Elena lo perdió todo: a su madre, a su estabilidad y a la inocencia de una vida tranquila. Amanda, en cambio, quedó rota tras la muerte de Martina, la mujer que fue su razón de existir. Entre ellas solo debería haber distancia y reproches, pero el destino las ata con un vínculo imposible de ignorar: un niño que ninguna planeó criar, pero que cambiará sus vidas para siempre.
En medio del duelo, la culpa y los sueños inconclusos, Elena y Amanda descubrirán que a veces el amor nace justo donde más duele… y que la esperanza puede tomar la forma de un nuevo comienzo.
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Capítulo 15.
POV Elena
Regresar a Nueva York fue como entrar a un escenario que conocía demasiado bien, pero que ahora me parecía ajeno. El ruido de los taxis, las luces intermitentes, el olor a humo y café barato… todo estaba igual, pero yo no era la misma. Cinco años atrás había huido de aquí con un bebé en brazos y un corazón destrozado; ahora volvía con un niño que empezaba a hacer preguntas difíciles y con cicatrices que aún ardían cuando cerraba los ojos.
Con el poco dinero que quedaba después del viaje y de alquilar un apartamento modesto en Brooklyn, apenas nos alcanzaba para cubrir lo básico. El lugar no tenía nada que ver con la calidez de nuestra casa amarilla en Sicilia: paredes grises, ventanas que apenas dejaban entrar la luz y un zumbido constante de cañerías que recordaba a un organismo enfermo. Sin embargo, cuando vi a Martin correr de un cuarto a otro con la emoción de quien descubre un nuevo mundo, decidí que ese espacio, al menos por ahora, sería suficiente.
Carla se encargó de negociar el alquiler. Su voz firme y su capacidad de calcular números en segundos siempre habían sido mi salvación. Mientras discutía con el casero sobre depósitos y garantías, yo me quedé junto a Martin, observando cómo se apropiaba de cada rincón. Colocó su muñeco favorito sobre la repisa desvencijada y luego me miró, sonriendo.
—Mamá, aquí podemos empezar de nuevo, ¿verdad?
Lo abracé fuerte, conteniendo las lágrimas. Sí, un comienzo… aunque el peso de lo que veníamos a enfrentar me recordaba que la ciudad también escondía fantasmas que jamás había exorcizado.
Al día siguiente, con el aire frío cortando nuestras mejillas, decidí que había llegado el momento de volver a los cementerios. No podía retrasarlo más. Si algo había aprendido de la vida era que los muertos nunca se van del todo; viven en las palabras que no dijimos y en las promesas que aún debemos cumplir.
Primero fuimos al cementerio donde descansaba mi madre. Llevaba un ramo de flores blancas que había comprado en un puesto callejero. Al llegar frente a la lápida, sentí que las piernas me temblaban. Martin permaneció en silencio, apretando mi mano con una seriedad que me sorprendía para su corta edad.
—Hola, mamá —susurré, arrodillándome—. He vuelto. No sé si hice todo lo que esperabas de mí, pero aquí estoy, intentando ser fuerte.
Apoyé la palma sobre el mármol frío. Le conté sobre Sicilia, sobre la casa amarilla, sobre cómo sus palabras me habían acompañado en cada paso. Le hablé de Martin, de su sonrisa tímida, de cómo a veces parecía mirarme con tus mismos ojos.
El niño se inclinó y, sin que yo le dijera nada, dejó una pequeña piedra sobre la tumba. Luego me miró:
—Para que la abuela nunca esté sola.
Me mordí el labio para no romperme. ¿Cómo podía tener solo cinco años y comprender cosas que muchos adultos nunca entendían?
Después fuimos al otro cementerio. El viento era más fuerte allí, como si quisiera arrancarme el valor de las manos. La lápida de Martina estaba cubierta de hojas secas; nadie había estado a visitarla en mucho tiempo. Me incliné para limpiarla y, cuando vi la fotografía ovalada en blanco y negro que mostraba su sonrisa luminosa, sentí un nudo en la garganta.
Martin se quedó mirando la imagen, con la cabeza ladeada. Sabía que ese era el momento. La conversación que había ensayado mil veces en mi mente ahora debía ser real.
—Martín —dije con voz suave—, quiero que conozcas a esta mujer. Se llama Martina.
Él arrugó la frente.
—¿Quién es?
Respiré hondo.
—Ella es… tu madre biológica.
Sus ojos grandes se abrieron con sorpresa. No apartó la mirada de la foto.
—¿Mi madre? ¿Y tú…?
Lo tomé de los hombros y lo acerqué a mí.
