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Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Cuando Era Joven, Me Convertí En Millonario

Status: En proceso
Genre:Romance / Comedia / CEO
Popularitas:2.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Cristián perez

Me hice millonario antes de graduarme, cuando todos aún se reían del Bitcoin. Antes de los veinte ya tenía más dinero del que podía gastar... y más tiempo libre del que sabía usar. ¿Mi plan? Dormir hasta tarde, comer bien, comprar autos caros, viajar un poco y no pensar demasiado..... Pero claro, la vida no soporta ver a alguien tan tranquilo.

NovelToon tiene autorización de Cristián perez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 15: No me obligues a golpearte en tu cumpleaños

—¡Adrián ha llegado! —se escuchó una voz femenina desde la cocina.

Era Grace Morgan, la madre de Ethan. Asomó la cabeza por la puerta con una sonrisa cálida.

De estatura media, con rasgos elegantes y un brillo amable en la mirada, Grace irradiaba la gracia de una mujer madura y cuidada. Su sonrisa, dulce y maternal, llenó el ambiente con una sensación de hogar.

—Tía Grace, cada vez se ve más joven —dijo Adrián con su habitual encanto—. Si dijera que es mi hermana, nadie lo dudaría.

Aunque sabía que él solo la estaba halagando, Grace soltó una carcajada, encantada.

—Ay, Adrián, siempre tan dulce. Uno se alegra de escucharlo, aunque sea mentira. Estoy vieja ya, hijo.

Toda mujer, sin importar si tiene dieciocho o sesenta y ocho años, ama escuchar que parece más joven.

Y Grace Morgan, como esposa de un empresario exitoso, podía presumir de merecer ese cumplido. Nunca había trabajado ni hecho labores domésticas; su vida giraba en torno a reuniones sociales, cenas, cafés con amigas y tratamientos de belleza. Su elegancia no era casualidad: era fruto de tiempo y dinero invertido con dedicación.

Con su porte sereno y distinguido, emanaba la confianza de quien domina su entorno.

—Por favor, siéntate un momento, la cena estará lista enseguida —dijo amablemente.

—¡De acuerdo! Pero yo traigo unos platos extra —respondió Adrián con una sonrisa.

Grace rara vez cocinaba, pero aquella noche era especial: el cumpleaños de su querido hijo. Y, por una vez, quiso encargarse personalmente de la comida.

Poco después, todos se reunieron en el comedor.

La mesa estaba servida con un lujo digno de revista: langosta, abulón, caviar, trufas negras, vino y postres franceses. Cada plato reflejaba la vida de abundancia de los Morgan.

Como anfitrión y cabeza de familia, George Morgan levantó su copa.

—Feliz cumpleaños, hijo —dijo con voz firme y paternal, descorchando la botella de Château d’Yquem 1787 que Adrián le había regalado la semana anterior.

El aroma del vino llenó la habitación, cálido y profundo. Era un vino digno de su reputación.

Ethan, sentado al lado, no podía dejar de mirar la botella con ojos brillantes. Le encantaría probarlo, pero ambos tenían asuntos esa noche, así que se contuvieron.

Nada de alcohol, solo refrescos.

—Hermano Adrián, ¿qué has estado haciendo últimamente? —preguntó Ethan mientras pelaba una langosta con destreza—. Hace tiempo que no subes nada a tu canal.

—He dejado las transmisiones —respondió Adrián, tomando un sorbo de agua—. Compré una empresa de medios, Lark Media Inc.. Quiero construir algo real mientras todavía soy joven.

Ethan se quedó mirándolo, sorprendido.

—¿Tú, trabajando duro? Vamos, eso suena más raro que ver a un pez caminar. ¿Qué te pasó, hermano? Además, escuché que las agencias de medios están llenas de chicas hermosas. No me digas que te enamoraste de alguna.

Adrián se rio sin responder. Ethan lo conocía demasiado bien. Las palabras “trabajo duro” y “Adrián Foster” nunca habían estado en la misma oración.

Grace intervino, colocando con cariño unos camarones en el plato de Adrián.

—Adrián está en la edad justa para dedicarse a su carrera. No todo el mundo puede pasar el día holgazaneando, ¿sabes? Deberías aprender un poco de él —dijo mirando a su hijo con intención.

