Una relación nacida de la obsesión y venganza nunca tiene un buen final.
Pero detrás del actuar implacable de Misha Petrov, hay secretos que Carter Williams tendrá que descubrir.
¿Y si en el fondo no son tan diferentes?
Después de años juntos, Carter apenas conoce al omega que ha sido su compañero y adversario.
¿Será capaz ese omega de revelar su lado más vulnerable?
¿Puede un alfa roto por dentro aprender a amar a quien se ha convertido en su único dueño?
Segunda parte de Tu dulce Aroma.
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Capítulo 14
Habían pasado ya varias semanas desde aquel último encuentro en el que Carter asumió que no volvería a ver al Omega en mucho tiempo. Y no se equivocaba pues desde entonces, no había visto ni su sombra. Así que dejó de perder energías en pensar en él y se volcó de lleno al entrenamiento con Yuri, que cada día lo exprimía como si quisiera arrancarle hasta la última gota de fuerza.
Por su parte, Misha había preferido la distancia. No era que se escondiera o se negara a aparecer por miedo era simplemente que no quería verlo. Porque sabía que si lo tenía enfrente la tentación de hundirle el puño en la cara sería demasiado grande.
Aun así, las palabras de Carter seguían rondando en su cabeza como un veneno. “¿Acaso eres infértil?”. Se había repetido esa pregunta en su mente tantas veces que ya no sabía si reír o enojarse. ¿Qué sabría ese estúpido alfa sobre sacrificios o deberes? Jamás había tenido que entregar su cuerpo y su voluntad a una organización que devoraba personas sin miramientos.
Carter no podía ni imaginar lo que significaba pasar noches enteras bajo la presión de Andrei, quien lo había convertido en poco más que un receptáculo, un objeto. Recordar aquellos “viajes de negocios” —la fachada perfecta para las violaciones a las que lo sometían una y otra vez, siempre con la obsesión de embarazarlo— le provocaba arcadas. Para Andrei, el tan esperado heredero era más importante que su propia dignidad. Carter había sido, para todos los efectos, una simple fachada, un accesorio que podían descartar en cuanto la noticia de un embarazo llegara.
Pero nunca llegó.
Misha apretó los dientes con furia contenida. Había pasado demasiado tiempo inmóvil soportando como si ser un muñeco sin voz fuera su único deber.
Y entonces, inevitablemente, volvió a pensar en su padre en ese ser que jamás mereció el título con suerte era un progenitor, un donador de esperma, nada más. Ese bastardo nunca lo vio como un hijo, ni siquiera como un ser humano. Siempre lo consideró una extensión de su dominio.
El recuerdo lo hizo apretar los puños, pero fue Yuri quien lo sacó de ese estado al entrar en la oficina. El alfa cerró la puerta detrás de sí con suavidad, aunque su expresión era todo menos tranquila.
—Jefe—dijo con voz firme—, ya han pasado cuatro meses desde su recuperación. Los planes avanzan según lo previsto y creo que estamos listos para partir. Pero si considera que necesita más tiempo…
No alcanzó a terminar, porque Misha esbozó una sonrisa tranquila.
—Está claro que es tiempo de marcharnos —respondió con seguridad—. Alista todo que levanten cada rastro de este lugar y destrúyanlo. No debe quedar nada que permita rastrearnos.
Yuri asintió de inmediato. Sin embargo, antes de retirarse, se permitió una duda. Se giró hacia el Omega y dijo con cautela
—Señor, sé que ha estado evitando a Carter… y que dejó de recibir sus informes diarios. Pero debo ser honesto él ha demostrado capacidades de combate. Es disciplinado y se ha adaptado al entrenamiento. Es un buen soldado raso, necesito saber si ya decidió llevarlo con nosotros o si prefiere enviarlo a otra casa de seguridad. Allí estaría protegido.
El silencio se extendió por varios segundos. Misha lo miraba con el ceño fruncido, como si pesara cada palabra antes de decidir. Finalmente, clavó los ojos en Yuri y le habló con calma, pero también con un filo que dejaba claro que aquello no era una simple pregunta
—¿Estás seguro de que valdría la pena llevarlo al campo?
—Si me permite hablar con franqueza… —respondió Yuri, cuadrando los hombros—. Con mis años de experiencia formando soldados, puedo decir que Carter es un diamante en bruto. Si hubiera pasado más tiempo en el proceso de formación, podría haber llegado a ser un soldado de élite. Tiene fuerza, disciplina y potencial. Creo que puede sernos útil.
El alfa hizo una pausa, midiendo bien sus siguientes palabras.
