Vidas Paralelas

Kate

La música retumbaba en las entrañas del club, y el brillo de los neones hacía que me sintiera un poco aturdida. Dominica y Sasha se movían con una gracia inquietante entre las sombras, sus risas flotaban en el aire como una burbuja de aire fresco en medio de un océano de tensión. Yo,  observaba a mi alrededor, sin poder sacudirme del todo la sensación de que algo no encajaba.

Sasha, la mujer que había estado coqueteando con la idea de una exposición de arte que giraba en torno a la desnudez y la libertad sexual, hacía de anfitriona, deslumbrante, con su vestido que dejaba poco a la imaginación.

—¡Kate! Ven aquí, deberíamos conocernos mejor —exclama Sasha, con esa sonrisa enigmática que me desconcierta. Avanzó hacia ellas, mientras me cuestionaba qué es lo que realmente está buscando mi esposo, Austin, al rodearse de personas como ella.

Sasha desliza su brazo por el de Dominica, y ambas me miran con esa mezcla de complicidad y misterio que resulta inquietante.

—¿Sabes? —comienza Sasha, alzando su copa—, he estado inspirándome en el arte a lo largo de la historia. La Grecia y Roma antiguas tenían una perspectiva fascinante sobre la realidad del cuerpo humano y el erotismo. Era simplemente... natural para ellos.

—Natural —repito, sin saber si debía estar asintiendo o sentándome.

—Sí, Kate. Recuerda que los griegos celebraban lo erótico en su arte, a través de esculturas y cerámicas que capturaban actos sexuales. Para ellos eran expresiones de belleza y libertad —explica mientras su mirada se pierde en el horizonte de la pista de baile.

—Muchos filósofos griegos veían la sexualidad como una forma de conexión espiritual— intervino Dominica

—Eso suena muy diferente a lo que conocemos —respondí, sintiéndome un poco atrapada en un mundo que no entendía del todo.

—Y no solo eso —continuó Sasha, mientras se acomodaba en su asiento—, también está el Shibari, Una técnica japonesa de atado que se inició como una forma de tortura. Pero, con el tiempo, se convirtió en un medio para explorar la sensualidad y el placer.

Me estremezco. ¿Qué quiere decir con "explorar la sensualidad"? Estoy atrapada en un laberinto de ideas, y esa línea entre el arte y el deseo sutilmente se difumina.

—¿Así que... quieres hacer algunas fotografías artísticas de desnudos? —pregunto, intentando encajar las piezas.

Trago saliva.

—No exactamente, Kate. Pero, ¿Estarías cómoda con eso?

—No tengo problema con lo artístico, pero hay un límite, ¿no? —me pregunto, sintiendo que esta conversación toca nervios sensibles.

—¿Límite? Bueno, ¿qué hace un artista para captar la esencia de lo que quiere transmitir? —pregunta, retadora.

Me detengo. Esa pregunta no era lo que esperaba.

—Muchos artistas se sumergen en la experiencia de sus modelos... No es simplemente dar click a una cámara.—respondo

Sasha sonrió, satisfecha. —Bien dicho. Entonces, ¿te gustaría echar un vistazo a una exhibición de lo que tengo en mente? Tal vez podrías sentirte inspirada.

Dominica me miró, buscando algún signo de aprobación. Yo asentí con la cabeza, aunque mi corazón empezaba a palpitar más rápidamente.

Después de un mensaje de texto a Austin, mi esposo, asegurándole que la reunión podría extenderse, seguimos a Sasha por pasillos oscuros del club. Cada paso aumentaba mi inquietud. Sus palabras resonaban en mi cabeza: “capturar la esencia”.

La tensión aumenta a medida que avanzamos. Sasha habla con algunas personas, como si ya estuvieran esperando por nosotras. Algo en mi estómago se revuelve —¿de qué me estoy adentrando?

Al entrar en un reservado, quedé paralizada. El aire estaba cargado de sonidos obscenos, jadeos y gemidos. Mi estómago se revolvió. Esto no era lo que esperaba. El sexo, para mí, era algo sagrado —una conexión íntima— y lo que observaba era todo lo contrario. Sasha me observaba fijamente, buscando mi reacción.

—¿Te sientes bien, Kate? —preguntó con un tono provocador, que al mismo tiempo sonaba genuino.

Tomé aire, intentando reponerme. —Es... diferente, eso es todo.

Dominica parecía divertida por la escena, mientras yo lidiaba con la repulsión y la curiosidad al mismo tiempo. Éramos dos mundos colisionando, pensaba, pero aliados en algún punto de esta locura.

Después de unos minutos de contemplación, Sasha nos guio a otro reservado. —Kate, te pregunto de nuevo, ¿eres capaz de llevar a cabo este trabajo?

Mi mente giró en torno a la pregunta. ¿Qué significaba “capaz”? La profesionalidad me guiaba, pero las emociones me bloqueaban. Así que, tomando un profundo suspiro, extendí la mano. —Te haremos llegar una propuesta.

Sasha aprisionó mi mano con firmeza, su expresión un reflejo de satisfacción. Al salir del club, sentí el peso de lo que acababa de comprometerme a hacer.

En el estacionamiento, le pregunté a Dominica con urgencia: —¿Qué fue todo eso? ¿Qué tipo de lugar es este? Cuando me contactaste para volver a trabajar en fotografía, no pensé que implicaría orgías.

Dominica, aún asombrada, respondió: —Sasha es adinerada. Los millonarios tienden a ser excéntricos. No podemos juzgar lo que buscan, Kate. Se trata de ser profesionales.

Sus palabras me cayeron como un balde de agua fría. ¿Soy yo la que está equivocada, entonces? Me sentí arrogante, como una mojigata moralista. Le dije a Dominica, mientras me subía al auto, que lo pensaría.

Mientras conducía a casa, no podía evitar que mi mente regresara a aquella noche. Pensando en Austin. ¿Qué tan cercano estaba a esa mujer? ¿Y qué significaba esto para nosotros? La puerta del despertar se había abierto, y ahora, no había marcha atrás.