Austin lleva una vida envidiable y llena de éxito: es un médico de prestigio y forma parte de una hermosa familia. Sin embargo, tras su fachada impecable, guarda secretos y lleva una doble vida que mantiene en absoluto silencio. Todo cambia cuando conoce a una mujer misteriosa, cuyo carácter enigmático lo seduce y lo impulsa a explorar un mundo de placeres prohibidos. Este encuentro lo confronta con una profunda encrucijada, cuestionándose si la vida que ha construido y anhela realmente le brinda la felicidad genuina o si, en realidad, ha estado viviendo una ilusión.
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Mujeres de la Noche
Kate
La noche en que Austin y yo decidimos intentar revivir la chispa de nuestro matrimonio, no podía imaginar que todo se complicaría aún más. Había pasado una semana desde nuestra cita en el restaurante, y mi corazón seguía en un tira y afloja entre el deseo de creer en él y aquella sensación singular que se metía entre mis pensamientos, un recordatorio persistente de que algo no encajaba.
—Kate, te deseo con locura —dijo Austin, mientras me perdía en mis pensamientos cuando cruzamos la puerta de casa. Me besó con una pasión que había olvidado que existía. Lo seguí, incapaz de resistirme. Pero mientras nuestros cuerpos se unían, no podía sacudirme la sensación de que estaba haciendo el amor no con mi marido, sino con un extraño.
Al día siguiente, decidí dejarlo pasar una vez más. La rutina de mi trabajo en el taller del instituto, donde impartía clases de arte, me mantenía ocupada y alejada de dudas. Sin embargo, la llegada de Dominica Donovan cambió todo. No la había visto en años, y se sentía extraño el reencuentro con una amiga a la que había dejado de lado.
—¡Kate! —exclamó mientras entraba, su risa vibrante llenó el taller—. ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo has estado?
—Dominica, ¡qué sorpresa! —dije mientras la abrazaba—. Todo bien, ocupada con mis clases y Sofi.
—Sofi, ¡la pequeña artista! —se rio—. Debe estar preciosa.
—Sí, es un torbellino. Pero cuéntame, ¿qué ha sido de ti?
La seguí a un café cercano para ponernos al día, Dominica, con su característica energía, me habló sobre su carrera como fotógrafa en una de las revistas más importantes del país. Sentí un atisbo de envidia, pero también admiración.
—Oye, Kate —dijo tras un trago de café—, tengo un proyecto en mente y pensé en ti. Quiero que me ayudes a fotografiar a un cliente exclusivo este fin de semana.
Una chispa de emoción cruzó mi mente, pero algo en su tono era insistentemente intrigante.
—¿Un cliente exclusivo? ¿De qué se trata?
—No puedo decirte mucho, solo que es… un poco excéntrico, pero tiene un ojo increíble para el arte. ¿Qué dices?
Esa semana me quedé pensando, rumiando en el eco de las palabras de Dominica. Algo dentro de mí resistía de forma indiscutible. Pero otra parte quería volver a sentirse viva quería volver a hacer lo que tanto amaba y en lo que sabía que era realmente buena, Austin se había mostrado muy abierto a mi regreso a la fotografía y me había mostrado su apoyo en todo momento, a pesar de estar también en una carrera profesional dentro del hospital.
—Está bien —dije finalmente, enviándole un mensaje. La verdad es que el entusiasmo de su voz me había convencido—. Acepto.
Dominica estaba muy entusiasmada por mi respuesta y me había dicho que era una gran oportunidad para mí, para volver.
La incertidumbre se apoderó de mi mente, los días previos a la reunión. Mientras investigaba sobre el club de moda donde nos reuniríamos, descubrí que era un lugar reservado para unos pocos privilegiados, un mundo en el que quizás nunca había pertenecido realmente.
La noche de la salida me encontraba ansiosa por dejar a Austin y a Sofi en casa, y con todo lo que había estado pasando, no estaba segura de si era una buena idea. Pero también ansío pasión, una chispa se había encendido en mí.
Me vestí con un blazer negro y un pantalón que resaltaba mis curvas. Cuando me miré al espejo, me sentí sofisticada. Apreté mi cabello en una cola alta, el rostro iluminado por una pizca de maquillaje. Eso era lo que necesitaba, pensé, un recordatorio de que aún era yo.
Austin apareció con un nuevo portafolio bajo el brazo. Su sonrisa iluminaba su rostro.
—Para la reunión de esta noche, pienso que tus fotografías lucirán aún más geniales aquí. —Me lo entregó, su mirada era un mar lleno de confianza—. Eres hermosa, Kate. Te deseo suerte —mientras me daba un tierno beso.
En ese momento, Sofi saltó en la cama, gritando que mamá era “la más hermosa del mundo mundial”. La abracé, sintiendo que había entre nosotros un espacio que se había enfriado, aunque no entendía del todo.
—Recuerda que tienes que dormir temprano, cariño. —Le guiñé un ojo a Sofi.
Una vez que me despedí, partí hacia el club, con el corazón inquieto y la mente tambaleándose en un mar de dudas.
Cuando llegué, la atmósfera era densa, repleta de luces y murmullos. Identifiqué a Dominica en una mesa alejada, su cabello rubio brillante entre las sombras, y me disculpé por el retraso.
—No pasa nada, el cliente aún no ha llegado. —Me sonrió, arreglando su blusa de seda—. Estás gloriosa.
El tiempo pasó lentamente mientras compartimos un trago y, tras la emoción del reencuentro, Dominica comenzó a explicarme un poco más sobre el cliente. Me mencionó que era alguien muy importante, y entonces sucedió lo inesperado: una figura a la que reconocí al instante entró en el club, su presencia llenando el lugar.
Sasha Bellamy. La misma mujer de la gala y del restaurante. Aquella que había aparecido esa noche casi como un eco, como un presagio. Estaba allí, llevando un vestido que capturaba todas las miradas.
—¿Sasha? —musité en un susurro apenas perceptible, sintiendo el golpe de la incredulidad.
—Sí, ¿La conoces?— me miró Dominica visiblemente entusiasmada, apenas negué —Es una de esas famosas figuras sociales que todos quieren conocer —explicó Dominica, divertida. Pero sentí que el aire se volvía pesado.
Sasha se acercó a nuestra mesa con una confianza innata, como si siempre hubiera estado en este círculo, usándolo como su propio escenario.
—Dominica, querida. ¡Qué bueno verte! —dijo, lanzando su mirada hacia mí
Mientras intercambiaban palabras de saludo Dominica me presentó —Kate querida, ella es Sasha Bellamy nuestro cliente —mientras estrechaba su mano sonreímos en un instante congelado en el tiempo, pero por alguna razón inexplicable no podía dejar de sentir que su mirada decía más de lo que las palabras podrían expresar. —Sasha, ella es Kate la fotógrafa de la que tanto te hable. —continuó Dominica en un instante que se volvió eterno.
“¿Qué demonios quiere esta mujer en nuestras vidas?”, pensé, mientras el aire alrededor de mí se espesaba, cargado de un misterio que no había elegido.
En una noche que apenas comenzaba.