Sarah es una bailarina de ballet que, por primera vez, logró firmar con una compañía. Durante uno de sus tours, conoce a un hombre que está completamente enamorado de ella. Él amenaza con arruinar su carrera si ella no firma un contrato con él. ¿FIRMÓ ELLA EL CONTRATO? ¿QUE QUIERE EL DE ELLA?
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Capitulo 15
La Promesa de la Libertad
Los días siguientes en aquella habitación fueron una tortura constante. Volkov venía a visitarme a diario, trayendo consigo dosis de aquella sustancia que me mantenía atrapada a su merced.
Cada vez que me inyectaba, sentía cómo mi cuerpo se debilitaba y mi mente se nublaba. Era una dependencia aterradora, que me privaba de toda capacidad de resistencia. Volkov lo sabía y lo utilizaba a su favor, manipulándome y sometiéndome a su voluntad.
Intenté escapar en varias ocasiones, pero las esposas que sujetaban mis muñecas me lo impedían. Cada intento fallido solo servía para que Volkov reafirmara su control sobre mí, recordándome que mi vida le pertenecía.
"Eres mía, Sarah", susurraba, con una sonrisa perversa. "Y nunca volverás a ser libre."
Perdí la noción del tiempo, sumida en aquella horrible rutina. Volkov parecía decidido a mantenerme encerrada y sometida por el resto de mi vida.
Hasta que un día, todo cambió.
Volkov entró en la habitación, pero en lugar de la dosis habitual, traía un hermoso vestido de ballet.
"Vístete, querida", ordenó, con una mirada penetrante. "Tienes un importante espectáculo que ofrecer esta noche."
Confundida y temerosa, obedecí sus instrucciones. Una vez vestida, Volkov me liberó de las esposas y me guió fuera de la habitación.
Caminamos por los pasillos de aquella lujosa villa hasta llegar a un salón de baile. Allí, un grupo de elegantes invitados aguardaban, todos ellos con miradas ávidas y expectantes.
Volkov me empujó suavemente hacia el centro de la habitación.
"Ahora, mi querida Sarah, muéstrales tu talento", dijo, con una sonrisa triunfal.
Temblando, comencé a moverme al ritmo de la música que llenaba el salón. Intenté recordar cada uno de los pasos, cada una de las técnicas que había perfeccionado a lo largo de los años, pero mi cuerpo parecía traicionarme.
A medida que avanzaba la pieza, sentía que me faltaba el aliento y que mis músculos se debilitaban. La dependencia a la sustancia que Volkov me administraba había mermado mi fortaleza física y mental.
Aun así, me esforcé por mantener la elegancia y la gracia que siempre habían caracterizado mis actuaciones. Sabía que mi vida dependía de ello.
Cuando terminé la danza, los invitados rompieron en aplausos, asombrados por mi talento. Volkov se acercó a mí, rodeándome con un brazo posesivo.
Volkov se acercó a mí, rodeándome con un brazo posesivo.
"Bravo, mi querida Sarah", dijo, con una sonrisa triunfal. "Eres la mejor bailarina que he tenido el placer de patrocinar."
Uno de los invitados, un hombre mayor de aspecto refinado, se acercó a nosotros. Para mi sorpresa, se trataba del mismo señor Mikhail que había hablado conmigo en la fiesta anterior.
"Señor Volkov, una vez más, permítame felicitarlo por tener a tan talentosa artista bajo su cuidado", dijo, con una sonrisa amable.
Volkov asintió, apretando su agarre sobre mí.
"Gracias, mi estimado amigo. La señorita Sarah es mi tesoro más preciado", respondió, con un tono posesivo que me hizo estremecer.
Mikhail dirigió entonces su mirada hacia mí, y pude ver la preocupación reflejada en sus ojos.
"Señorita Sarah, es un placer volver a verla", dijo, con suavidad. "Me alegro de que haya podido deleitarnos con su maravilloso talento una vez más."
Tragué saliva, sintiendo la presencia amenazante de Volkov a mi lado.
"Gracias, señor Mikhail", respondí, con voz temblorosa. "Es un honor poder bailar para ustedes."
Mikhail asintió, sin apartar la mirada de la mía.
"Dígame, señorita Sarah, ¿se encuentra usted bien?" preguntó, con un tono de sincera preocupación. "Me pareció notar cierta... Inquietud en su mirada la última vez que nos vimos."
Sentí que el pánico se apoderaba de mí. No podía arriesgarme a revelar la verdad delante de Volkov.
"Yo... Estoy bien, señor Mikhail", mentí, forzando una sonrisa. "El señor Volkov ha sido muy generoso conmigo."
Mikhail entrecerró los ojos, como si pudiera ver a través de mi fachada.
"Me alegro de escucharlo", dijo, con un suspiro. "Espero que algún día pueda encontrar la felicidad y la libertad que merece, señorita Sarah."
Antes de que pudiera responder, Volkov se interpuso entre nosotros, con una mirada severa.
"Si me disculpa, señor Mikhail, me temo que debo llevar a la señorita Sarah a descansar", dijo, en un tono que no admitía discusión.
Mikhail asintió, dirigiéndome una última mirada llena de compasión.
"Por supuesto, señor Volkov. Que tenga una excelente velada", respondió, alejándose.
Volkov me arrastró fuera del salón, su agarre en mi brazo cada vez más firme.
"¿Qué crees que estás haciendo, Sarah?" siseó, una vez que estuvimos a solas. "¿Acaso has olvidado a quién le debes todo?"
Sentí que el miedo me paralizaba, pero me esforcé por mantener la calma.
"No, señor Volkov, yo no he olvidado nada", respondí, con voz temblorosa. "Simplemente estaba siendo educada con sus invitados."
Volkov me miró con ojos entrecerrados, claramente sin creerme.
"Escúchame bien, Sarah", dijo, con tono amenazante. "Eres mía, y no voy a permitir que nadie, ni siquiera ese viejo Mikhail, interfiera en nuestra relación."
Asentí, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar de mis ojos.
"Entiendo, señor Volkov", murmuré, derrotada.
Volkov me soltó y se alejó unos pasos, pero pude ver la ira reflejada en su rostro.
"A partir de ahora, no volverás a tener contacto con el señor Mikhail", ordenó. "Si lo desobedeces, te atendrás a las consecuencias."
Tragué saliva, sintiendo que el corazón me latía con fuerza.
"Sí, señor Volkov", respondí, sin poder ocultar mi desesperación.
Volkov asintió, satisfecho con mi sumisión.
"Bien. Ahora vete a descansar", dijo, señalando la puerta de mi habitación. "Mañana tendrás otro importante evento que cubrir."
Sin decir una palabra, me dirigí a la habitación, sintiéndome más prisionera que nunca. Una vez dentro, me derrumbé en la cama, las lágrimas fluyendo libremente por mis mejillas.
Había estado tan cerca de la libertad, tan cerca de escapar de las garras de Volkov, y ahora todo se había desvanecido. Esa breve interacción con el señor Mikhail me había llenado de esperanza, pero Volkov se había encargado de arrebatármela.
Acurruqué mi cuerpo en la cama, sollozando en silencio. ¿Acaso nunca encontraría la forma de escapar de esta pesadilla?