Luego de una decepción amorosa Lila viaja a Londres buscando la contención de su padre pero en el camino encuentra algo más que solo amor y contención familia. Una nueva historia da comienzo en medio de toda su crisis sentimental.
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capítulo 15
La noche anterior había sido una locura. Luego del desfile, Carla arrastró a Lila a una fiesta improvisada con las modelos y parte del equipo creativo. Champagne, música electrónica, carcajadas estruendosas, selfies y un sinfín de cumplidos llenaron la madrugada. Lila, por primera vez en mucho tiempo, se había permitido disfrutar. Se sintió viva, radiante, sin que su apellido o sus heridas definieran el momento.
Regresaron al hotel cerca del amanecer, riendo como adolescentes y quitándose los tacones en el ascensor.
—Mañana no te quejes de resaca, Facchini —murmuró Carla mientras se dejaba caer en su cama—. Esto lo hiciste por ti… y por mí, que necesitaba fiesta.
Lila se rió antes de taparse con la manta.
—Mañana me odiarás cuando el despertador suene.
—¿Y si no lo ponemos?
—Me gusta cómo piensas.
Ambas cayeron rendidas.
El sol del día siguiente entraba a raudales por las ventanas del hotel, y el reloj marcaba casi las once de la mañana. Lila se levantó a duras penas, con la voz algo ronca y el cabello revuelto. Se dio una ducha rápida, se colocó una blusa blanca de lino, jeans oscuros y unas botas. Carla, en cambio, optó por un enterito color terracota y gafas de sol aunque estuvieran bajo techo.
—¿Bajamos a desayunar? —preguntó Carla, estirándose como un gato.
—Lo necesito. Si no como algo con grasa, creo que moriré.
—Sigo sin entender cómo puedes estar tan espléndida después de dormir tan poco.
—Genética, cariño —bromeó Lila, pasando un cepillo por su cabello—. Ahora vamos antes de que cambie de opinión.
Ambas bajaron al restaurante del hotel, que tenía mesas con vista a un jardín interno repleto de lavandas. El ambiente era tranquilo, y la mayoría de los huéspedes eran empresarios con cara de estar escribiendo correos o familias con niños ruidosos. Eligieron una mesa junto a una ventana y pidieron café, jugo de naranja, tostadas, huevos y fruta.
—Necesito contarte los titulares que están circulando —dijo Carla con su móvil en la mano—. Escucha esto: “Lila Facchini deslumbra en Londres: de las sombras familiares a la luz propia”. Y este otro: “La Modelo que no necesita un apellido”.
—Por Dios… suena tan dramático.
—Y este es mi favorito: “La diosa que cerró el desfile. Y el pasado.”
Lila rió, aunque una punzada incómoda cruzó su pecho.
—Me halaga, lo admito. Pero sabes que nada de esto me saca la verdad de encima. No soy de piedra, Carla.
—Lo sé. Pero si hay alguien que puede reinventarse... es mi mejor amiga.
El celular de Lila vibró sobre la mesa. Ella lo miró con desgano, pero al ver el nombre en pantalla su gesto cambió por completo.
—¿Otra vez? —murmuró, frunciendo el ceño.
—¿Quién es?
—Erick.
—¿Qué? ¿De nuevo? ¿No le quedó claro?
—No sé qué quiere. Me ha llamado dos veces desde anoche. No pienso contestar.
Carla, sin decir nada, tomó el móvil antes de que Lila pudiera impedirlo y contestó.
—Teléfono de Lila Facchini, ella no se encuentra en este momento... y para usted no lo estará jamás. Gracias por comunicarse, buen día.
Lila abrió los ojos como platos.
—¡Carla! ¿Qué hiciste?
Pero del otro lado de la línea, Erick reaccionó de inmediato.
—¿Lila? ¿Dónde estás? Estoy en Londres. Debemos vernos.
Carla dejó de sonreír. Su expresión se endureció por un segundo, luego colgó la llamada sin más.
—Ups...
—¿Qué pasó? ¿Qué te dijo?
Carla se tomó un segundo para tragar saliva.
—Nena… el idiota está aquí.
—¿Aquí dónde?
—Aquí, en Londres.
—¿Qué? ¿¡Qué demonios hace aquí!?
—No lo sé, llámalo tú y pregúntale —respondió Carla encogiéndose de hombros, como si no tuviera mayor importancia.
—Yo no voy a preguntarle nada —replicó Lila, volviendo a mirar el celular como si quemara—. Que esté aquí a mí no me modifica en nada.
Carla apoyó los codos sobre la mesa y la miró con esa expresión de “te conozco mejor que tú misma”.
—¿Segura, Lila? Vamos. No me digas que esto no te mueve el tapete.
—No, Carla. Desde el momento en que lo vi con ella… y no me lo negó, no me mueve ni uno de mis cabellos.
—Y entonces, ¿qué vas a hacer?
—Nada. Él tendrá que volver. Yo no pienso correr a su encuentro como una desesperada. Si cree que después de todo voy a caer con una simple llamada, está muy equivocado.
Pero Lila no pudo terminar de hablar.
Porque en ese preciso instante, vio cómo Erick cruzaba la entrada del restaurante del hotel y pedía una mesa.
Sus ojos se agrandaron. El corazón le dio un vuelco.
—Carajo... —murmuró agachándose ligeramente—. Habiendo tantos hoteles, ¿justo en este se tenía que hospedar?
—¿Coincidencia? —ironizó Carla—. O tal vez vio esa foto tuya con tu sexy y serio hermanastro y se puso celoso. Por cierto… ¿qué pasó entre ustedes dos?
Lila le lanzó una mirada envenenada.
—¿Carla, en serio? ¿Ahora vas a preguntarme eso?
—Perdón, perdón. El chisme me puede —respondió, alzando las manos—. ¿Qué vas a hacer?
—Irme. No quiero que me vea.
—Ok, ve. Luego me cuentas todo. Yo pagaré la cuenta y te alcanzo arriba.
Lila se levantó sin mirar atrás y se escabulló por un lateral, justo cuando el camarero llevaba a Erick a una mesa cerca de la suya. Pasó desapercibida… por ahora.
Pero el pulso le temblaba. Sentía el corazón latiéndole en la garganta.
Erick estaba en Londres.
Y aunque se lo negara a Carla… a sí misma no podía mentirse tanto.
Sí. Le movía el tapete.
Mucho más de lo que quería admitir.
dañó a su familia por un desliz que ni siquiera fue seguro.
Su madre se merecía eso por dañar todo.
Pero Lila no
Básicamente ellos dañaron la relación de sus hijos.
TODO.
Ella traicionó a su familia, y luego hizo escoger a sus hijos, más que nada el hecho de que el otro se enteró de la peor forma, no fue capaz de nada.
le segunda el padre al no ser fuerte y dejarla a tiempo, que dañó a sus hijos.
y para colmo ella se descarga con su hermano que no tiene culpa, no es obligación querer hablar con su madre
Que fastidio cuando dices algo y no cumplen, yo me largaba de ahí 🙄🙄
dos hermanos y ahora con quién. dioooooos que dilema