Tras ser brutalmente traicionada por Sebastián Montenegro, el hombre que le prometió un futuro, Aithana Rojas decide que la venganza es el único camino. Bajo el velo de la misteriosa y seductora "Lady Midnight", se infiltra en el exclusivo mundo de la alta sociedad, un lugar donde las apariencias lo son todo y las máscaras ocultan las verdaderas intenciones. Su plan es simple: destruir a Sebastián en su propio terreno.
Pero el destino tiene otros planes. En medio de sus intrigas, Aithana capta la atención de Lorenzo Montenegro, el hermano mayor de Sebastián, un hombre tan imponente como calculador. Atrapada entre su sed de justicia y la inesperada atracción que siente por el "enemigo" de su enemigo, Aithana deberá navegar un peligroso juego de poder, seducción y secretos. ¿Podrá Lady Midnight mantener su antifaz y ejecutar su venganza? ¿o el brillo de Lorenzo la deslumbrará hasta el punto de perderse en sí misma?
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Vamos a casa
Aithana y Valeria se despidieron con un último saludo y comenzaron a caminar hacia la parada del autobús, el sol de la tarde tiñe el cielo de naranja. El aire fresco del mar se mezclaba con la emoción de lo vivido.
—¡No puedo creer lo que acaba de pasar!— exclamó Valeria, rompiendo el silencio con una sonrisa de oreja a oreja. —¡Esos tipos son de otro nivel, Aithana! ¡Dueños de conglomerados, y uno hasta hizo su empresa desde cero! ¡Qué impresión!—
Aithana asintió, aún un poco aturdida por la conversación. —Sí, Valeria. Es... impresionante. Pero, ¿no te parecieron un poco... playboys? Esa forma de hablar, de mirar... como si estuvieran acostumbrados a tener todo lo que quieren—
Valeria se rió, un sonido ligero y contagioso. —¡Pues claro que sí, Aithana! ¡Son playboys con dinero! ¡De esos que te encantan y te dan un buen dolor de cabeza! Pero, ¿sabes qué? ¡Eso es lo divertido! Además—
—Lo que me parece más asombroso es que no nos reconocieron, ¿cómo es eso posible?—
—Si. Eso es lo mejor de todo, es como si tuviéramos dos vidas— ríe. —Ademas ¿viste cómo Lorenzo te miraba? ¡Ahí hay algo, te lo digo yo!—
Aithana se ruborizó levemente. —¡Ay, Valeria, no seas exagerada! Solo fue una mirada. Pero sí, tienes razón, son un poco... intensos. Y lo de las carreras, ¿estás segura? Siento que nos estamos metiendo en algo que no conocemos, sabes que esas cosas no me gustas del todo—
Valeria le dio un codazo juguetón. —¡Pues claro que estoy segura! ¡Va a ser una aventura, Aithana! ¡Además, no todos los días vamos a las carreras con dos tipos así! ¡Hay que vivir la vida! Y si son playboys, ¡pues que nos diviertan un rato! ¡Total, somos jóvenes y solteras!—
Aithana y Valeria llegaron a la parada del autobús, cada una con su cabeza llena de pensamientos sobre la tarde y lo que les esperaba. Se despidieron con un abrazo rápido, prometiendo llamarse para coordinar los detalles de la "salida al cine".
Al llegar a su casa, Aithana abrió la puerta y el familiar aroma a café recién hecho la envolvió.
—¡Hola, ma! ¡Hola, pa!— saludó, tratando de sonar lo más normal posible.
Su madre, desde la cocina, asomó la cabeza. —¿Qué tal la playa, mi amor? ¿Disfrutaste?—
—¡Súper bien, ma! El sol estuvo delicioso— respondió Aithana, mientras dejaba su bolso en el sofá. —Y justo ahora iba a subir a cambiarme, porque Valeria y yo planeamos ir al cine. Salió una peli nueva que queremos ver—
Su padre, que leía el periódico en la sala, asintió. —Qué bueno que aproveches. Pero no llegues muy tarde—
—¡Claro que no, papá!— aseguró Aithana, subiendo las escaleras de dos en dos. Una vez en su habitación, cerró la puerta y soltó un suspiro.
