Atrevete Amar Al Mafioso

El sol se filtraba tímidamente por las rendijas de las cortinas del apartamento de Adrián, creando sombras suaves sobre el suelo. Julia despertó lentamente, el suave resplandor matutino acariciando su rostro. Por un momento, se quedó allí, quieta, saboreando la calidez del abrazo de Adrián que la envolvía como un refugio. Estaba tan acostumbrada a estar sola, a enfrentarse al mundo por sí misma, que sentir a alguien tan cerca, sin la constante presión de mantener las distancias, la hacía sentirse vulnerable, pero de una manera diferente. De una manera… segura.

El brazo de Adrián reposaba sobre ella, su respiración calmada en su oído, y por primera vez en mucho tiempo, Julia no sentía que el mundo entero estaba a punto de derrumbarse sobre ella. Por un momento, las preocupaciones sobre su padre, su madre, la presión que sentía constantemente sobre sus hombros, parecían desvanecerse. En su lugar, solo había silencio y la presencia de Adrián, que le ofrecía un consuelo extraño, pero acogedor.

Su mente aún estaba nublada por la confusión de los eventos de los días anteriores. El misterio de Adrián, su vida de mafioso, la extraña mezcla entre protección y peligro que él representaba, la situación con su padre y su madre… todo eso seguía ahí, en la oscuridad de su mente, esperando ser enfrentado. Pero ahora, en los brazos de Adrián, se permitió no pensar en eso, aunque fuera por un momento.

Adrián comenzó a moverse ligeramente, su cuerpo despertando con lentitud, y Julia no pudo evitar notar cómo su respiración se aceleraba al sentir su presencia tan cerca. Él abrió los ojos y, al ver que ella estaba despierta, le dedicó una sonrisa tranquila, esa sonrisa que le hacía sentir una calidez que no podía entender del todo.

—Buenos días —murmuró él con voz rasposa, aún un poco adormilado.

Julia asintió, sin saber qué decir. No estaba acostumbrada a las mañanas tan tranquilas, especialmente con alguien cerca. Había tantas preguntas que todavía se arrastraban en su mente, pero en ese momento, la única verdad que parecía importarle era la que tenía frente a ella.

—¿Dormiste bien? —preguntó Adrián, su mirada suave, como si intentara leer sus pensamientos.

Julia asintió lentamente, todavía perdida en la comodidad de su abrazo. Nunca había permitido que alguien se acercara tanto a ella, ni siquiera a su propio padre, y mucho menos a un hombre como Adrián, un hombre cuyo mundo estaba lleno de oscuridad, mentiras y peligro. Sin embargo, de alguna manera, en ese momento, con su cuerpo calentándose por el contacto y sus corazones latiendo juntos, se sentía más segura que nunca.

—Sí —respondió con sinceridad, aunque su voz fue baja, casi un susurro—. Nunca pensé que dormiría así.

El silencio se instaló entre ellos nuevamente, pero no era incómodo. Era un silencio de entendimiento, de un vínculo creciente que comenzaba a forjarse, uno que ni ellos parecían poder controlar. Adrián, con su carácter fuerte y su vida llena de secretos, y Julia, con su fragilidad y sus miedos profundamente enterrados, se encontraban en un punto intermedio, donde todo lo demás parecía desvanecerse.

—¿Tienes hambre? —preguntó Adrián, rompiendo el silencio, mientras comenzaba a levantarse del sofá con naturalidad. Julia se quedó quieta por un momento, observando su rostro mientras él se incorporaba, buscando algo que decir.

—No… —dijo ella, dudando por un instante—. Pero algo me gustaría.

Adrián la miró con curiosidad.

—¿Qué es? —inquirió, su tono relajado, pero con una chispa de interés.

Julia, sin pensarlo demasiado, respondió con un poco de ironía en su voz, como si no pudiera evitarlo.

—Un poco de paz.

Adrián no dijo nada al principio, solo la miró fijamente, como si pesara sus palabras. Sabía que ella tenía una vida complicada, llena de sombras, y que no todo lo que podía ofrecerle sería suficiente para calmarla. Pero en ese momento, pensó que quizás su presencia era lo único que ella necesitaba.

—Te prometo que haré lo que pueda —respondió él, como si esa fuera la promesa que podía hacerle en ese instante.

Julia lo observó por un momento, sintiendo una mezcla de inseguridad y curiosidad. Había algo en Adrián que no podía comprender del todo, pero también algo en él que la atraía de una manera difícil de explicar.

A medida que se levantaba de la cama y comenzaba a vestirse, Julia notó cómo sus pensamientos seguían dando vueltas, pero no quería analizar todo de inmediato. No ahora. No mientras sentía que, al menos por ese momento, podía estar tranquila.

Adrián se alejó un poco para comenzar a preparar algo de comida en la pequeña cocina, y Julia decidió seguirlo con la mirada, su cuerpo aún tenso por la tensión que sentía en su pecho. Estaba acostumbrada a enfrentarse a todo ella misma, pero ahora, con Adrián en su vida, las cosas se volvían confusas.

—Gracias… —murmuró Julia nuevamente, esta vez sin saber qué más decir. Era difícil expresar lo que sentía cuando su corazón no sabía si latía por miedo o por algo más.

Adrián le dedicó una sonrisa cálida antes de comenzar a preparar algo sencillo, como si ya estuviera acostumbrado a hacer las cosas por ella, aunque no fuera necesario. Esa mezcla de amabilidad y protección era algo que Julia no había experimentado antes, pero que, de alguna manera, comenzaba a aceptar.

Mientras él cocinaba, Julia se quedó mirando por la ventana, sintiendo que el día comenzaba a despertar por completo, aunque en su corazón aún persistían las dudas. ¿Qué significaba todo esto? ¿Por qué sentía esta atracción por él, cuando su vida estaba tan lejos de la normalidad? ¿Cómo podía confiar en alguien como él, un hombre de su mundo, con su propia vida peligrosa y oculta?

Pero antes de que pudiera seguir enredada en esos pensamientos, Adrián se acercó a ella con un plato humeante, y la miró fijamente.

—Comerás, y luego veremos qué más pasa —dijo con tono firme, pero suave, como si la tranquilidad de ese momento fuera suficiente para enfrentar lo que viniera después.

Julia lo miró a los ojos y, por primera vez en mucho tiempo, decidió dejarse llevar. Sin cuestionar nada más, aceptó el plato y, por fin, comenzó a relajarse.

Lo que el futuro les deparaba aún era incierto, pero por esa noche, al menos, podría permitir que las sombras se desvanecieran, aunque fuera solo por un rato.