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Heridas Que Reabren

Heridas Que Reabren

Status: En proceso
Genre:Casarse por embarazo / Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Padre soltero / Madre soltera
Popularitas:304
Nilai: 5
nombre de autor: Eduardo Barragán Ardissino

Esta historia nos narra la vida cotidiana de tres pequeñas familias que viven en el mismo complejo de torres, luego de la llegada de Carolina al lugar.
Tras ser abandonada por sus padres, y por sus tíos, la pequeña se ve obligada a mudarse con su abuela. Ahí conoce a sus dos nuevos amigos, y a sus respectivos padres.
Al igual que ella, todos cargan con un pasado que se hace presente todos los días, y que condiciona sus decisiones, su manera de vivir, y las relaciones entre ellos. Sin proponérselo, la niña nueva provoca encuentros y conexiones entre estas familias, para bien y para mal.
Estas personas, que podrían ser los vecinos de cualquiera, tienen orígenes similares, pero estilos de vidas diferentes. Muy pronto estas diferencias crean pequeños conflictos, en los que tanto adultos como niños se ven involucrados.
Con un estilo reposado, crudo y directo, esta historia nos enfrenta con realidades que a veces preferimos ignorar.

NovelToon tiene autorización de Eduardo Barragán Ardissino para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 10: Las preocupaciones de Fabián

Fabián abrió la puerta, pero fue Germán el primero en entrar, como siempre. Este último fue directamente hacia su teléfono celular, mientras su padre cerraba la puerta para luego encaminarse hacia el baño.

—No te entretengas mucho con eso —le avisó a su hijo—. Voy a ir llenándote la bañera, te bañas, y comemos.

—Sí, ya sé, está bien —respondió Germán sin quitar la mirada de su celular.

Volvió a la cocina para iniciar con los preparativos de la cena, luego de que consideró como adecuada la temperatura del agua que dejó saliendo de la canilla. Sabía que sería más sencillo y rápido si su hijo accediera a usar la ducha, en lugar de preferir el baño de inmersión; pero la alegría del niño de usar por un rato esos juguetes que nunca abandonaban el baño era muy grande como para pensar en ignorarla. Su padre prefería estimular este comportamiento de su muchacho antes que negárselo. Opinaba que la gente solía exagerar a la hora de hablar sobre la supuesta obsesión de la nueva generación con las nuevas tecnologías, pero también le era imposible negar que había algo de razón en algunas de esas afirmaciones. Por lo que le gustaba que Germán, pese a usar seguido su teléfono celular, podía también divertirse usando su imaginación con sus juguetes, igual que con otros niños, en actividades llevadas a cabo en el exterior. Aquel era el motivo por el que se sentía alegre en ese momento.

Su hijo llevaba meses sin realizar actividades como las de ese día, salvo cuando él podía ser su compañero de juego al no estar ocupado con el trabajo. Pero eso era solamente el principio. Sabía que el tiempo sería el encargado de decirle si el nene podría seguir llevándose bien con esas dos niñas. La presencia de algún otro varón entre ellos lo hubiera hecho sentirse un poco más cómodo, pero se dijo a sí mismo que eso era lo de menos. Se llevaban bien y se divertían juntos, que era lo único importante. Su hijo debía vivir feliz ahí. Por fin tenían un hogar acogedor después de haber dejado atrás a Hada, y este debía ser lo más cómodo y agradable posible para los dos. Aunque fuera a visitarla sin falta los días asignados para eso, Germán debía dejar ir los malos recuerdos que tenía de ella.

—Dale, anda metiéndote de una vez —lo apresuró el padre tras ir a ver que la cantidad de agua en la bañera ocupaba casi la mitad de la misma—. Podés seguir después con eso.

Demostrando algo de fastidio, el niño dejó su teléfono a un lado para obedecer la orden dictada por su padre.

—¡¿Cómo está el agua?! —exclamó Fabián desde la cocina, un minuto después de que su muchacho cerró la puerta del baño.

—¡Está bien, pa, ya me metí! —contestó el niño.

Esa respuesta fue lo único que necesitó para poner toda su atención en preparar la cena, mientras tomaba un café. No obstante, no pudo evitar seguir pensando en las más recientes amistades de su querido hijo. No tenía problema alguno con ambas niñas, que casi no conocía, pero todo lo relacionado con la misteriosa y extraña mamá de Sofía continuaba sin darle buena espina. Además de mostrarse distante y nada cordial con él, y el niño, a Fabián aún le duraba la sorpresa de haberla encontrado aquella madrugada en esas condiciones. Sabía que muchas personas podrían tildar su actitud con ella de ridícula, exagerada, y hasta inmadura. Más de uno hubiera olvidado ese incidente, pero él no.

A sus 32 años, ya había visto muchas mujeres desnudas a lo largo de su vida (incluyendo a su ex mujer), por lo que no se puede decir que lo haya impactado lo que vio. En su caso, el desconcierto radicaba en lo inesperado que fue ese suceso, y en la búsqueda de una explicación razonable para este. Dedujo, con base en las evidencias, que la tal Reyna salió así para satisfacer alguna especie de placer personal y privado. Si ese era el caso, tenía que permanecer alerta para que ese escenario no se repitiera con su hijo como espectador en lugar de él. Era un niño y él no consideraba apropiado que se viera expuesto a algo así a una edad que consideraba aún muy temprana.

