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Salvando Otro Mundo Sin Ser Un Heroe

Salvando Otro Mundo Sin Ser Un Heroe

Status: En proceso
Genre:Reencarnación / Fantasía épica / Héroes / Salvando al mundo / Mundo mágico / Espadas y magia
Popularitas:552
Nilai: 5
nombre de autor: YRON HNR

Ayanos jamas aspiro a ser un heroe.
trasportado por error a un mundo donde la hechicería y la fantasía son moneda corriente, solo quiere tener una vivir plena y a su propio ritmo. Con la bendición de Fildi, la diosa de paso, aprovechara para embarcarse en las aventuras, con las que todo fan del isekai sueña.

Pero la oscuridad no descansa.
Cuando el Rey Oscuro despierta y los "heroes" invocados para salvar ese mundo resultan mas problemáticos que utiles, Ayanos se enfrenta a una crucial decicion: intervenir o ver a su nuevo hogar caer junto a sus deseos de una vida plena y satisfactoria. Sin fama, ni profecías se alza como la unica esperanza.

porque a veces, solo quien no busca ser un heroe...termina siendolo.

NovelToon tiene autorización de YRON HNR para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAP 15

¿QUE ES LA FUERZA?

Los tentáculos de fuego hacían una danza mortal, golpeando sin tregua al oponente frente a ellos. Sin embargo, Ayanos los esquivaba con increíble velocidad. Sus movimientos no seguían una lógica aparente; reaccionaba de forma inconsistente, como si fuera el puro instinto quien controlara su cuerpo. Y cuanto más esquivaba, más se acercaba a su objetivo.

La desesperación de la mujer comenzaba a notarse, pero no cesaba en su ofensiva. De pronto, dispersó los tentáculos y, haciendo aparecer un círculo mágico bajo los pies de Ayanos, exclamó:

—¡Deton!

Una explosión lo consumió todo en un círculo perfecto. Ayanos se cubrió lo mejor que pudo para soportarla, pero en ese momento, una roca salió disparada y lo golpeó directamente en el pecho, lanzándolo varios metros hacia atrás. Pese a la fuerza del impacto, logró aterrizar de pie.

La mujer no le dio tregua. Saltó hacia él con los puños envueltos en llamas, como si llevara guantes de fuego. Ayanos retiró la mano de su espada y aceptó el combate cuerpo a cuerpo.

Cada golpe de ella generaba ráfagas de vapor al calentar la humedad del aire, pero Ayanos desviaba o esquivaba todos y cada uno de sus puñetazos y patadas.

—¿Cuánto más vas a esquivar, humano? —exclamó ella, frustrada.

Pero entonces, en un descuido de su postura, Ayanos conectó un puñetazo directo al estómago. El impacto la dobló en dos y la levantó levemente del suelo. Antes de que pudiera reincorporarse, Ayanos giró sobre sí mismo y su empeine impactó con fuerza en su hombro, lanzándola contra el suelo con tal violencia que rebotó.

En el mismo movimiento, Ayanos se alejó con un salto y, al aterrizar, volvió a adoptar su posición de combate. Esta vez estaba más encorvado hacia adelante. No planeaba darle ni un segundo de respiro.

Ella se incorporó con dificultad. Su cuerpo temblaba, cubierto de polvo y marcas de quemaduras tenues. Pero cuando alzó la mirada hacia su oponente, algo cambió. Un nuevo torrente de maná brotó de su cuerpo en un haz de luz, expandiéndose como un calor seco que hizo vibrar el aire a su alrededor.

Sin embargo, en el mismo parpadeo en que reunió su energía, Ayanos desapareció de su vista.

Un instante después, apareció a su costado, lanzando una patada que ella apenas logró bloquear con el antebrazo. A pesar de su defensa, la fuerza del impacto la hizo volar varios metros por el aire. Antes de que pudiera estabilizarse, Ayanos ya estaba sobre ella, persiguiéndola en pleno vuelo. Su puño, envuelto en un resplandor de maná azul, apuntaba directo a su rostro.

Desesperada, extendió una mano y conjuró un círculo mágico a un lado de él.

—¡Pirar! —gritó.

Una lanza de fuego brotó del aire como un rayo ardiente. Ayanos desvió el cuerpo con una torsión fluida, esquivándola por un margen mínimo. Ella aterrizó a mayor distancia, jadeando, tratando de mantenerse en pie.

Desde entre las llamas y el polvo, Ayanos emergió caminando con calma, su silueta intacta, su expresión apenas alterada. La diferencia entre ambos era clara: él no parecía estar esforzándose.

