encontraba en la parte más distante de la sala, no podía ver con claridad a la mujer tendida entre la camilla. Desde el momento en que Morgana se desmoronó en sus brazos se dio cuenta que la mujer le importaba aún cuando ella había ocultado una verdad que le afectaba.

Pero aun, cuando la enfermera le dio la noticia de la causa del desmayo, supo que estaba tan metido en aquella relación de lo que había estado con Holly.

Morgana Thompson estaba embarazada de él, de nuevo.

Aún, con la noticia fresca en su mente, no supo cómo proceder. No podía permitirse dejarla sola ahora que su segundo hijo estaba en su vientre, pero tampoco podía dejar pasar aquellas malas decisiones que lo hicieron perder los seis años de Jacob en su vida. Tenia que pensar en algo efectivo para que la mujer comprendiera que con él no se jugaba y que ahora mismo, aunque estuviera casada con Ronald Thompson, deseaba reclamarla como suya.

Sabia que cuando la verdad saliera a la luz, todo se iba a desmoronar en su vida y aunque quisiera sentir un poco de compasión, estaba decidido a destruir aquella farsa que por años ellos llevaron. Su hijo era importante y no podía permitir que el niño llamara padre a otra persona, era suyo, su sangre.

Morgana abrió los ojos y se dio cuenta donde se encontraba, la intravenosa se encontraba en su mano y una pequeña y delgada cobija se encontraba encima de ella. Pero la peor parte de todo es que busco en su mente como había llegado aquí, pero jamás supo.

Entonces los ojos color azules la miraron con preocupación, pero enseguida cambiaron aquella expresión fría que había adoptado desde que le dijo la verdad, ella no podía sentirse peor, hoy había ido de desgracias hasta el grado de estar en una cama de hospital recibiendo líquidos por una intravenosa.

Aunque sabia que la verdad estaba pronta a salir a la luz, quiso aferrarse con fuerza de lo que siempre había conocido, a su mejo amigo, a su hijo y al Edgar el amor de su vida, pero todo estaba peor de lo que imaginaba, ahora no tenía a nadie y por el resto de su vida iba a permanecer sola sin ver a su hijo.

—¿Jacob fue a operacion?—Su voz era ronca, al parecer había estado lo suficiente acostada para estar al pendiente de su hijo—Dime que está bien, Edgar. Te veo muy serio.

El chico la miro, no sabia como explicarle la idea que rodeaba su mente. Sonaba descabellado pero era la única manera que Morgana permanecería a su lado, cuidando pero sin involucrar su corazón.

—No estoy así... por Jacob. El niño salió bien, sigue en terapia intensiva pero es fuerte.—El se levantó del asiento y camino hacia ella, después de todo gritar aquella verdad solo lo iba alterar más— Hay algo que me dijo la enfermera cuando salió de aquí y espero que tu no te hayas enterado y me lo hayas ocultado.

Moegana abrió los ojos de par en par, no sabía que estaba hablando. Pero esperaba que lo que sea que hubiera dicho, no fuera algo malo.

—Morgana ¿Tu estás...? ¿Bien?

—Creo que no entiendo tu pregunta, Edgar. Mi día es el peor que he tenido en toda mi vida, mi hijo esta en peligro, mi sueños destruidos, tu...—Ella agacho la mirada al suelo y se guardo las palabras, no iba a decirlas en vano, no eran importante en ese momento— ¿Algo sucede?

—Morgana, tu estás embarazada.

—Pero ¿Como?

—Eso no es importante, necesito saber si realmente sabías de todo esto y no quisiste decírmelo ¿ O que, acaso no es mío?

Morgana no pudo pronunciar ninguna palabra no sabía que decir, sabia que si hablaba todas sus palabras iban a salir a borbotones diciendo la única pura verdad, que su cuerpo le pertenecía tanto que desde que había aparecido, solo se había entregado a él. Pero su rostro sólo demostraba la dureza que ella jamás pensó presenciar cuando estuvieran a solas.

—Bueno, por tu expresión confiaré en ti, esperemos que esta vez no me mientas como lo hiciste. Si es mi hijo me haré responsable de él hasta que salga de tu vientre, después, lucharé por su custodia para tener a ambos niños.

—¿Que te pasa, Edgar? ¿De dónde viene esa actitud? entiendo que estés enojado por Jacob, pero no voy a permitir que te lleves el que está dentro de mi. No, corrección, no voy a permitir que te lleves a mis hijos aún si la vida dependiera de ello.

Entonces echa una furia se levantó de la camilla y en un solo movimiento se arrancó la intravenosa y salió de la habitación. No iba a permitirlo, después de todo eran sus hijos.

Edgar quería llorar ahí mismo, amaba a esa mujer y aunque no le confirmara que aquel niño era suyo, estaba completamente seguro que el bebé en su vientre llevaba su sangre. Quería gritar de felicidad, quería abrazarla y besarla para demostrarle que su corazón le pertenecía, pero el dolor no lo dejaba avanzar, tenía que ser fuerte, debía demostrar dureza para que ella no lo alejara de aquellos niños que llevaban su sangre sobre sus venas.

No iba a permitirlo, así tuviera que entregar todo lo que tenía, aquellos niños iban a estar a su lado.

—No te vez feliz. Pensé que cuando me dijeras que ibas a ser padre ibas a estar llorando junto conmigo—Margaret Smith apareció en la puerta con un vestido demasiado elegante a la ocasión, su perfecto maquillaje se escondía debajo de su pequeño velo pegado a su gorro—Hola, cariño.

Edgar cuando miro a su madre quiso desmoronarse ahí mismo, sus sentimientos eran un torbellino de emociones que no podía detener, aún cuando sabía que había encontrado el amor, no podía amar con plenitud, necesitaba encontrar las fuerzas suficientes para mantener su corazón protegido, no quería ser él que tuviera que perder esta vez y aunque había ganado dos hijos que iban a alegrar sus días, su corazón aún se encontraba roto por las mentiras y engaños de Morgana Thompson.

Su corazón le pertenecía pero su confianza había desmoronado toda opción de quedarse con ella para siempre.

—Sé que eres un hombre fuerte y aunque escuche todo detrás de esa puerta, se que estás tan loco por esa mujer que estuviste a punto de arrodillarse ante ella.

—No puedo dejarle a los niños. Los quiero conmigo.

—Bueno, un paso a la vez, primero dejemos que el niño salga de la operación y luego podremos llamarle a los amigos de tu padre para empezar el proceso de derecho de paternidad ¿Esta bien?

—Se que sonará descabellado para ti pero quiero llevarme al bebé y a Morgana a la gran casa, mamá.

La mujer sonrió y asintió, después de todo, Edgar era un hombre decente que sabía lo que hacía. Nunca era infiel a su pobre corazón. Ahora mismo, aunque estuvieran las cosas tan retorcidas como ahora lo estaban, sabía que las campanas de boda, se avecinaban.

Porque su hijo era fuerte y suficiente para dejar pasar todo esto.