Mi nombre es Alexander Dy Galyz, hijo mayor de Violeta de Dy Galyz, más conocida como "La Rosa Negra", la poderosa y enigmática líder colombiana radicada en Monza, Italia. Soy consciente de que mi historia está entrelazada con la de mi madre, una mujer que ha dejado una huella indeleble en el mundo, tanto en su vida personal como profesional.
A mis 24 años, soy ingeniero de sistemas, y con ello, el sucesor de un legado que mi madre ha construido con esfuerzo, sacrificio y una inteligencia que la ha convertido en una mujer respetada y temida por igual. Mi madre, a sus 41 años, ha logrado lo que pocos pueden imaginar: ha creado un imperio en Italia y ha conseguido un respeto absoluto en los círculos más altos de la sociedad.
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Juan Rodríguez y su Venganza: El Plan de Recuperación de Violeta
En una lujosa casa en las afueras de México, el ambiente estaba impregnado de una tensión palpable. La luz cálida de las lámparas iluminaba la mesa donde Juan Rodríguez y sus aliados se encontraban, disfrutando de una ronda de tequila. A pesar de la apariencia relajada, en el aire flotaba la venganza, una venganza que había estado incubando durante años en el corazón de Juan Rodríguez. Su mirada, oscura y calculadora, mostraba los fantasmas de su pasado y el ardiente deseo de recuperar lo que sentía que le pertenecía.
Después de haber pasado cinco años en prisión, los días de Juan Rodríguez en las cárceles de Colombia le dieron tiempo para reflexionar sobre su vida y su destino. Pero el verdadero detonante de su regreso al mundo del crimen no fue solo la rabia por lo que había perdido, sino la nota que encontró en manos de su madre antes de su fallecimiento. La señora María Madre, la madre de Juan, había sido su última conexión con el pasado. En sus últimos días, ella le dejó una única fotografía que había recibido de Violeta Dy Galyz hace muchos años, junto con unas palabras que resonaron en su mente: "Para que sepa de su hijo". La foto mostraba a un niño, el hijo de Violeta, que Juan no habia visto pero sabia que era su hijo. Ese fue el punto de quiebre que lo impulsó a hacer lo impensable: unirse a los enemigos de Violeta.
En ese momento, Juan Rodríguez juró que recuperaría lo que era suyo. Ya no solo se trataba de Violeta, la mujer que lo había dejado en la cárcel y destruido su vida, sino también de su hijo, un niño que ahora era el único vínculo que le quedaba con lo que alguna vez consideró su familia. Pero el destino, y la historia de Violeta, le jugarían una mala pasada.
Mientras Juan sostenía la fotografía de su hijo, que aún desconocía era en realidad Alexander Dy Galyz, su mente comenzaba a trazar un plan. Sabía que con la ayuda de sus nuevos aliados, los carteles del Golfo y el Cartel de Sinaloa, podría despojar a Violeta de su poder, recuperando el control que había perdido y poniéndola de rodillas. Además, pensaba que al unirse a ellos, podría acercarse a Alexander, el hijo de Violeta y de el, y manipularlo para que se aliara con él. No sabía que Alexander ya estaba al tanto de toda la historia de su madre, y mucho menos que era el hombre que más despreciaba por lastimar a su madre.
Los aliados de Juan Rodríguez, hombres astutos y poderosos, compartían su sed de venganza. Juntos, diseñaron una estrategia para infiltrarse en el territorio de los Dy Galyz y destruir la familia desde adentro. El plan de Juan consistía en acercar se a Alexander y ganarse su confianza, algo que creía fácil debido a la desconexión que pensaba que existía entre madre e hijo. Sin embargo, Juan ignoraba una verdad crucial: Alexander había sido educado con la historia de su madre, con la sabiduría y la fuerza de su legado. Violeta le había enseñado todo lo que necesitaba saber para defenderse y proteger lo que era suyo, y Alexander estaba preparado para enfrentarse a cualquier amenaza.
La trampa de Juan Rodríguez era peligrosa, pero nunca imaginó que la familia Dy Galyz se mantendría un paso adelante. En su mente, su objetivo era claro: destruir el imperio de Violeta, alejar a Alexander de su madre y tomar lo que sentía que le pertenecía, sin saber que, al intentar manipular a Alexander, solo lo estaba empujando más lejos de sus manos.
El tiempo avanzaba, y lo que Juan Rodríguez no sabía era que, al hacer este movimiento, estaba despertando la furia de una familia que no perdonaría. Violeta, Alexander, y toda la familia Dy Galyz ya estaban listos para la confrontación.
Juan Rodríguez pensaba que el destino estaba de su lado, pero la verdad era que el verdadero juego apenas comenzaba. La historia de Violeta y Alexander estaba a punto de tomar un giro inesperado, y Juan Rodríguez aprendería por las malas que, en el mundo de los Dy Galyz, nadie escapa tan fácilmente de las consecuencias de sus decisiones.
