Puntadas

—¿Por qué estás molesto? —Emily observó a Aziel.

—No estoy molesto, mi mente está colapsando... eso es todo. Hace un mes lloraba frente a una tumba vacía, y hoy, estás aquí. Además, descubro que soy padre y que la persona en quien más confiaba resultó ser una alimaña mentirosa...

Emily dirigió su mirada hacia Alán, asegurándose de que estuviera dormido tranquilamente. Al confirmarlo, se acercó a su esposo y suavemente le acarició la mejilla.

—Para mí también ha sido increíble, pero lo veo como una nueva oportunidad. Todo este tiempo me la pasé pensando en lo que pudo haber sido, y hoy estamos aquí, no pienso dejarte ir otra vez...

No pudo terminar la frase, porque Aziel la interrumpió con un beso lento y tierno, tan contrario a su usual personalidad dura y fuerte. En cuestión de segundos, sus manos empezaron a acariciar sus caderas, sumergiéndola en el tacto. ¿Cuántas noches lloró deseando volver a sentirlo? Pasión, amor, deseo, todo era tan intenso que los hacía sentir vulnerables.

El llanto de Alán los hizo separarse abruptamente. La mente del niño no podía entender que, hacia un hombre desconocido, casi encima de su frágil madre, además que él jamás la vio tan cerca de otra persona.

Emily se apresuró hacia él, cuyas lágrimas aún resonaban en el silencio del lugar. Al cargarlo en sus brazos y arrullarlo, buscaba no solo calmar al niño sino también restaurar la paz que del momento roto. Aziel, por su parte, se mantuvo al margen, observando la escena con una expresión de frustración evidente.

Para él, este era un territorio desconocido y, honestamente, incómodo. Alán, con sus constantes demandas y llantos, se convertía en lo que Aziel consideraba un obstáculo, un recordatorio de una realidad que todavía le costaba aceptar. Nunca había tenido que lidiar con niños, menos aún con uno que, técnicamente, era suyo, pero le resultaba tan ajeno.

Mientras Emily mecía a Alán en sus brazos, intentando transmitirle seguridad y calma, Aziel se paseaba por el cuartito, cada paso reflejando su conflicto interno. ¿Cómo se suponía que debía sentirse? ¿Cómo actuar? Observaba la facilidad con que Emily manejaba la situación, una naturalidad que a él le faltaba por completo. Todos estos años sin ella, batalla con la constante demanda del señor Arce sobre contraer otro matrimonio, reiterando lo importante de traer un heredero. Y, allí está el quejumbroso heredero y no podía evitar el dolor de cabeza. De todos los niños molestos ¿Por qué a él le tocó el peor? De seguro vivir entre estiércol de animales le afectó.

—Él no siempre es así, es un niño muy dulce y tranquilo… es solo que no te conoce —dijo Emily, su voz suave pero firme, consciente de la distancia que Aziel mantenía, tanto física como emocionalmente.

—No sé cómo tratar con... esto —respondió Aziel, mirando a Alán, incapaz de ocultar su incomodidad.

—Es tu hijo, Aziel. No un "esto". Siempre ha necesitado a su padre, bueno que niño no lo necesita. Sé que los dos se van a acoplar y a llevarse muy bien —Emily lo miró, esperando encontrar algún atisbo de entendimiento en sus ojos.

Aziel volvió su vista en Alán, quien, tranquilo por los esfuerzos de Emily, observaba a su alrededor con curiosidad infantil. Poseía algo en esa mirada inocente que lo alcanzaba, pero aún no estaba listo para admitirlo.

—Tendré que aprender, entonces —admitió finalmente, aunque su voz no escondía la renuencia. Ahora ese mocoso escandaloso venía en el paquete si quería estar su esposa.

Emily asintió, reconociendo la admisión de Aziel como un primer paso. Sabía que la paciencia, que él tenía muy limitada, sería su mejor aliada en este nuevo capítulo de sus vidas. Pero todo el infierno vivido por su ausencia, quedó atrás,

La noche avanzaba, dejando al descubierto las complejidades de una familia que empezaba a formarse en medio de circunstancias poco convencionales.

***

Al despertar, Emily no pudo evitar recordar cada detalle de la noche anterior: el beso, la presencia reconfortante de Aziel, su esposo. Todo fue real, no un sueño fugaz como temió en un momento de preocupación nocturna. Sin embargo, en medio de esos recuerdos, un pensamiento la golpeó con la fuerza de una ola fría:

—Luvina —murmuró, casi esperando que el viento fuera lo suficientemente amable como para llevar su preocupación y cariño hasta donde su amiga estuviera cautiva. El recuerdo de su última reunión, llena de risas y despreocupación, se sentía distante, casi de otro mundo—. Te voy a encontrar.

Con Alán aún en brazos, salió de su hogar. Los hombres de Aziel, ahora guardianes de su seguridad, la saludaron con una mezcla de respeto y cautela. A lo lejos, vio a Margarita haciéndole señas desde su puerta, claramente ansiosa por entender la presencia de aquellos hombres alrededor de la casa. Parecían más protectores de un tesoro que simples aldeanos, y Margarita quería respuestas.

Mientras tanto, Rinaldi no perdía el tiempo. Estaba coordinando con sus hombres el próximo paso a seguir. Acordaron que, al anochecer, en las afueras del pueblo vecino, liberarían a Junior. Pero dejó claro que cualquier intento de traición o emboscada por parte de los bandidos resultaría en un conflicto sangriento. Aziel no estaba dispuesto a jugar juegos: su prioridad era la seguridad de su esposa, y haría lo necesario para asegurarla.

Por la tarde, le contó a Emily su plan.

—¿Es fácil para ti dominar a esos hombres? —Emily interrumpió el silencio con una pregunta directa, su mirada fija en la de Aziel.

—Sí —respondió él sin vacilar, la confianza resonando en su tono.

La curiosidad y la gravedad se mezclaban en la voz de Emily mientras profundizaba:

—¿Y controlar este lugar? ¿Sería fácil?

Aziel la observó, evaluando la naturaleza de la pregunta.

 —Fácil no es la palabra que usaría, pero no es imposible —reconoció, sin dar mayores detalles.

Emily asintió, con una chispa inusual en sus ojos.

 —Entonces, si puedes controlar este lugar… Matar a esos hombres... Y ser el nuevo líder —sus palabras flotaban en el aire, cargadas de una osadía recién descubierta.