—Pero usted sabe, señor, cuál es el destino de muchos soldados. Antes que mi criterio lo que necesito saber es si usted quiere que Carter viva… o si prefiere mantenerlo guardado como una pieza de colección en algún sitio seguro.
La sonrisa irónica de Misha apareció como un destello peligroso.
—¿Te estás burlando de mí? —preguntó con un dejo de diversión.
—Para nada, señor. Solo… conozco la naturaleza de su relación con él. Por eso le advierto que en el campo de batalla real, tal vez no podamos protegerlo. Y no quiero añadir más carga a mis hombres en caso de que… —se interrumpió un instante— en caso de que Carter caiga.
Misha lo sabía. En un inicio, había pensado en llevárselo solo para encerrarlo en una casa de seguridad, como quien guarda a una mascota. Pero la idea de verlo demostrar su valía en combate también tenía cierto atractivo.
—Formará parte de mi escuadrón —decidió al fin—. Estará bajo mi cargo. Así que cualquier cosa que le suceda será mi responsabilidad.
Yuri inclinó la cabeza y salió, dejando al omega sumido en un torbellino de pensamientos contradictorios.
En el campo de entrenamiento, un sonido metálico y penetrante irrumpió de pronto, la alarma. El eco rebotó en cada rincón y en cuestión de segundos todos los soldados dejaron lo que estaban haciendo y regresaron a sus habitaciones. El silencio de disciplina militar fue reemplazado por un murmullo inquieto que recorría los pasillos como un zumbido de colmena.
Las betas comenzaron a distribuir la información todos tenían menos de veinticuatro horas para evacuar el complejo. Los destinos variaban según la designación de cada escuadrón. Solo un grupo reducido partiría con Yuri y Misha.
La tensión era palpable. Habían entrenado para ese momento, sabían que la guerra ya no era un rumor, sino una realidad inevitable. Y la emoción mezclada con miedo hacía que el lugar pareciera un hormiguero en caos.
Carter se detuvo en seco al escuchar la noticia. Durante semanas había creído que su tiempo en ese sitio se agotaba y que en cualquier momento lo sacarían para enviarlo lejos, quizás a algún rincón olvidado. Pero ahora comprendía que, más que nunca, estaba atrapado.
Se acercó a Haya, interceptándola en el pasillo.
—¿Qué sucederá conmigo? —preguntó con un nudo en la garganta.
La beta ni siquiera lo miró.
—Tú también tienes un lugar designado. Prepara tus cosas. —Su tono era seco, casi desdeñoso.
—¿A dónde? —insistió Carter—. ¿Dónde he sido asignado?
Haya frunció el ceño fastidiada.
—Eso no importa. Solo empaca, maldita sea. Este lugar debe desaparecer.
El alfa apretó los puños sintiendo la furia bullir en su interior. Notaba que la beta lo trataba cada vez peor. Si antes era brusca, ahora parecía no tener ni un gramo de paciencia. Lo miraba con desprecio, como si él fuera una carga inútil y lo peor era que cada vez que intentaba devolverle una palabra hiriente, aparecía Yuri como una sombra protectora, interponiéndose siempre entre ambos.
Antes de que pudiera replicar la puerta de su habitación se abrió de golpe. Yuri entró con pasos firmes.
—Carter, prepara tus cosas —ordenó sin rodeos—. Tu designación ya está hecha. Estarás en el escuadrón de Misha.
El alfa lo miró con incredulidad.
—¿Qué? —fue lo único que alcanzó a decir.
—Cada escuadrón viajará por separado —continuó Yuri, sin darle tiempo a reaccionar—. El último en partir será el mío. Pero Misha… —lo miró con seriedad—, Misha se va en una hora y tú irás con él.
Carter quedó paralizado. Durante días había pensado que lo mandarían lejos, quizá a un rincón olvidado para limpiar baños. Nunca imaginó que sería reclutado bajo el mando directo de Misha.
—¿Por qué… por qué me quiere en su escuadrón? —preguntó en voz baja, más para sí mismo que para Yuri.
El alfa lo fulminó con la mirada.
—No te hagas el estúpido. Sabes muy bien por qué te quiere ahí y por tu propio bien, espero que permanezcas vivo. Si no, nos joderás a todos.
Carter sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Entendía perfectamente lo que eso significaba, se venían tiempos oscuros. Y en el fondo, una certeza lo atormentaba. Tal vez Misha buscaba algo más que verlo luchar, tal vez quería que muriera en el campo de batalla.
O, peor aún, quería que sobreviviera… pero a su lado.