En el 2010, dos años después de su receso a su tiempo, Anastasia, lleva una vida muy tranquila. De su casa a la universidad, en dónde daba clases, y de ahí de regreso.
todo se moviliza cuando recibe un sobre proveniente de florida, firmado por su hermana, en tiempo presente. Ana se siente un poco extraña con este hecho, sumado a un accidente, por el cual, vuelve a viajar, Pero está vez a 1989.
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capitulo 15: LA CARTA DE CLARE
📖 Capítulo 15 – LA CARTA DE CLARE
Ana regresó a la casa de sus abuelos, se duchó y se acostó. Aunque todos intentaban sacarle conversación, ella solo respondía que estaba cansada. No quería abrir su corazón esa noche.
A la mañana siguiente se levantó más animada: era domingo y visitaría a su hermana y a la pequeña Alex. Nada le levantaba más el ánimo que tener a la bebé en brazos. Eligió con cuidado su ropa más linda, y junto con Yoli cargaron en la mochila unas remeritas extras por si la beba las bendecía con algún vómito.
El día estaba gris, así que se quedaron en la sala, rodeadas de mantas y sillones. Ana contemplaba a su sobrina en brazos, absorta en esa carita diminuta.
—¿Qué te pasa? —preguntó Val, con tono suspicaz.
—¿A mí? Nada… ¿por qué?
—Estás rara.
—Será el cansancio —terció Yoli, ganándose la mirada de todas—. No paraste de repetirlo anoche.
Ana sonrió. Qué pícara era su tía.
—Val, ¿me la regalás? —preguntó a la chica acariciando la cabecita de la bebé.
—Con lo que costó que saliera… mejor no —respondió Val, arrancando carcajadas.
—Y vos ni averigües —sumó la abuela—. Sabemos que tenés novio, pero date tu tiempo.
—¡Ay, no, mamá! No somos novios… ni siquiera…
—Intercambiaron fluidos —dijeron a coro las dos sobrinas, causando más risas.
Val, sin perder el hilo, lanzó:
—¿Por qué no lo traés el próximo domingo a comer?
La abuela intervino con seriedad:
—Ay, no sé… mañana vuelve mi hijo con la familia, capaz vayamos a su casa.
Ana y Val quedaron petrificadas. Solo Yoli sabía parte de la verdad. Ambas hermanas intercambiaron una mirada cargada de tensión.
—Ya habrá oportunidad —dijo Yoli, tratando de suavizar.
Ana y Val solo pudieron asentir.
Esa noche, Ana apenas durmió. Su mente iba y venía: ¿qué pasaría cuando sus padres regresaran? ¿Sería bueno verlos? ¿Sería peligroso? No podía evitar la sensación de que el destino se tambaleaba.
A la mañana siguiente, con ojeras y el corazón inquieto no quiso desayunar, solo a su tia Yoli le contó lo que, en verdad, le pasaba, y luego, fue directo al trabajo. Apenas cruzó la puerta del set, se topó con Chris.
"Demonios, me había olvidado de él", pensó.
Él pasó de largo, ignorándola como si nada hubiera sucedido entre ellos. El rechazo le dolió más de lo que estaba dispuesta a admitir.
El día transcurrió entre maquillaje, trajes y rodajes. Todo parecía volver a esa rutina hostil de siempre.
Durante una escena de pelea de Ralf y Chris con otros dos personajes, Lucas gritó:
—¡Corten! Quedó muy bien la toma.
Se acercó a Ana.
—Estás desaparecida, amiga.
—Perdón, es que… ando con muchas cosas. Y tú también, ¿no?
Lucas sonrió.
—Sí, estoy con Lucy todo lo que puedo. Igual que Ralf con tu hermana.
—¿De verdad la cuidó?
—Todo el embarazo. No la dejó sola ni un día.
Ana bajó la mirada con una sonrisa. Qué suerte había tenido Val en encontrar a alguien como Ralf.
En ese momento, Chris y Ralf llegaron hablando de la escena.
—Vamos a repetir el comienzo, péinate de nuevo —ordenó Ralf.
Ana levantó el peine para ayudarlo, pero Chris la frenó con frialdad:
—Puedo hacerlo solo.
Ana chasqueó la lengua, le entregó el peine y se apartó. Justo entonces apareció Cristian, trayendo un caballo.
—¡Cristian! —exclamó ella, elevando la voz—. ¿Cuándo me vas a enseñar a montar?
—Cuando quieras, señorita —respondió él con una sonrisa.
Ella le tomó el brazo con complicidad. Más atrás, Chris los observaba con el ceño fruncido. Lucas, al ver la escena, palmeó a su amigo.
—Eso es lo que te ganaste, hermano.
Al día siguiente, Ana se negó a cenar con sus padres. Prefirió refugiarse en casa de Val, donde todos conocían la verdad. No quería arriesgarse a alterar nada de su pasado.
En el set, continuaba con las rutinas de siempre. Esa mañana debía preparar a una actriz que sería el nuevo interés amoroso del personaje de Chris.
Un asistente irrumpió con un paquete en mano.
—Chris, te llegó esto.
—¿De quién?
—Creo que decía Clare Robert.
El actor abrió el paquete: una cajita con invitaciones de boda y una carta. Ana, sin querer, estiró el cuello intentando leer.
Ralf lo notó de inmediato.
—Ana, ¿podés revisar si los caballos ya están listos?
Ella tragó saliva.
—Claro —respondió, y salió rápidamente.
Más tarde, con el sol cayendo, Cristian la invitó a montar a caballo. Ana se mostró nerviosa al principio, pero pronto se relajó. Él sujetaba las riendas con paciencia.
—Ya lo hago mejor —festejó ella.
—Sí, la próxima te suelto sola —rió Cristian, y luego se puso serio—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Ya preguntaste —bromeó Ana, pero al ver su rostro continuó—. Bueno, dale.
—¿Tuviste algo con Chris Richard?
Ana lo miró fija.
—¿Quién te dijo eso?
—Nadie. Se nota desde el primer día. Y todos los que siguieron.
Ella suspiró.
—No fue nada serio.
—Yo creo que sí.
Ana lo cortó con un suspiro.
—Su padre nunca me aceptará.
—¿El gran Carl Richard? —preguntó él sorprendido.
Ella desvió la mirada. Esa conversación la incomodaba demasiado. Justo en ese momento apareció Yoli.
—Tía, ¿qué hacés acá?
—Últimamente no pasamos tiempo juntas, me vine a visitarte.
Ana sonrió.
—¡Perfecto! Si Cristian me ayuda a bajar, pasamos la tarde juntas.
Más tarde, mientras acomodaban pelucas y vestuarios, Ana envió a su tía a llevar unas cajas. Se quedó sola. La carta de Clare aún estaba sobre la mesa, semiabierta.
La miró de reojo. Trató de concentrarse en la peluca, pero el impulso fue más fuerte. Tomó la carta y comenzó a leer:
"Amor mío:
Te extraño con locura… Nunca estuvimos tanto tiempo separados. No puedo con los preparativos de la boda sola… No sé qué pasa contigo últimamente… Apenas hablamos. Te envío algunas muestras de invitaciones… Espero que esta vez respondas. Te amo y te extraño.
Clare."
Ana sintió un nudo en la garganta.
De repente, la puerta se abrió de golpe.
Ella se sobresaltó, con la carta todavía en la mano.