La adrenalina de la mentira y la emoción de la aventura se mezclaban en su pecho.
Se dirigió al baño, abrió la regadera y dejó que el agua tibia relajara sus músculos, mientras su mente ya estaba en el puente de la Avenida del Mar.
Después de una ducha rápida, Aithana salió del baño, secándose el cabello con una toalla. Se paró frente a su armario, pensando en qué ponerse.
No quería algo demasiado arreglado, pero tampoco lucir como si acabara de salir de la cama. La clave era la comodidad y un toque de estilo relajado.
Optó por unos jeans de tiro alto, de esos que le quedaban perfectos y le daban un aire desenfadado. Para la parte de arriba, eligió una blusa de algodón suave en un tono blanco, con un cuello redondo y mangas cortas que le permitían moverse con facilidad. No era apretada, pero delineaba su figura de forma sutil.
En cuanto al calzado, la decisión fue fácil: unas zapatillas deportivas blancas, limpias y cómodas, ideales para caminar y, si la situación lo ameritaba, incluso correr un poco. Sabía que en las carreras el terreno podría ser irregular o polvoriento, así que los tacones estaban totalmente descartados.
Se miró al espejo, satisfecha. Se veía casual, sí, pero con un toque de frescura. Recogió su cabello en una cola de caballo alta y despeinada, dejando algunos mechones sueltos enmarcando su rostro. Un poco de brillo labial y rímel, y estaba lista. La vestimenta era sencilla, pero transmitía esa vibra de ser libre.
Aithana tomó su celular y le envió un mensaje rápido a Valeria: —Lista! Te veo en la esquina en 5— La respuesta no tardó en llegar: —Dale! Ya voy saliendo—
Aithana bajó las escaleras. Sus padres estaban en la sala, viendo televisión.
—Mamá, papá, ya me voy. No llego tarde, yo llevo mis llaves— dijo, tomando las llaves y un pequeño bolso cruzado.
—Que te diviertas, mi amor. Y cuídate mucho— le dijo su madre, mientras su padre solo asintió.
Salió de la casa y caminó hacia la esquina. El aire de la noche ya se sentía más fresco, y una brisa suave movía las hojas de los árboles. Dos minutos después, Valeria apareció doblando la esquina, con una energía contagiosa.
Valeria llevaba unos jeans ajustados que realzaban su figura, combinados con una blusa de tirantes de seda en un tono oscuro, que le daba un toque sofisticado pero sin perder la comodidad. Sobre ella, una chaqueta de cuero negra, abierta, que le aportaba un aire rebelde.
Completó su atuendo con unas botas bajas de estilo militar, perfectas para la aventura que les esperaba.
Su cabello suelto, con ondas naturales, enmarcaba un rostro maquillado de forma sutil, pero con un labial de color intenso que destacaba su sonrisa.
Aithana le devolvió la sonrisa, sintiendo la adrenalina subir.
—¿Pedimos un taxi? Creo que se nos está haciendo un poco tarde—
Valeria asintió y sacó su celular. En cuestión de minutos, un taxi se detuvo frente a ellas. Se subieron rápidamente.
—Al puente de la Avenida del Mar, por favor— indicó Aithana al conductor, con un tono de voz que intentaba sonar casual, pero que delataba una pizca de nerviosismo.
El taxi se abrió paso entre el tráfico, y cada semáforo en rojo parecía una eternidad. Las chicas se miraban, en una mezcla de emoción y ansiedad en sus ojos. Valeria revisaba la hora en su celular cada pocos segundos.
—Aithana, ya estamos sobre la hora!— susurró. —Espero que no se hayan ido—
Aithana miró por la ventana, el paisaje urbano pasó a toda velocidad. El sol ya se había ocultado, tiñendo el cielo de oscuridad y estrellas. —Tranquila, seguro nos esperan. Dijeron que sería memorable, ¿no?—
El taxi finalmente se acercaba al puente. Ambas se inclinaron hacia adelante, tratando de divisar algo. Las luces de la ciudad comenzaban a encenderse, creando un telón de fondo vibrante para la aventura que estaba a punto de comenzar...