En esta apasionante novela, "María" Gómez, una joven y talentosa periodista, se encuentra con un misterioso hombre llamado Alejandro, cuya sonrisa enigmática la deja sin aliento. A medida que se conocen mejor, María descubre que Alejandro esconde un secreto que podría cambiar su vida para siempre
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Una noche magica
María decide dejar al bebé con su mamá Everlidez para sorprender a Alejandro y disfrutar de una noche de pasión y intimidad sin interrupciones.
María se siente nerviosa y emocionada mientras prepara la sorpresa. Se viste con un conjunto elegante y sensual, se maquilla y se peina con esmero.
Mientras tanto, Alejandro está en su oficina sin sospechar nada. María llega y lo encuentra mirando unos papeles.
Inmediatamente, Alejandro se para y le da un beso a su esposa está feliz por su visita.
"¿Qué pasa?", pregunta Alejandro, notando la mirada seductora de María.
María sonríe misteriosamente.
"Tenemos la noche libre", dice.
Alejandro se intriga.
"¿Qué quieres decir?", pregunta.
María se acerca y lo besa suavemente.
"Mamá Everlidez se quedó con el bebé. Tenemos la noche para nosotros", susurra.
Alejandro se emociona.
"¡Genial!", exclama.
Te extrañaba mucho,todas las noches me tenía que bañar con agua helada para poder apaciguar las ganas de tenerte. Dijo ; Alejandro
Se acabó la espera;dijo María
Alejandro salió con María para la casa, quería llegar ya no aguantaban las ganas
Apenas llegaron subieron a su cuarto.
te amo tanto
Se dijeron ambos uniéndose en un beso…
Narra María.
Me separé un poco y llevé mis manos hacia mi propia blusa, sacándola por mi cabeza rápidamente, él me miró y sus ojos calentaron cada poro de mi piel, el corazón parecía salirse de mi pecho y las lombrices habían perdido la cordura.
Lentamente se acercó de nuevo, su piel se sentía caliente contra la mia, sus labios lentamente llegaron hasta los míos, besando suavemente y lento
Casi sin darme cuenta estábamos sobre su cama, aun con la ropa interior, enmarcó mi rostro con sus manos y me besó, llevando su lengua dentro de mi boca, tentando a la mia. Comencé a gemir, sin controlar los sonidos que salían de mi boca, mientras sentía su cuerpo presionar el mío y una de sus manos delinearlo con extrema delicadeza y lentitud.
-Te quiero
Mis manos fueron a su cabello, los mechones castaños que tanto amaba, busqué otro beso febril y húmedo, un tanto desesperado mientras podia sentir su excitación contra mi cadera.
Me estremecí, la humedad entre mis piernas aumentaba y un pequeño latido se alojaba justo ahí, cada vez más insistente. Recorrí su espalda con las manos hasta llegar a la orilla de su ropa interior, se estremeció contra mí y su boca marcó un camino de besos hasta mi cuello y hasta más abajo, besó mis pezones por sobre la tela del sostén y desee que lo quitara, pero no lo hizo. Llego hasta mi vientre besando y jugando con mi ombligo, su lengua se divertía bailando con mi piel, haciéndome cosquillas, haciéndome sentir bonita y como gelatina, todo al mismo tiempo.
Finalmente besó mi ropa interior haciendo que gimiera bajito su nombre, volvió a acostarse sobre su costado, a mi altura. Busqué otro beso fugaz que me dio de buena gana dejándome ir al minuto siguiente mirando cada uno de mis movimientos, me quité el sostén lentamente; primero los tirantes, luego el broche, todo seguido por sus intensos ojos color miel. Me recosté de nuevo sobre el colchón y esperé casi temblando, no por miedo, por dudas o sensaciones nuevas, lo esperé a él y todo lo que significaba. Alejandro engancho la orilla de mi ropa interior con sus pulgares y la bajó antes de hacer lo mismo con la suya, se alejó murmurando algo entre dientes que no pude distinguir y regresó colocándose un condón.
Me quedé medio hipnotizada mirándolo mientras se recostaba de nuevo. Un final y un inicio. Abrí mis piernas lentamente y él acercó una mano acariciando con sus dedos mi humedad, esparciéndola, haciéndome cerrar los ojos con las sensaciones. Coloco un dedo dentro de mí y me acaricio tan íntimamente como nadie lo habia hecho, ni siquiera él, unió otro dedo, haciéndome retorcer y murmurar su nombre una y otra vez.
Presionó la punta de su erección contra mí y algo se desató entre nosotros, miré hacia sus ojos mientras asentía y él entraba en mí, ambos nos tensamos, jadeamos y nos enredamos mientras nuestras caderas parecían tener vida propia.
No habia nada doloroso, extraño o loco en ello. Me sentía viva, a flor de piel y era maravilloso.
Me sujeté a su cuerpo mientras mis caderas luchaban por alcanzar las suyas, escondí mi rostro en su cuello y grité su nombre amortiguado
Después de que todo se quedara quieto y silencioso de nuevo, mucho después de que él hubiera jalado las sabanas sobre nosotros y yo me rindiera al cansancio y la sensación de regocijo en mi cuerpo, nos quedamos abrazados