+18 años.
susana una joven estudiante de enfermería, se verá envuelta en una lucha de poder entre la familia de su difunto padre y el amor entre Mario de La Fuente, uno de los más grandes mafiosos de Toda Colombia.
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19
El bullicio del "Éxtasis" envolvía a Susana y sus amigas como una manta de ritmos vibrantes y luces danzantes.
Era viernes por la noche, y después de una semana intensa, las tres amigas habían decidido darse un respiro y disfrutar de la energía contagiosa del club.
Susana, vestida con un vestido azul eléctrico que realzaba el brillo de sus ojos, se sentía más relajada y dispuesta a dejarse llevar que la última vez.
Ana Lucía y Karina ya estaban en la pista, moviéndose con soltura al compás de la música latina que resonaba en el lugar. Susana las observaba con una sonrisa, disfrutando de su energía contagiosa antes de decidirse a unírseles.
Mientras pedía una bebida en la barra, su mirada recorrió el local, deteniéndose brevemente en los rostros desconocidos que se movían en la penumbra.
No esperaba ver a nadie conocido, y mucho menos a su jefe.
Sin embargo, en una esquina más apartada, cerca de la zona VIP, una figura alta y familiar estaba sentada en un sofá de cuero, bebiendo un trago y observando la pista con una expresión pensativa.
Era Mario.
Susana se quedó paralizada por un instante, sintiendo una punzada de sorpresa y una ligera confusión. ¿Qué hacía Mario allí? No lo imaginaba como un asiduo a los clubes nocturnos.
Mientras intentaba decidir si acercarse o pasar desapercibida, sus ojos se cruzaron fugazmente. Mario pareció reconocerla, aunque su expresión era un tanto distante, como si estuviera luchando por enfocar o por recordar algo.
Susana dudó por un momento, pero la curiosidad pudo más. Se acercó a su mesa con una sonrisa tímida.
"Señor De la Fuente," saludó Susana, tratando de mantener un tono casual. "¿Qué sorpresa verlo por aquí?"
Mario parpadeó un par de veces, como si saliera de un trance. Al enfocar su mirada en Susana, sus ojos se abrieron ligeramente, mostrando un atisbo de reconocimiento, seguido de una confusión palpable.
"Susana... ¿Qué haces aquí?" preguntó, su voz un poco más grave de lo habitual.
"Salí con mis amigas a relajarme un poco," respondió ella, sintiéndose ligeramente incómoda por la situación. "¿Y usted?"
Mario tomó un sorbo de su bebida, sin apartar la mirada de ella. Había algo en su rostro, en la forma en que la luz del club se reflejaba en sus ojos, que le resultaba extrañamente familiar.
Una sensación vaga, un eco de una noche confusa y llena de alcohol, comenzó a despertar en su memoria.
"Vine... a despejarme un poco," respondió Mario, sin dar muchos detalles.
Un silencio incómodo se instaló entre ellos. Susana notaba la intensidad con la que Mario la observaba, una mirada escrutadora que parecía intentar desentrañar un misterio oculto en su rostro.
De repente, los ojos de Mario se entrecerraron ligeramente, como si una pieza suelta de un rompecabezas comenzara a encajar en su mente. Una imagen fugaz de una mujer con un vestido oscuro, bailando cerca de él en la pista, luchando por emerger de las brumas de su resaca de la semana anterior. La sensación de su cuerpo cerca, el aroma sutil de su perfume...
"Espera un momento," dijo Mario lentamente, su voz ahora cargada de una creciente sorpresa. "¿La semana pasada... aquí... bailando...?"
Susana sintió que su corazón daba un vuelco. ¿Acaso estaba empezando a recordar? Su encuentro accidental en la pista, su baile fugaz en la oscuridad...
"Estuve aquí con mis amigas," confirmó Susana con cautela, observando la reacción de Mario.
Los ojos de Mario se abrieron aún más, y una expresión de asombro y una ligera vergüenza cruzó su rostro. Los fragmentos borrosos de su memoria comenzaban a unirse, formando una imagen más clara de la misteriosa mujer con la que había bailado sin reconocerla.
"Eras tú," murmuró Mario, casi para sí mismo. "La mujer con la que... no podía recordar tu rostro."
Susana asintió con una pequeña sonrisa nerviosa. "Supongo que los tragos no lo ayudaron mucho esa noche."
Mario se llevó una mano a la frente, como si intentara ordenar sus recuerdos confusos. "Dios mío... bailé contigo y no lo recordaba. Estaba tan... ido."
Una oleada de alivio y una pizca de diversión recorrieron a Susana al ver la expresión de sorpresa y confusión en el rostro de su jefe. La situación era cómica, aunque también revelaba una vulnerabilidad en Mario que no había visto antes.
"No se preocupe," dijo Susana con una sonrisa más amplia. "No creo que ninguno de los dos estuviera en su mejor momento esa noche."
Mario la miró con una mezcla de incredulidad y un ligero sonrojo. "Aun así... es increíble. ¿Cómo no me di cuenta?"
"Supongo que la oscuridad y la multitud no ayudaron," respondió Susana encogiéndose de hombros.
Un silencio incómodo volvió a instalarse entre ellos, cargado ahora de una nueva tensión, una conciencia compartida de un encuentro inesperado y olvidado.
"¿Te... te gustaría sentarte?" ofreció Mario finalmente, señalando el sofá a su lado. "Quizás pueda disculparme apropiadamente por mi... falta de memoria."
Susana dudó por un instante. Sentarse con su jefe en un ambiente tan informal se sentía un poco extraño, pero la curiosidad y la repentina revelación de Mario la impulsaron a aceptar.
Se sentó junto a él, sintiendo la mirada de sus amigas desde la pista, seguramente llenas de preguntas.
"De verdad lo siento," dijo Mario sinceramente. "No suelo beber tanto. Esa noche... necesitaba desconectar."
"Lo entiendo," respondió Susana con suavidad, recordando la tensión que también había sentido esa semana.
La conversación fluyó entonces de manera más natural, dejando atrás la incomodidad inicial. Hablaron del trabajo, de Marina, incluso brevemente de sus vidas fuera de la mansión.
Mario parecía genuinamente interesado en conocerla más allá de su rol como niñera, y Susana se permitió bajar un poco más sus defensas.
En un momento dado, la música cambió a una melodía más lenta y suave. Varias parejas comenzaron a abrazarse en la pista. Mario miró a Susana con una sonrisa tímida.
"¿Te gustaría... bailar?" preguntó, su voz un poco insegura.
Susana dudó por un instante. Bailar con su jefe, en un ambiente tan íntimo, era cruzar una línea que hasta ahora había evitado cuidadosamente. Pero la conexión que había sentido con él en los últimos días, sumada a la sorprendente revelación de su encuentro anterior, la impulsó a aceptar.
Se levantó y tomó la mano que Mario le ofrecía. Mientras se movían lentamente al ritmo de la música, sintió la calidez de su mano y la cercanía de su cuerpo. Los recuerdos fragmentados de su baile anterior, aunque borrosos, evocaban una sensación extraña de familiaridad.
En ese momento, Mario la miró a los ojos, y Susana vio en ellos una sinceridad y una vulnerabilidad que la conmovieron profundamente. El muro de formalidad que siempre había existido entre ellos comenzaba a desmoronarse, dejando al descubierto una conexión incipiente y una atracción innegable, nacida en la oscuridad de una pista de baile y despertada por el eco de un recuerdo olvidado.