—¿En serio, mamá? —protestó Ethan indignado—. Cuando yo salía con una chica, casi me haces firmar un contrato para mantenerme soltero, y ahora animas a Adrián a enamorarse. ¡Injusto! A veces pienso que lo quieres más que a mí.

Adrián apenas pudo contener la risa. Hermano, estás firmando tu sentencia.

Grace lo fulminó con la mirada.

—¿Cómo te atreves a decir eso? Si quieres una relación, hazlo en serio. Si no planeas casarte, deja de jugar con las chicas. No quiero más problemas ni tonterías, ¿entendiste?

Ethan levantó las manos, resignado.

—Tranquila, mamá. Hoy es mi cumpleaños, ¿puedes no arruinarlo con una amenaza?

Pero Grace no cedió. Su voz bajó de tono, fría como una ráfaga del Ártico.

—No me obligues a golpearte en tu cumpleaños, ¿entiendes?

Ethan se encogió en la silla, tragando saliva.

—Entendido, señora Morgan. Perfectamente entendido —murmuró, metiéndose comida en la boca para no seguir hablando.

La escena hizo reír a Adrián. Ver cómo su amigo, un tipo engreído con autos deportivos y lentes de diseñador, se derretía bajo la mirada de su madre era simplemente impagable.

George Morgan, que observaba en silencio mientras bebía su copa, intervino con calma:

—Hoy en día, tener un negocio físico es cada vez más difícil. La economía digital es el futuro. Los grandes capitales están moviéndose hacia internet, buscando nuevas formas de riqueza.

Miró a Adrián con respeto.

—Ten cuidado con los inversionistas. Mantén el control de tus acciones. No dejes que el capital te consuma. Con tus fondos y tu visión, podrías aprovechar la ola de la nueva economía digital.

—Lo tendré en cuenta, señor Morgan —respondió Adrián, sirviendo más vino con cortesía.

Sabía perfectamente de qué hablaba. En el mundo del capital, el pez grande se come al pequeño, y el pequeño al camarón. Su intención no era conquistar Wall Street ni hacerse multimillonario; solo quería usar su empresa como una excusa para mostrarse ante Claire Williams y dejar claro que no era un niño mimado, sino un empresario hecho y derecho.

George lo miró con una sonrisa tranquila. Había conocido a muchos jóvenes ricos, pero pocos con la cabeza tan fría como Adrián. Luego giró hacia su hijo y preguntó con ceño fruncido:

—Adrián ha fundado una empresa. ¿Y tú, Ethan? ¿Cuáles son tus planes?

Ethan parpadeó, confundido.

—¿Yo? No sé, vivir tranquilo, supongo.

—¿Nunca pensaste en trabajar conmigo o crear tu propio negocio?

—No, papá, estoy bien así. Aunque si Adrián quiere, puedo trabajar en su empresa. No necesito sueldo, solo dame el puesto de subdirector general —bromeó con una sonrisa descarada.

Adrián se rio.

—¿Subdirector general? Claro… para que te pases el día coqueteando con mis empleadas.

Antes de que pudiera seguir, George golpeó la mesa con fuerza.

—Basta. A partir del lunes trabajarás en la empresa familiar. No pienso verte desperdiciar tu vida un día más.

Ethan se quedó helado. Miró a su padre, luego a Adrián, y suspiró con dramatismo.

—Hoy no es mi cumpleaños… es mi funeral —dijo en voz baja.

La cena continuó más tranquila. Ethan comía en silencio, resignado, mientras Adrián conversaba con los Morgan entre risas.

Grace incluso le preguntó si quería que le presentara alguna chica, a lo que él respondió con educación:

—Agradezco su amabilidad, tía Grace, pero ya estoy enamorado.

Ethan, que escuchó aquello, soltó una risa sarcástica.

—¿Tú, enamorado? Por favor, hermano, lo más romántico que has tenido son tus manos izquierda y derecha. Nadie te cree.

Adrián lo miró sin molestarse. Ambos sabían que no era necesario decir más; entre amigos, algunas verdades se entendían sin palabras.

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1
Lilia Salazar
le faltó el final saber si conquistó a la que le gusta o que honda
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