Ander Hernández, un futbolista nacido en cuna de oro, decide ocultar su apellido para construir su carrera sin la sombra de su influyente padre. En su camino, conoce a Dalia Molina, una mujer que desafía los estándares tradicionales de belleza con su figura curvilínea y sus adorables mejillas.
Dalia, que acaba de sufrir una pérdida devastadora, se enfrenta al reto de sacar adelante a su madre y a su hermana menor. Pero su mundo da un giro inesperado cuando un hombre, tan diferente de ella en apariencia y situación económica, irrumpe en su vida, alterando todos sus planes.
A pesar de sus diferencias, tanto físicas como sociales, los corazones de Ander y Dalia laten al unísono, mostrando que, aunque sean polos opuestos en muchos aspectos, comparten lo más importante: un espíritu noble y un amor que trasciende todas las barreras.
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Parte 14
Ander
El lunes, a primera hora, fue ver a Dalia emocionada por su nueva oportunidad, me llenaba de orgullo y alegría. Decidimos que sería una buena idea que ella, su mamá y su hermana vinieran al campo de entrenamiento para conocer el lugar y familiarizarse con el equipo. Era un día soleado y perfecto para mostrarles el mundo en el que me movía a diario.
Cuando llegamos al campo, los ojos de Daila se iluminaron al ver la extensión verde y bien cuidada de la cancha. Suspiró, maravillada, mientras miraba alrededor, observando cada detalle. A lo lejos, se veían varios hombres entrenando intensamente, corriendo, haciendo ejercicios y practicando jugadas.
—Esto es increíble —dijo, girando sobre sí misma para captar toda la vista—. Nunca había estado en un lugar así.
Su mamá y su hermana, Olivia, también parecían sorprendidas. Su mamá, con su sonrisa cálida y sus ojos llenos de curiosidad, observaba todo con detenimiento. Era una mujer joven aún, con un rostro bonito y una sonrisa encantadora, muy parecida a la de Daila. Olivia, por otro lado, se distraía un poco con su celular después de una breve mirada al campo.
El entrenador, que había sido compañero de mi papá en su juventud, se acercó para presentarse. Noté que su mirada se suavizaba al ver a la mamá de Daila. Aunque intentaba mantenerse profesional, era evidente que estaba algo flechado por su presencia.
—Hola, soy Carlos Mejía, el entrenador. Encantado de conocerlas —dijo, extendiendo la mano.
—Un placer, soy Claudia, la mamá de Daila, y ella es Olivia, mi otra hija —respondió con una sonrisa, estrechándole la mano.
—Es un honor tenerlas aquí. Espero que disfruten el entrenamiento —continuó Jorge, esforzándose por mantener la compostura.
Carlos nos guio hacia los jugadores, quienes estaban en un pequeño receso. Nos presentó uno a uno y les recordó la importancia de estar listos para el próximo partido, donde varios debutarían. Los chicos se mostraron sorprendidos por la presencia de las tres mujeres, pero rápidamente recuperaron la compostura. Claudia fue amablemente invitada a sentarse en una silla más cómoda, mientras Olivia seguía absorta en su celular.
Daila, sin embargo, no podía quitar los ojos de los jugadores. Observaba con atención cada uno de sus movimientos, ladeando la cabeza con curiosidad. Notaba cómo analizaba cada detalle, y me parecía absolutamente adorable.
Mis compañeros notaron cómo la miraba, y no pudieron evitar comenzar a hacer burla.
—Oye, Ander, ¿quién es esa? ¿Tu novia? —preguntó uno, con una sonrisa pícara.
—Sí, es Daila —respondí, sin poder ocultar mi orgullo.
—Vaya, amigo, estás perdido —se rió otro, dándome una palmada en la espalda—. Nunca te había visto así.
—Sí, míralo, todo enamorado —agregó uno más, haciendo gestos exagerados de amor.
Sonreí, sin molestarme por sus bromas. Sabía que solo bromeaban, y en el fondo, estaba feliz de que se dieran cuenta de lo especial que era Daila para mí.
Mientras tanto, Daila seguía observando atentamente, moviéndose de un lado a otro para tener una mejor vista de las prácticas. Su entusiasmo y dedicación eran contagiosos, y sabía que todos en el equipo pronto se darían cuenta de su valor, tal como lo había hecho yo.
Finalmente, Carlos se acercó a mí y a Daila. Su mirada se suavizó al ver la determinación en los ojos de Daila.
—Después de cada entrenamiento puedes acercarte a mí y ver que has observado, me podrás dar ideas y veremos si funciona, ¿estás de acuerdo? —Dalia asiente y Carlos pone su mano en mi hombro —. No te conviertas en tu padre, tienes una gran mujer a tu lado.
Se retira para darnos tiempo de comer y volver con el entrenamiento, ya se estaba acercando la fecha del partido, ahora nos iban a meter mucha más presión que la de antes.
Eso pasó exactamente, la semana entera fue Dalia hablando con el entrenador sobre cosas que ni yo sabía, pero cambiaron ciertas cosas en el entrenamiento, entre esas que mi suegra empezó a llevarse con todos los chicos, incluso les llevaba algunos sanduches a todos ellos.
—Tienes novia linda, alta, esbelta y hasta una suegra buena gente, ¿eres el favorito de Dios? —Uno de mis compañeros más cercanos niega con la cabeza.
—También tiene una cuñada super amable y tierna —¿Mi cuñada era amable? La miro a lo lejos y ella hace una mueca, para sonreír y luego sacarme la lengua.
No, mi cuñada a veces me odiaba con todo ser, pero cuando quería algo se comportaba super amable, aunque siempre estaba pendiente de su hermana mayor y mamá; ahora estaba mejorando su horario de alimentación, incluso el entrenador estaba ayudando con eso.
Sí, esas tres se volvieron el centro de muchos hombres, pero siempre habían sido respetuosos. Respetando los límites, al único que debía ponerle cuidado era al entrenador que miraba en exceso a mi suegra.
—¿por qué la miras tanto? —Me cruzo de brazos, mientras veo como la observa a los lejos, mi entrenador se asusta con mi presencia.
—Es linda, tiene linda sonrisa y tiene vibras... ¿Tiernas? —Se veía bastante confundido.
—Es extraño que un divorciado diga ese tipo de comentarios.
—Qué malo eres, no todos los matrimonios funcionan —Niego con la cabeza, yo era muy consciente de eso —. Además, cuando eres futbolista no tienes tiempo para ellas, no todas pueden soportar ese tipo de vida.
—Es verdad, pero nosotros tampoco somos una joyitas, yo aprendí a las malas que si no cuidas lo que tienes, lo perderás.
—Supongo, ¿hace cuánto murió su esposo?
—No eran esposos, vivieron en unión libre casi 22 años.
—Eso es mucho tiempo.
—Sí, y murió hace como tres meses. No está lista para una relación, y ella ha dicho que no quiere nada con nadie, porque sus hijas siguen jóvenes y tuvo un padrastro malo con ella.
—¿No tengo nada de oportunidad?
—Él no dijo eso, solo dale tiempo —Es Dalia la que termina la frase, sin mirarnos, mirando a su madre a lo lejos con nosotros. Se voltea a ver a Carlos Mejía —. Si le haces daño, no me importa quién seas, te voy a aplastar.
Abrí mis ojos totalmente sorprendido, ya sé de quién aprendió Olivia esa actitud. Dios mío, eran igualitas, solo que Dalia sí ejercía mucha presión con solo su actitud dominante. Sonrió recordando que le ayude a bajar todo eso hace unos días.
Ahora seguía nuestro primer partido.