Freya siempre ha creído que el romance es una pérdida de tiempo. ¿Para qué enamorarse si todo tiene un final inevitable? Con esta filosofía, ha construido una vida de encuentros casuales y relaciones superficiales, pasando de una mujer a otra sin dejar que nadie se acerque demasiado. Pero, ¿qué sucede cuando el amor inesperado llama a su puerta? ¿Podrá Freya abrirse a la posibilidad de un amor verdadero, o seguirá aferrada a su creencia de que el romance es solo una ilusión efímera?
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Capítulo 15: Esa estúpida cerca de mi novia
Esa noche, Charlotte insistió en pasar a buscarme para la fiesta de Min-ju, la pequeña diablilla. Yo tenía cero ganas de ir. Mi cuerpo solo quería descansar en casa, leer, ver algo o incluso jugar videojuegos. Pero la insistencia de Charlotte no me dejó opción. Con un suspiro resignado, me arrastré para arreglarme.
No quería ponerme nada espectacular, así que opté por unos jeans negros, una sudadera oscura y unos tenis blancos. El frío fuera era brutal, y preferí cubrirme. No pensaba que la fiesta fuera gran cosa. De todos modos, me veía bien con lo que fuera. Un poco de maquillaje rápido y ya.
Cuando escuché el timbre, me levanté a abrir la puerta. Lo que vi me dejó sin aliento. Charlotte estaba allí, con un vestido rojo que abrazaba sus caderas de manera perfecta. Su escote pronunciado y su piel, tan pálida y radiante, brillaban bajo la luz. Mi boca se abrió sin pensar.
Ella sonrió con una expresión juguetona y, acercándose a mí, me cerró la boca con un dedo.
—¿Qué pasa, cariño? —dijo, en un tono tan coqueto que no pude evitar ruborizarme.
—Wow... Te ves increíblemente hermosa —balbuceé, aún sin salir de mi asombro.
—Gracias. Tú también luces encantadora —respondió con una sonrisa suave, como si estuviera disfrutando de mi desconcierto.
No pude evitar mirar mi reflejo en el espejo al lado de la puerta. Comparada con ella, yo parecía una simple espectadora.
—Déjame cambiarme rápido y ya nos vamos —dije, para minimizar la diferencia.
—Pero dijiste que ya estabas lista. Vamos, no quiero llegar tarde —replicó ella, en un tono que no dejaba espacio a la discusión.
Suspiré resignada, y finalmente cedí.
Al llegar a la fiesta, el lugar estaba lleno de gente de estilos variados, pero tan pronto entramos, todas las miradas se dirigieron hacia nosotras... o más bien, a Charlotte. No era para menos, ella era deslumbrante. No pude evitar sentir una mezcla de orgullo y celos. ¿Cómo no iba a robarse todas las miradas?
—¿Ya viste cómo todos te miran? Te ves espectacular —le dije, admirando su belleza.
—¿No será porque tú estás conmigo? —respondió, con una risa suave.
—Por favor, mira cómo vengo vestida. Nadie se fijaría en este vagabundo —reí, pero la incomodidad se instaló en mí al ver cómo todos la miraban.
—Jajaja, fíjate mejor. Esa gente nos está mirando con celos porque estoy contigo —dijo, como si fuera una afirmación indiscutible.
Miré hacia donde señalaba, y efectivamente, un grupo de personas nos observaba con una mezcla de sorpresa y envidia. Desde que nuestra relación se había hecho oficial, los rumores no dejaban de correr.
—¿Quién no te miraría con celos? —dijo Min-ju, interrumpiendo, y luego sonrió. —Vas de la mano de la hermosa Freya.
Antes de que pudiera responder, la pequeña diablilla apareció frente a nosotras, interrumpiendo la conversación con su presencia desafiante.
—Soy consciente de que mi novia es muy hermosa —comentó Charlotte, con un tono tan seguro que incluso yo, que era su novia, me sentí pequeña.
Min-ju no parecía intimidarse, y su mirada hacia mí estaba llena de una diversión inquietante. Junto a ella estaba Lauren, quien recorrió a Charlotte de arriba abajo con una mirada descaradamente coqueta.
¿Quién demonios se cree esta estúpida? pensé, sintiendo cómo la rabia comenzaba a hervir en mi pecho. Tomé la mano de Charlotte y la aparté de ellas, alejándonos rápidamente. Charlotte me miró, comprensiva, como si supiera exactamente lo que estaba pasando por mi cabeza.
La noche, que prometía ser un tormento, resultó ser más divertida de lo esperado. Bailamos hasta que el cansancio nos alcanzó. Había bebidas de sobra, pero decidí no beber, al igual que Charlotte, que sería la encargada de conducir de vuelta. Sin embargo, cada vez que alguien intentaba bailar con ella, no pude evitar sentir un leve pique de frustración. ¿Era tan inevitable que Charlotte fuera el centro de atención?
Intenté ignorarlo, centrándome en disfrutar el momento. De repente, me encontré bailando al otro lado de la sala, mientras Charlotte conversaba con una amiga. Justo cuando empezaba a relajarme, sentí un par de manos en mi cintura.
Al voltear, ahí estaba Min-ju, con un vestido blanco tan revelador que no pude evitar notar su aura de seducción. Sabía que era una diablilla, pero no podía negar que tenía un encanto innegable.
—¿Bailamos un rato? —me susurró, acercándose tanto que su aliento rozó mi oído, sobre la música estruendosa.
—No, prefiero estar sola —respondí rápidamente, intentando cortar cualquier esperanza que tuviera de continuar con este juego.
Pero ella insistió, y después de unos minutos, cedí solo para que me dejara en paz. El calor de la fiesta comenzaba a asfixiarme, así que, en un intento por calmar la sed, tomé el vaso de Min-ju y lo bebí de un trago.
—Te bebiste todo mi vaso... era tequila puro —comentó, sonriendo con malicia, como si supiera que me estaba haciendo un favor al darme el primer trago.
Mi garganta se tensó de inmediato. El tequila siempre había sido mi peor enemigo. Sentí cómo el alcohol empezaba a afectarme rápidamente, y el mundo a mi alrededor comenzó a girar.
Me aferré al brazo de Min-ju para mantener el equilibrio, pero ella no desaprovechó la oportunidad. En un abrir y cerrar de ojos, sus labios estaban sobre los míos, sabían a fresa. Intenté apartarla, pero la sensación de su beso me dejó aturdida, completamente desorientada.
Cuando finalmente recuperé la compostura, busqué desesperadamente a Charlotte.
La encontré al otro lado de la sala, bailando con Lauren.
Eso fue lo que colmó mi paciencia. Una oleada de furia recorrió todo mi cuerpo. Ver a Lauren tan cerca de Charlotte me hizo hervir la sangre. ¿Qué estaba pasando? ¿Cómo podía ser que me sintiera tan... celosa?
Las piezas comenzaron a encajar. Sentí que mi control se desmoronaba, y las emociones, antes contenidas, estallaron sin previo aviso.