Ella lo miró con ojos cargados de impotencia, el cuerpo temblando más por frustración que por el dolor.

"¿Qué está pasando...? ¿Cómo un humano puede ser tan fuerte?"

Sus pensamientos comenzaron a desbordarse, como una compuerta rota.

"Durante siglos viví como un dragón invencible. Nadie se atrevía siquiera a desafiarme. Los humanos... acabaron con muchos de los míos, pero jamás lograron alcanzarme. Algunos huyeron a tierras más pacíficas, pero yo me quedé... cuidando el nido..."

Recordó las cavernas vacías, los huevos petrificados por el tiempo, el eco de rugidos que ya no existían.

"¿De qué sirve la fuerza...? Entre más fuerte eres, más solo estás." Penso, mientras el rechinar de sus dientes al apretarlos de frustracion, anticipaban un suspiro resignado.

Aquellos pensamiento la atravesaron como una daga. Y mientras el joven avanzaba lentamente hacia ella, con esa mirada imperturbable, algo en su interior comenzaba a resquebrajarse.

—¿De qué sirve la fuerza...? —exclamó en voz alta, como si cada palabra le rasgara el orgullo. Susurró entonces, con los ojos celosos y mirando de reojo a Leod, quien observaba preocupado desde la distancia—. Si tú eres tan fuerte... ¿por qué no estás solo?

Jamás en su larga vida había sentido tantas cosas al mismo tiempo. Y en ese momento, su mayor dolor no eran los golpes. Lo que más la lastimaba eran sus recuerdos, sus inseguridades. Una lágrima, rebelde, se escapó de su rostro, como si en su recorrido escribiera en su mejilla: me rindo.

Algo impensable en ella, jamas nadie la habia echo ni sudar y ahora este desconocido que llego de la nada la llevo a su fin.

—Vamos... termina con esto de una vez —dijo entre sollozos, la voz apagada por un llanto sordo.

Ayanos se encontraba frente a ella, erguido, determinado. Levantó su brazo, apuntando hacia la muchacha con la palma abierta. Ella bajó la cabeza, derrotada, sin fuerzas para enfrentar su final.

Pero en lugar del golpe, sintió una calidez inesperada en la mejilla. Un contacto suave, reconfortante, que le secaba las lágrimas. Al levantar la vista, su oponente estaba en cuclillas frente a ella, con las manos en su rostro y una mirada pacífica, amable... como si la batalla nunca hubiese ocurrido.

Ella no pudo evitar sonrojarse, confundida por completo. Y antes de que pudiera decir una palabra, Ayanos, con serenidad y tono empático, murmuró:

—Está bien llorar de vez en cuando.

—Mi nombre es Ayanos. ¿Y tú, cómo te llamas? —dijo con una voz cálida y amable, mientras extendía una mano hacia ella.

No había rastro de hostilidad en su mirada. Ayanos ya no mostraba intenciones de seguir luchando. Ella no entendía nada de lo que estaba ocurriendo, pero su cuerpo, su alma entera, sintieron que podían relajarse.

Ella que estaba golpeda, llena de polvo y con los ojos aun sollosos con cierto titubeo aceptó la mano. Se levantaron juntos, como si ese gesto sellara algo más profundo que una simple tregua.

—Me... me llamo Riura —susurró, tartamudeando, incapaz por alguna razón de apartar la vista de los ojos de Ayanos.

Él sonrió con su expresión habitual: relajada, genuina, de una serenidad que desconcertaba, pero haciaque el corazon de Riura se comenzará a calmar.

—Me gusta tu nombre... Es un placer, Riura.

Leod bajó velozmente la colina y corrió hacia Ayanos.

—¿Maestro, está bien?

—Sí, Leod, estoy bien. Aunque ella, por su parte...

Antes de terminar la frase, una luz anaranjada comenzó a brillar sobre las heridas de Riura, sanándolas lentamente. El asombro en el rostro de Leod era evidente.

Ayanos sonrió, aliviado.

—Bueno, parece que sí vas a estar bien. Leod, ella es Riura. Riura, él es Leod.

Ambos se miraron con curiosidad y, tras ese breve intercambio, los tres se sentaron a descansar, dejando que la tensión de la batalla se disolviera.

—Lamento lo que hice —dijo Riura de pronto, mientras se arrodillaba e inclinaba en una reverencia sincera.

—Tranquila. Perdóname tú a mí, por entrar en tu territorio sin pedir permiso —respondió Ayanos, intentando aliviarle la culpa con una sonrisa amable.

