 
                            Josh es un joven psicólogo que comienza su carrera en una prisión de máxima seguridad.
 ¿Su nuevo paciente? Murilo Lorenzo, el temido líder de la mafia italiana… y su primer amor de adolescencia.
Entre sesiones de terapia peligrosas, rosas dejadas misteriosamente en su habitación y un juego de obsesión y deseo, Josh descubre que Murilo nunca lo ha olvidado… y que esta vez no piensa dejarlo escapar.
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Capítulo 18
Josh se despertó decidido a olvidar a Murilo, aunque solo fuera por una noche. Cogió el celular y llamó a Lucas con una sonrisa fingida en el rostro.
— **¡Qué pasa, cabrón! ¡Hoy es día de fiesta!** — dijo, intentando sonar animado.
Del otro lado, Lucas rió, desconfiado.
— **¿De fiesta? ¿Tú, después de todo lo que pasó?**
— **Exactamente por eso. Necesito salir, beber, bailar... olvidar.**
Lucas vaciló, pero acabó cediendo.
— **Vale, pero si ese loco aparece, me largo y te dejo atrás, ¿eh?**
Josh rió, pero el sonido salió vacío.
— **Justo.**
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**Centro Comercial – Tarde**
Los dos andaban por las tiendas, Josh fingiendo interés en ropa que no quería comprar.
— **Tío, estás más raro que de costumbre** — comentó Lucas, sosteniendo una camisa a rayas.
— **Solo estoy cansado.**
— **¿Cansado de tu doble vida, quieres decir?** — Lucas alzó una ceja.
Josh ignoró el comentario.
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La música alta, las luces parpadeando, cuerpos sudados rozándose en la pista. Josh bebió su tercer trago, intentando ahogar los pensamientos.
Fue cuando *él* apareció.
Un chico más joven, rubio, sonrisa fácil, manos que no tenían sangre en ellas.
— **¿Bailas?** — preguntó el chico, los dedos tocando levemente el brazo de Josh.
Josh vaciló.
*¿Por qué no?*
— **Sí, bailo** — respondió, dejándose llevar a la pista.
En la pantalla, Murilo veía en vivo mientras Josh bailaba con el chico rubio. Su expresión era de hielo.
— **Señor...** — un guardia de seguridad entró, vacilante.
Murilo ni siquiera miró.
— **Quiero a ese tipo mañana atado en el sótano.**
— **Sí, señor. ¿Y a Josh?**
Murilo cogió la pistola en la mesa, pasando el dedo por el cañón.
— **Déjalo divertirse... por ahora.**
Sus ojos nunca se apartaron de la pantalla, donde Josh ahora reía de algo que el chico decía.
— **Yo también quiero divertirme** — Murilo susurró, amartillando el arma.
El chico rubio — *Rafael*, como se había presentado — era **perfecto**. Sonrisa fácil, chistes malos, manos que sabían tocar sin exigir nada a cambio. Todo lo que Josh debería querer.
Y aun así...
— **Estás medio distante, ¿eh?** — Rafael rió, los dedos jugando con el vaso de vodka con energizante.
Josh forzó una sonrisa.
— **Es el alcohol. Me pone pensativo.**
*Mentira.*
Era el olor de él — muy dulce, muy limpio. Nada como el amaderado y tabaco que se pegaba a la piel de Murilo.
Era el toque de él — demasiado gentil. Nada como los dedos que sabían lastimar y acariciar en la misma intensidad.
— **¿Quieres ir a otro lugar?** — Rafael sugirió, los ojos bajando a los labios de Josh.
*Debería decir sí.*
*Debería besarlo hasta olvidar.*
Pero cuando Rafael se inclinó, Josh retrocedió.
— **Lo siento... no estoy bien hoy.**
El rostro de Rafael decayó, pero él asintió con la cabeza, educado.
— **Está bien, hermano. Cuídate.**
Josh lo vio irse, el pecho doliendo de una forma que no entendía.
Lucas apareció a su lado, las cejas alzadas.
— **Joder, Josh. El tipo era guapo y buena gente. ¿Cuál es el problema?**
Josh vació el vaso de una vez, la quemazón del alcohol no apagando la respuesta en su cabeza:
*Él no era Murilo.*
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Josh llegó, tambaleándose levemente. La maleta de dinero aún en el armario. Las rosas marchitas en el suelo.
Se dejó caer en el sofá, las manos cubriendo el rostro.
— **¿Qué mierda estoy haciendo?**
El celular vibró. Un mensaje de un número desconocido:
**"Te vi bailando. Bonito. Pero él no sabe tocarte como yo sé, ¿verdad?"**
Josh arrojó el teléfono lejos, el corazón latiendo rápido.
*¿Cómo lo sabía?*
*¿Cuántos ojos estaban encima de él?*
La respuesta vino en otro mensaje, como si Murilo leyera sus pensamientos:
**"Todos tus pasos son míos, mi amor. Incluso cuando intentas huir."**
Josh miró al techo, la garganta apretada.
Y entonces percibió la verdad más cruel:
Él no estaba intentando olvidar a Murilo.