"Ser una cobarde en el amor, ¿te puede costar tu propio corazón? Freya seguirá huyendo de sí misma."
Tendrá que decidir entre el amor o la pasión
Descubre lo que sucederá 🤓
Esta historia es solo amor entre chicas
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Capítulo 17: ¿por que no llama?
La narración está bastante bien estructurada y captura de forma efectiva los cambios emocionales de la protagonista. La mezcla de reflexión interna, interacción con Min-ju y la construcción de la relación entre ellas está bien lograda. Sin embargo, se puede pulir un poco para mejorar el flujo y hacer más naturales algunas transiciones. Aquí tienes una versión revisada para mejorar algunos detalles:
En los brazos de Min-ju me sentía reconfortada. Había algo en su calidez que me hacía sentir el corazón agitarse. ¿Eran mariposas en el estómago o solo los efectos del alcohol que aún corrían por mis venas? No lo sabía, pero en ese momento no importaba.
—¿Qué sabor de helado te gusta más? —su voz suave rompió el silencio de mis pensamientos.
Me quedé perpleja. Esa pregunta parecía completamente fuera de lugar. Giré la cabeza para mirarla y solté una risa suave, incapaz de entender por qué lo preguntaba ahora.
—¿Por qué preguntas eso en esta situación? —dije entre risas, aún abatida por lo ocurrido.
—Solo dime. ¿Cuál es tu favorito? —insistió con una seriedad inesperada—. Recuerda que te dije que quería conocerte más. Me interesa mucho, Freya.
Sus palabras me hicieron sonrojar.
—Mmm… creo que fresa —respondí tras un breve silencio—. ¿Y el tuyo? —pregunté, con curiosidad.
—Ya veo, me gusta el de chocolate. ¿Vamos mañana por uno?
Su entusiasmo era tan contagioso que, antes de que pudiera rechazar la idea, insistió:
—¡Anda, di que sí!
Estuve a punto de negarme, dudando si era buena idea salir en ese momento, pero no quería enfrentarme a Charlotte ni a los recuerdos de lo que había pasado. Así que asentí con suavidad.
Esa noche dormimos plácidamente. A la mañana siguiente, el mareo y el dolor de cabeza eran inevitables. El sonido en la cocina me despertó, así que me levanté con esfuerzo y me asomé. Para mi sorpresa, Min-ju estaba cocinando algo que olía increíble.
—Te preparé un caldo para tu resaca —dijo con una sonrisa tan cálida que hizo que mi malestar se desvaneciera por un momento.
Esa sonrisa era como una promesa de que todo estaría bien.
Desayunamos juntas esa mañana. Para alguien de una familia acomodada, Min-ju sabía muy bien lo que hacía en la cocina. La comida era deliciosa.
—¿Está rico? —preguntó, arqueando una ceja con curiosidad.
—Está delicioso —respondí sin pensarlo, con una sonrisa que la hizo sonrojar.
Después de arreglarnos, salimos del departamento. La noche anterior había sido demasiado intensa, así que Min-ju sugirió que nos distrajéramos un poco con un paseo.
Condujo durante un buen rato hasta llegar a un pueblo mágico a las afueras de la ciudad.
—Hemos llegado. ¡Vamos por ese helado! —exclamó, con una alegría contagiosa.
El lugar era encantador: calles limpias, colores vibrantes y un aroma delicioso proveniente de los distintos puestos de comida. Probamos varias cosas, exploramos artesanías y disfrutamos del ambiente.
Una cadena con un dije de fresa llamó mi atención entre las artesanías. Me recordó a Min-ju, al dulce aroma que parecía envolverla. Cuando ella se distrajo, aproveché para comprarla.
Al mediodía, nos sentamos en un restaurante porque nuestros estómagos rugían de hambre. Conversamos sobre nuestras impresiones del lugar, y, como era de esperarse, coincidimos en que la comida mexicana era insuperable.
—¿Te gustan las fresas? —pregunté de repente, cambiando el tema bruscamente.
—Sí, son deliciosas. Con crema, aún más —respondió, con los ojos brillando, como si ya las estuviera saboreando.
Saqué la cadena de mi bolsillo y se la entregué con algo de nerviosismo.
—Espero que esta fresa también te guste —dije, intentando sonar indiferente, aunque en el fondo estaba ansiosa por su reacción.
Min-ju tomó la cadena con delicadeza, y su sonrisa se iluminó.
—Me encanta esta fresa —dijo antes de inclinarse y besarme suavemente en los labios.
De nuevo, esas mariposas invadieron mi estómago. ¿Era la comida lo que me había caído mal? Me aferré a esa idea como una explicación lógica, aunque sabía que no era así.
La tarde pasó entre risas y juegos. Min-ju tenía esa habilidad de hacer que el mundo pareciera menos complicado. Por un momento, olvidé el caos de la noche anterior.
Pero, a pesar de todo, no podía evitar revisar mi teléfono de vez en cuando. No había ni un solo mensaje de Charlotte.
—¿Por qué diablos aún no se disculpa? —murmuré con frustración.
Min-ju no pareció notar mi incomodidad, pero la realidad es que el silencio de Charlotte me carcomía. Ella siempre podía ser muy severa cuando estaba enojada. Aun así, no estaba dispuesta a ceder esta vez… ¿o tal vez sí?