Yo No Soy Ella

Refugio temporal, cabaña escondida.

El crepitar de la chimenea era el único sonido constante dentro de la cabaña. Afuera, el viento helado golpeaba los ventanales con suavidad, como si no quisiera interrumpir la calma recién alcanzada. Nelly se sentó en uno de los sofás rústicos, aún procesando lo que acababa de ocurrir en las calles de Canadá. Sus dedos temblaban ligeramente, no sabía si del frío o de la tensión acumulada.

El hombre que la había salvado, conocido solo como “el Bestia”, permanecía en silencio, de pie junto a la ventana, observando hacia el bosque. Su postura era firme, como si esperara algo… o a alguien.

Stefany se quitó el abrigo con un suspiro, dejando caer su cuerpo agotado sobre el sillón más cercano a Nelly.

—¿Estás bien? —preguntó con la voz más suave de la noche.

Nelly asintió lentamente. Todavía le costaba creer que estuviera entera. Había visto armas, gritos, disparos… y el momento en que alguien le apuntó a la cabeza se repetía una y otra vez en su mente.

—Sí… —murmuró—. Solo necesito entender qué fue todo eso.

El hombre se giró por fin, y la miró directo a los ojos. No había amenaza en su gesto. Tampoco calidez. Era más bien… neutral. Como si se hubiese entrenado para no sentir.

—Soy Darek —dijo finalmente, con voz grave—. Pero todos me llaman Bestia. Y no por gusto, créeme.

Nelly alzó la vista, intrigada.

—¿Y cómo supiste dónde estábamos?

Stefany sonrió ligeramente desde su asiento.

—Yulian tuve que haberle indicado donde estamos.

Darek volvió a mirar a Stefany. En su expresión no hubo un gesto evidente de complicidad, pero sí una pausa. Algo invisible pasó entre los dos.

Nelly lo notó. Frunció ligeramente el ceño.

—¿Ustedes dos… se conocen de antes?

Stefany dudó un segundo. Luego, suspiró y se encogió de hombros.

—Sí. Desde hace años. —Hizo una pausa, bajando la voz—. Es mi pareja… o algo así.

Nelly abrió los ojos con sorpresa.

—¿En serio?

Stefany asintió, aunque sin dejar de mirar al fuego.

—Pero nadie lo sabe. Y quiero que siga así. Ni Yulian, ni Esteban, ni mi padre. Especialmente mi padre. Si se enterara…

Darek intervino con calma.

—Si se enterara, me mandaría a desaparecer. Y no dudaría un segundo.

Nelly sintió un escalofrío. No por lo que decía… sino por la forma en que lo decía. Con la seguridad de quien sabe que la muerte no le asusta.

—¿Entonces lo ocultan… por miedo? —preguntó.

Stefany negó lentamente.

—No por miedo. Por supervivencia. En esta familia, amar es debilidad… y ser débil es firmar tu sentencia. Además, si Yulian lo supiera… dejaría de confiar en él.

—¿Y tú? —preguntó Nelly, mirando a Darek—. ¿Tú estás de acuerdo con esconderte?

Darek la observó por un largo momento antes de contestar.

—Ella vale más que mi orgullo.

La respuesta fue simple. Pero cayó como una piedra en el corazón de Nelly. Porque sonaba real. Cruda. Y muy diferente a todo lo que había oído hasta ahora… especialmente de Yulian.

Stefany le sonrió. Un gesto breve, pero sincero. Luego se levantó, como si no quisiera que el momento se volviera demasiado íntimo.

—Nelly, hay una ducha caliente en la parte de atrás. Ropa limpia también. Ve, relájate un poco. Estás a salvo. Al menos por esta noche.

Nelly dudó. Miró a Darek una vez más.

—¿De verdad estamos seguras aquí?

—Sí —dijo él—. Nadie nos encontrará. No por ahora.

Nelly se levantó con un suspiro y se alejó. Cada paso hacia la habitación la hacía sentir más ligera… aunque en el fondo, sabía que no tardarían en encontrarlas. Y que cuando eso pasara, no habría escondite que bastara para frenar a Yulian.

Pero por ahora, se permitía descansar. Solo por esta noche.

《●》