—Yo te llevé en mi vientre, yo te di la vida aquí afuera. Te cuidé cada día desde que respiraste por primera vez. Pero tu sangre… la parte de dónde vienes… es de ella.
Martin guardó silencio. Pude ver cómo en su mente se abría un espacio nuevo, lleno de preguntas. Su pequeña mano se levantó y rozó la fotografía en la lápida.
—Se parece a ti cuando sonríes —dijo finalmente.
Sentí un escalofrío recorrerme. Esa observación, tan sencilla y certera, me atravesó como un cuchillo.
—Es cierto. Ella y Amanda querían mucho tenerte. Y aunque la vida cambió los planes, yo… yo te quise desde el primer instante.
Él bajó la mirada.
—¿Quién es Amanda?
El nombre cayó como un trueno en medio del silencio del cementerio. Tragué saliva.
—Amanda era su pareja. Ella también soñaba con tenerte. Pero la vida fue dura con ella y… no estuvo lista para ser tu mamá.
—¿Va a venir?
No supe qué responder de inmediato. Habían pasado cinco años, y aunque Amanda se había alejado, nunca dejé de sentir que en algún momento volvería a cruzarse en nuestro camino. Quizás porque el destino tenía esa crueldad de reunirnos con lo que más tememos.
—Tal vez —respondí con honestidad—. Y por eso quiero que sepas quién eres, para que nada te tome por sorpresa.
Martin se quedó callado un largo rato. Luego levantó la cabeza, mirándome con esa seriedad que a veces me resultaba inquietante en un niño tan pequeño.
—Yo ya sé quién soy, mamá. Soy tu hijo. Y también de ella… un poquito.
Me quebré. Lo abracé con tanta fuerza que casi temí lastimarlo. Sus palabras eran la verdad más pura que había escuchado.
De regreso al apartamento, la ciudad parecía más ruidosa que nunca. El bullicio contrastaba con el silencio reverente del cementerio. Mientras Martin dormitaba en el asiento del taxi, yo no dejaba de pensar en lo que había pasado. Había cruzado un umbral. Había entregado a mi hijo una verdad que me había quemado por dentro durante años. Y él, con su inocencia sabia, la había recibido con una madurez que me conmovía.
Pero también sabía que esa conversación no cerraba el círculo. Al contrario, lo abría. Porque si Amanda aparecía, Martin ya no sería un niño en la oscuridad. Él sabría reconocerla, sabría quién era y qué lugar ocupaba en su historia.
Y yo… tendría que estar lista para enfrentarla.
Mientras el taxi se detenía frente al edificio gris de Brooklyn, sentí el peso del futuro sobre mis hombros. Volver a Nueva York no era solo una decisión práctica para desenmascarar a Bruno; era también un viaje hacia mis fantasmas. Y Amanda era el más poderoso de todos.
Esa noche, cuando Martin se quedó dormido abrazando a su muñeco, salí al pequeño balcón oxidado del apartamento. El aire helado me golpeó en el rostro, recordándome que esta ciudad nunca había sido amable. A lo lejos, las luces de Manhattan brillaban como promesas envenenadas.
Pensé en mi madre, en Martina, en todas las mujeres que habían marcado mi destino. Y pensé en Amanda.
El simple hecho de imaginar su rostro me desestabilizaba. No sabía si la odiaba o si parte de mí la deseaba. La recordaba dura, implacable, con lágrimas escondidas detrás de esa coraza. Una mujer que había amado tanto a Martina que no pudo soportar la idea de criar sola al hijo que ambas habían soñado.
—Volverás —murmuré al viento, como si invocara a un fantasma—. Sé que volverás.
Y cuando lo hagas, Amanda… esta vez no huiré.
✨💜 MENSAJE DE LA AUTORA 💜✨
Hola chicas, hasta aquí llega la actualización de hoy. 🌙✨
Espero que estén disfrutando de Mi Última Esperanza, he leído todos sus comentarios y créanme que me emocionan muchísimo. 💌 Gracias por acompañarme en cada capítulo y darme tanto cariño.
Quiero aclararles algo importante: esta NO es la historia de Amanda y Martina de Me enamore de ella. 🙅🏻♀️ Esta es una novela completamente distinta que escribí hace un tiempo. Aquí las protagonistas son Elena y Amanda, y su historia tiene muchos altos y bajos… apenas estamos comenzando. 🚀
Sé que este género (romance entre chicas 👩❤️👩) no siempre atrae a tantos lectores como otros de mis libros, pero siempre cuento con ustedes, mi grupito fiel que ama estas historias. Y por eso me esfuerzo en traerles novelas diferentes, con mucha pasión y emoción.
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Las quiero muchísimo 💕, gracias por estar aquí y mañana nos volvemos a leer. 📖✨