Leod, al escuchar las disculpas de su maestro, se inclinó ligeramente desde su lugar, haciendo una pequeña reverencia sentado.

Riura levantó la mirada con una expresión más tranquila.

—Gracias, señor Ayanos.

—¿Qué? No, no, nada de “señor”, que me hace sentir un anciano —respondió Ayanos con una sonrisa avergonzada, rascándose la nuca.

Riura bajó ligeramente la cabeza, aún algo tímida.

—Usted dijo que venían a buscar algo, ¿verdad?

—Ah, sí, es cierto, Riura. Toico, un herrero algo gruñón pero muy habilidoso, me prometió hacer una espada de gran calidad si le llevaba ciertos materiales... que se supone que encontraría aquí.

Mientras decía esto, Ayanos volvió a sentarse en el suelo, estirando un poco los brazos con evidente cansancio. Riura, sin dudarlo, se acomodó también.

—Podría ayudarlo... si le parece bien, Ayanos —dijo, corrigiéndose justo antes de volver a llamarlo “señor”.

Ayanos sonrió con aprobación y, metiendo la mano en uno de sus bolsillos interiores, sacó una hoja doblada. Era la nota que Toico le había entregado.

—Aquí está —dijo, tendiéndosela a Riura—. Son los materiales que necesitamos.

Ella tomó la nota con cuidado, sus ojos escaneando las líneas escritas con la letra firme del enano. Su expresión se volvió pensativa.

—Mmm...

Mientras Riura leía la nota y pensaba en voz baja, Ayanos notó que Leod se removía incómodo a su lado. El joven miraba hacia cualquier otra dirección, con el rostro visiblemente sonrojado y las manos inquietas sobre sus piernas. Tardó solo un instante en entender la causa.

Con un suspiro suave y un gesto protector, Ayanos se levantó sin hacer alarde. Abrió su mochila y sacó una manta gris algo gastada, pero limpia y amplia. Con cuidado, caminó hacia Riura y, sin decir palabra, la cubrió con la manta, envolviéndola por los hombros.

Ella parpadeó sorprendida y alzó la vista.

—Ah... lo siento... —murmuró, apretando la tela contra su cuerpo con cierto rubor.

—No tienes que disculparte —respondió Ayanos en voz baja, con una sonrisa serena—.

Leod, desde su lugar, suspiró aliviado y murmuró un torpe “gracias” apenas audible.

Riura asintió en silencio, aún con la mirada baja, pero con una pequeña sonrisa dibujándose en los labios. Y por primera vez desde que comenzó todo, el ambiente entre los tres se volvió verdaderamente cálido.

Aún algo apenada, Riura bajó la mirada mientras ajustaba la manta sobre sus hombros.

—Con este nuevo cuerpo... debo acostumbrarme a esas cosas como la ropa —

comentó con una sonrisa nerviosa. Entonces pareció caer en cuenta de que Ayanos la había visto completamente desnuda, y se sonrojó tanto que por un momento pareció que su cabeza iba a incendiarse.

Ayanos asintió, respetuoso y dejando escapar una pequeña risa, y Leod simplemente asintió en silencio, sin saber bien qué decir.

Pero enseguida Riura retomó el tema, intentando recuperar la compostura.

—Aunque, volviendo a lo de la lista... La trepita azul crece dentro de la cueva, hay bastante si saben buscar. La piel de dragón... creo que les servirá la que acabo de mudar —dijo, señalando discretamente hacia un costado, donde unos pliegues escamosos, como de cuero grueso y oscuro, reposaban cerca de una roca—. Y el carbón... está en una saliente al costado de la montaña.

—¿Y por qué hay carbón ahí? —preguntó Leod con curiosidad genuina e inocente.

Riura lo miró de reojo, entrecerrando los ojos con incomodidad.

—No voy a hacer del baño en la cueva donde vivo, ¿sabes? —respondió con tono seco, como si lo regañara, pero claramente avergonzada.

Leod se puso rígido y palideció un poco, tartamudeando un “n-no era mi intención...”.

Ayanos soltó una leve risa, sin burlarse, y negó con la cabeza.

—Tranquilos, tranquilos. Lo importante es que sabemos dónde está todo. Asi que manos a la hobra.

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run away.┲﹊
¡Me tienes enganchada!
YRON HNR: pronto seguire actualizando
total 1 replies
【Full】Fairy Tail
Gracias ¡necesitaba leer esto! 💖
YRON HNR: gracias a ti por tomarte tu tiempo de leerlo 😎😊
total 1 replies
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