Patricia Silva una abogada intachable, decide llevar un caso que le puede traer problema en su vida, ¿qué pasará con esta abogada? les invito a leer la historia.
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Capitulo 15
Salió dispuesta a decirle todo. Ellos conversaban con un cliente nuevo, por cierto muy guapo.
— Disculpen, no sabía que estaban ocupados.
Su padre, el señor Fernando, se puso de pie y le indicó pasar. — Hija, acércate. Mira, te presento al señor Diego Rivera, nuestro nuevo cliente.
— Señor, Rivera, mucho gusto, Lic. Patricia Silva.— le tendió la mano.
— Es un placer conocerla, Lic. Me habían hablado de usted, pero nunca me dijeron que era tan hermosa.— besó su mano.
— Muchas gracias, señor.
El señor Diego Rivera era dueño de una cadena hotelera. Estaba en el país para comprar algunos hoteles, y Patricia iba a ser su abogada.
Terminaron la reunión, ella le dijo a sus padres que tenía que a hablar con ellos.
— Hija, parece que es algo muy importante, hablemos ahora.
— Ok, estoy embarazada. —Soltó de golpe y sin anestesia.
Los señores se miraron sorprendidos, luego la miraron a ella.
— ¡No entendemos!— dijo su mamá confundida.
— Estoy embarazada, entiendo que están confundidos, pero es la realidad.
La mamá se acercó a ella con lágrimas en los ojos y sonriendo de felicidad. — Mi amor, felicidades, un hijo es lo más grande en la vida.
—¡Al fin, voy a hacer abuelo!—exclamó el señor, feliz.
— ¿No están enojados? No estoy casada, no tengo pareja.
— Hija, te admiro, vas a hacer madre soltera, estamos para lo que necesites.— dijo su madre.
— ¿Qué dice Alfredo, está feliz?—preguntó su papá.
Patricia se quedó sin palabras, ahora le tocaba decir la peor parte de la historia.
— Bueno, no estoy embarazada de Alfredo, y no quiero que me pregunten por el nombre del papá.
— Si no quieres decir el nombre del padre, no importa, lo importante es que tú eres la madre y nosotros sus abuelos. — expresó feliz su mamá.
Después de esa charla tan agradable, ella volvió a su oficina para seguir trabajando.
Para Víctor cada vez era más fácil estar lejos de la abogada, se había propuesto conquistarla. Tenía a un hombre vigilándola, este le informaba de todo sus movimientos.
Él sabía que se encontraba en el bufete y decidió llamarla.
Llamando número desconocido
“Halo”
“Hola, abogada.”
“¿Para qué me llamas?”
“¿Por qué no me has denunciado?”
“No me vuelvas a llamar.”
Fin de llamada
— ¡Maldición!, carajo—dijo Víctor, frustrado. Tiró al suelo todas las cosas que había en el escritorio. Reconocía que se portó como un canalla, un miserable, pero estaba arrepentido.
No quería estar con nadie más que no fuera ella. El sentimiento de culpa y la desesperación hacían estragos en todo su ser.
Enamorar a Patricia Silva era su único objetivo. Después de tanto pensar, había tomado una decisión: pedirle el divorcio a Carla.
——
Patricia se encontraba almorzando con sus padres. Toda la conversación era relacionada con el embarazo, los señores estaban muy contentos. De regreso al bufete, ella entró a su despacho, y se llevó una sorpresa.
El lugar estaba lleno de arreglos de rosas rojas, el más espectacular era el que había en el escritorio, esté tenía una nota.
Ella tomó el teléfono y llamó a la secretaria.
“Jenny, ven a mi oficina.”
— Dígame, Lic.— dijo al entrar en dicho lugar.
— ¿Qué significa todo esto?
— Lic. El mensajero solo dijo que eran para la Lic. Patricia Silva.
— ¿Y por qué están en mi despacho, quién dio la orden para entrar?—preguntó molesta.
— Perdón, supuse que venían de parte de su pareja. — explicó apenada.
Patricia no quería leer la nota, algo le decía que era de Víctor. En el fondo, quería estar equivocada y que él no fuera capaz de esa cursilería, según sus palabras. Leyó aquella tarjeta para salir de dudas. “Te amo, abogada, en cada rosa hay un perdón grabado.”
Su expresión cambió, ahora se mostraba enojada, ella era de esas mujeres que ni un millón de rosas la hacía reír. Agarró una rosa, y en el tayo tenía la palabra «Perdón» escrita; todas decían lo mismo.
— Jenny, que tiren todo esto a la basura.
— Pero Lic.— fue interrumpida.
— Voy a salir, cuando regrese no quiero ver ni un pétalo en el área.
Tenía una reunión con Daisy, decidió irse del lugar antes de que su mente empezara a imaginar suposiciones ilógicas. Llegó al cibercafé, en donde acordó que era reunión. Su clienta aún no había llegado y tuvo que esperar unos minutos.
— Discúlpeme, Lic. — se disculpó la mujer.
— Tranquila, oye, ¿me puedes tutear?
— Está bien, Patricia. — ambas rieron.
Empezaron a hablar, todo era de Daisy y sus hijos, eso llamó la atención de Patricia.
— Daisy, ¿por qué no denunciaste los abusos de tu exesposo desde el principio? —preguntó la abogada.
— Al comienzo de nuestro matrimonio todo era perfecto. Íbamos a eventos juntos, de vacaciones, incluso trabajamos en mi empresa. Con el paso de los años se volvió frío, desatento, empezó a engañarme, y a pegarme. Soporte cada golpe, cada humillación, cada engaño, por mis hijos. Cuando seas madre, me vas a entender.
— Estoy empezando a conocer ese sentimiento… Estoy embarazada, el padre de mi hijo me secuestró. Quiero hundirlo en la cárcel, pero pienso en esa pequeña vida que crece en mi vientre y no me atrevo. — expresó con tristeza.
— Patricia, nada te impide denunciarlo, ¿acaso sientes algo por él?, porque esa sí sería una razón.
— No, no siento nada por él.
Unos días después
Era fin de semana, Víctor estaba encerrado en el despacho de su hogar, sin ánimo de ir a la agencia; ahí pasaba la mayor parte del tiempo cuando no se encontraba trabajando. Su esposa, a punto de enloquecer, atormentada y preocupada por su matrimonio, decidió a hablar con él.
— No aguanto más, Víctor, ¿qué te pasa? No me tocas, no me miras, soy tu esposa, habla conmigo, maldición.— expresó con ira.
— Déjame solo, sal de aquí, por favor. — le pidió con serenidad.
— No, habla maldita sea.
— No te quiero hacer daño.— dijo calmado.
— Más daño del que ya me estás haciendo, no me puedes a hacer, ¿crees que no sufro tu indiferencia, tu actitud? ¡Ah!
— Tiene razón, Carla, me pasa algo, pero considero que no estás preparada para escuchar de qué se trata. —dijo él.
— Di lo que tengas que decir.
— Estoy, enamorado, de otra, mujer. —dijo con pausas.
Eso fue muy cruel para Carla, sus lágrimas no demoraron en salir, al igual que sus insultos y agresiones. Víctor le sostenía las manos para evitar sus golpes.