La Esposa Del Emperador II

Capítulo 14

Ya el sol estaba saliendo, unas horas después, cuando Marcos y Ema en compañía del pequeño grupo de soldados que los acompañaba, llegaron a los terrenos cercanos a la mina. Como habían dejado a unos veinte hombres, haciendo guardia en la mansión del conde Víctor, para después llevarlo a la capital al día siguiente, ahora no llegaban a ser cincuenta los hombres que estaban reunidos allí. Si bien eran un ejército, eran uno pequeño, que solo iban a una misión donde no se tendrían que exponer tanto.

Apenas el sol se vio por el este, saliendo, Marcos dio la orden de atacar a los guardias que custodiaban la entrada de la mina. Como el lugar acababa de ser iluminado, los guardias todavía estaban algo adormilados, cosa común en lugares así. Se trabajaba de día y se dormía de noche, despertándose con la salida del sol. Solo algunas veces hacían las famosas guardias, ya las personas prisioneras al vivir así perdían las ganas de escapar, por lo que no había intentos de fugas, y se conformaban solo con sobrevivir.

Los hombres que custodiaban la entrada por suerte solo eran dos, los cuales rápidamente fueron asesinados por los soldados que se habían puesto detrás de ellos, de un solo movimiento de la espada los dejaron sin vida, tirados en el suelo, desangrándose.

Con ellos ya muertos y fuera del camino, sin haber podido avisarle a ninguno de los bandidos que estaban adentro de la llegada de ellos, con mucha cautela para no ser descubiertos hasta el último segundo posible, ellos entraron en el sitio para tratar de capturar a los más posibles y de eliminar a aquellos que se resistan.

Donde sea que los soldados entraran, solo había bandidos y esclavos por doquier. Era increíble la cantidad de personas que había en el lugar. Ya la cantidad de esposas que ellos habían llevado no era suficiente, por lo cual, cuando liberaban a un prisionero, encadenaban a un bandido con esas mismas cadenas que le sacaban a la víctima. Como no eran suficientes, dejaban encargados de los bandidos atrapados a los esclavos liberados que veían más fuertes para así los demás soldados pudieran ir a combatir con los demás.

En un momento fue tanto el ruido que estaban haciendo, que ya el modo incógnito, que tanto habían querido en un principio, fue imposible de sostener, por lo que al verse descubiertos, los soldados, solo pudieron pelear de forma más frontal, ya sin tratar de esconderse dando todo de sí para acabar con los bandidos.

Marcos y Ema desde que entraron a la mina, habían estado los dos juntos, sin separarse en ningún momento, defendiendo la espalda del otro, atacando con sus espaldas a quien no se rindiera de inmediato.

Entre los dos ya llevaban una buena cantidad de personas rescatadas y muchos bandidos asesinados. Como eran muchos no había tiempo para que se tomaran el trabajo de tratar de razonar con esa gente, pues además eran criminales y al menor descuido seguro y los mataban, eso no lo podían permitir. Mejor unos bandidos menos que ellos.

Como pudieron fueron al igual que los demás por diferentes sectores de la mina, buscando personas que fueran esclavizadas allí, hasta que llegaron a lo más remoto del lugar. Como era imposible el salir de la mina por la entrada principal, los bandidos que habían quedado, se habían escondido allí, amontonándose sin proponérselo en ese sitio.

Cuando vieron entrar a Marcos y a Ema solos al lugar, pensaron que era una suerte, ya que no tendrían que enfrentarse a muchos soldados, por lo menos por ahora.

Algunos de los bandidos se miraron y con una sola seña se entendieron lo que querían hacer con ellos. Cinco de ellos dieron un paso adelante con espadas en mano y se abalanzaron al enfrentamiento con ellos dos.

Ema se defendió muy bien de los ataques de ellos y Marcos, que ni se diga, era muy bueno a la hora de sostener un arma de esas en las manos. La sangre manchaba todo el lugar, ya sus cuerpos estaban rojos y mojados por la sangre de ellos, pero los estaban cercando a un rincón de ese último sector. Cada vez les era más complicado el devolver los golpes y ya Marcos tenía sangre de él mezclada con la demás, ya que uno de los bandidos lo había herido en el hombro.

Ema por su parte, tenía un leve dolor en el estómago, pues, le habían acertado dos puñetazos allí, pero por suerte pudo acabar con quien la había golpeado de inmediato; sin embargo, el dolor persistía.

Después de unos minutos de estar luchando de esa manera ella ya estaba muy cansada, era buena en el combate, pero no a largo tiempo, ya que le faltaba experiencia y si seguía así ellos la tomarían. Como no iba a permitir eso, dio un paso hacia adelante y acertó un fuerte golpe con la espada a quien tenía por delante, se acercó lo más que pudo a Marcos. Cuando solo tenía a uno de los bandidos entre ella y él, levantó la mano que no sostenía su espada y con ella toco la espalda del hombre que se interponía en su camino, haciéndolo polvo después de unos segundos de un profundo y desgarrador grito que dejó helados a todos.

Al ver lo que acababa de pasar, todos se corrieron hacia el final de la habitación, asustados a más no poder de lo que ella había hecho con ese hombre. Todos pudieron ver como en su mano todavía había una flama de fuego de color negro que se meneaba como si hubiera viento que la alimentara.

Ema dejo de mirar a lo que quedaba del hombre, ya que era solo simples cenizas en el suelo y se dio la vuelta mirando a los demás hombres, los cuales se asustaron. Ella no era alguien malo, ni mucho menos, pero no iba a permitir que esas personas se escaparan, tuvieron su oportunidad y no la tomaron, la llevaron a esto.

Sin pensarlo más, Ema levanto otra vez la mano que tenía todavía su flama y haciendo una gigante, como si de una explosión se tratara inundo el cuarto, excepto en la dirección en donde estaba ella y Marcos, que la veía todo embobado y fascinado a más no poder con la gran demostración de poder que ella le dio.

Cuando el fuego se extinguió, ella estaba tan cansada que se tambaleó para tras siendo sostenida por Marcos. Para cuando ella perdió la conciencia, él ya la tenía en brazos cargándola, mirando lo que había quedado de los cuerpos de esos bandidos, solo cenizas. Mientras lo hacía reflexionaba en la primera vez que vio la flama en su mano y como fue tan idiota de ir a querer tocarla.

-Menos mal que no la toque, sino sí que era cenizas.