El muchacho no era ignorante respecto a varios temas relacionados con la sexualidad, tomando en cuenta sus 9 (casi 10) años de edad, ya que su padre se había asegurado de guiarlo de una manera paciente y escalonada, y de estar siempre disponible para cualquier posible pregunta. Sin embargo, no estaba dispuesto a permitir que tuviera ya una experiencia así.

De repente comenzó, como ya era costumbre, a oír los sonidos que dejaba escapar el niño al usar sus juguetes en la bañera, acompañados del ruido del agua al salpicar. Comenzó a reflexionar.

Cada vez faltaba menos tiempo para que llegara a la edad en la que probablemente dejaría de hacer eso, por ser "cosas muy infantiles", así que no tenía más opción que atesorar bien cada segundo.

Le agradaba mucho comprobar que su hijo seguía siendo el mismo de siempre luego de las visitas a Hada. Al no estar autorizado a permanecer en casa con ambos, la preocupación que lo invadía luego de dejarlo ahí y retirarse en su auto, nunca lo dejaba en paz, ni siquiera después de pasarlo a buscar para volver a casa. Tenía miedo de que esa mujer afectara o lastimara de algún modo al niño, como lo había hecho tantas veces. Por eso no conseguía tranquilizarse a pesar de que su hijo siempre le hacía saber lo bien que lo había pasado.

—Mamá es más buena ahora que vive sola —le comunicó en una ocasión—. Ya no se pone como antes y me trata mejor.

—Ha tenido más tiempo para pensar y relajarse —respondió su padre, aliviado—. Te dije que era lo que le hacía falta. Estar en paz y ocuparse de ella misma.

—Entonces de verdad estamos mejor así, ¿no?

—Yo diría que sí, ¿y vos?

—Pero ¿por qué ella sigue enojada con nosotros por eso? ¿No debería estar contenta por tener más tranquilidad, y por estar tomando menos de eso que la ponía así? No me importa que siga diciendo que vos me "llenaste la cabeza", y que me pones en contra suya, yo no le presto atención, como me dijiste que haga, pero no quiero que siga diciendo que la abandonamos, y que somos injustos con ella ¿Porque dice todas esas cosas si está mejor que cuando vivía con nosotros?

Fabián odiaba que Germán hiciera esas preguntas porque no sabía qué responderle.

—A veces la gente no se da cuenta cuando está mejor —respondió, haciendo todo lo posible por tener presente en todo momento lo que le habían enseñado su mamá y sus abuelos, respecto a no hablar mal de la madre de su hijo enfrente de este, en caso de un divorcio—. No quieren aceptar que algo que no querían les resulta mucho más provechoso a la larga. Eso no los hace malos. En algún momento se tiene que dar cuenta de que todo esto debía pasar. No se podía seguir como antes.

La respuesta pareció tener el efecto que él estaba esperando, pues Germán no siguió hablando del tema por el resto de ese día.

Había afirmado aquello sobre el futuro de Hada sin estar del todo convencido de que fuera a ser así realmente, ya que quería que su hijo tuviera toda la esperanza que a él le faltaba, pero había sido completamente sincero al decir que no podían seguir con aquella vida. Por ese motivo tomó cartas en el asunto, y nunca lamentó haberlo hecho.

La alegría que Germán seguía demostrando en determinadas cosas, como sus juegos en la bañera, demostraba que algo tenía que estar haciendo bien, según su punto de vista.

—¡Ya fue suficiente! —lo llamó desde la cocina, luego de ver la hora— ¡La comida está casi lista!

Siempre era así: primero no quería entrar, y después no quería salir.

—¡Ya voy! —le respondió el muchacho, para luego reanudar la diversión.

Tuvo que seguir insistiéndole un par de veces más, sin dejar de atender sus labores domésticas, hasta que oyó que el niño sacaba el tapón de la bañera.

La cena ya estaba lista para ser servida cuando Germán salió del baño, cubierto únicamente con una toalla, que le tapaba desde la cintura hasta poco más abajo de las rodillas.

—Dale, o la voy a tener que calentar de nuevo —le dijo, mientras este entraba en su habitación.

No pasó mucho tiempo hasta que salió de ahí totalmente vestido y con mucha hambre, la cual no temía demostrar.

Mientras encendía el televisor, y buscaba algo que ambos quisieran ver, su padre comenzó a servir la cena.

Este creyó que ya había dejado atrás todas las preocupaciones, pero tras recordar que al día siguiente debía ir a trabajar, unas nuevas no tardaron en surgir: su hijo probablemente jugaría otra vez con las dos nenas ¿Y si esa tal Sofía era como su madre? ¿Y si tenía la misma aflicción que ella, pero con menos vergüenza, provocando que nada le impidiera desvestirse delante de Germán mientras él estaba en el trabajo?

Entonces recordó tomar en cuenta la edad de ambos. Tenían solamente 8 y 9 años respectivamente, así que tal vez no sería una situación tan mala o incómoda como él creía. Realmente no estaba seguro de nada, tenía muchas dudas respecto al mejor modo de criar a su hijo prácticamente solo.

Decidió que no se preocuparía más de la cuenta, que se concentraría en cenar y en mirar televisión con Germán. Dejaría que las cosas siguieran su curso, pero él estaría atento para intervenir, de resultar necesario, y cómo fuera necesario.

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Kami
Me gustó la forma de narrar
Eduardo Barragán Ardissino: Muchas gracias♥️.
total 1 replies
Tae Kook
No puedo creer lo bien que escribes. ¡Me tienes enganchada! 🔥🤩
Eduardo Barragán Ardissino: Muchas gracias, me alegra saberlo💖.
total 1 replies
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