NovelToon NovelToon
Mis Mejores Errores

Mis Mejores Errores

Status: En proceso
Genre:Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Reencuentro / Dejar escapar al amor / Romance entre patrón y sirvienta
Popularitas:1.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Milagros Reko

Alison nunca fue la típica heroína de novela rosa.
Tiene las uñas largas, los labios delineados con precisión quirúrgica, y un uniforme de limpieza que usa con más estilo que cualquiera en traje.
Pero debajo de esa armadura hecha de humor ácido, intuición afilada y perfume barato, hay una mujer que carga con cicatrices que no se ven.

En un mundo de pasillos grises, jerarquías absurdas y obsesiones ajenas, Alison intenta sostener su dignidad, su deseo y su verdad.
Ama, se equivoca, tropieza, vuelve a amar, y a veces se hunde.
Pero siempre —siempre— encuentra la forma de levantarse, aunque sea con el rimel corrido.

Esta es una historia de encuentros y desencuentros.
De vínculos que salvan y otros que destruyen.
De errores que duelen… y enseñan.
Una historia sobre el amor, pero no el de los cuentos:
el de verdad, ese que a veces llega sucio, roto y mal contado.

Mis mejores errores no es una historia perfecta.
Es una historia real.
Como Alison.

NovelToon tiene autorización de Milagros Reko para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capítulo 14- "El bar de Boedo"

Capítulo 14- El Bar de Boedo

El día transcurrió con la rutina habitual en la oficina. Rocío y Alison iban y venían entre pasillos, intercambiando miradas cómplices, gestos que no necesitaban palabras. Nadie podía adivinarlo desde fuera, pero en ese silencio compartido había una historia que solo ellas entendían.

Alison, sin embargo, no podía concentrarse del todo. Cada tanto, miraba el reloj como si pudiera acelerar sus agujas con la fuerza de sus pensamientos. Los minutos se arrastraban con crueldad; cada segundo parecía extenderse a propósito, burlándose de su ansiedad. Sentía el estómago revuelto, una mezcla de emoción y nerviosismo. Esa noche iba a salir con Santiago. Para él, quizás no fuera más que una cerveza en Boedo, pero para ella significaba mucho más.

Santiago, por su parte, se mostraba tranquilo, imperturbable. Trabajaba como siempre, con esa mezcla de ironía y desparpajo que lo caracterizaba. No parecía tener expectativa alguna, y esa calma contrastaba con el torbellino de pensamientos que invadía a Alison.

Cuando por fin sonó la hora de salida, Alison se acercó a Rocío con una sonrisa ensayada, intentando parecer natural.

—Hoy me voy sola a casa —murmuró, esquivando su mirada.

Rocío la observó unos segundos, sorprendida. Había algo extraño en ese tono, algo que no alcanzó a descifrar, pero prefirió no preguntar. Alison se apresuró hacia la puerta antes de que pudiera decir algo más.

A unas cuadras de la empresa, Santiago la esperaba. Estaba apoyado contra la pared, con las manos en los bolsillos y una sonrisa ladeada que parecía haber nacido con él.

—¿Lista? —preguntó apenas la vio.

Alison asintió, intentando ocultar la marea que llevaba dentro.

—Vamos —dijo él con su tono despreocupado, poniéndose en marcha.

Caminaron juntos hacia Boedo. La ciudad los envolvía con su ruido característico: colectivos que pasaban escupiendo humo, vendedores ambulantes voceando ofertas, parejas que caminaban de la mano entre luces amarillentas de faroles viejos. Alison lo seguía, con la incertidumbre de quien se adentra en un terreno desconocido.

—¿A dónde vamos exactamente? —preguntó al fin, incapaz de disimular la curiosidad.

Santiago la miró de reojo, con esa chispa juguetona en los ojos.

—Tranquila, confía en mí. No te voy a llevar a un lugar raro. Para rara ya estás vos.

Alison soltó una risa nerviosa, agradeciendo que él aliviara con humor lo que para ella era pura tensión.

—Más te vale. Si esto termina en un bodegón con olor a fritura, me doy media vuelta.

—Nah, vos confiá. Este lugar tiene la mejor cerveza tirada de la ciudad —aseguró, como si estuviera revelando un secreto de Estado.

Siguieron caminando por calles que parecían ancladas en otra época. Balcones de hierro forjado, bares antiguos con vidrieras empapeladas de afiches de tango y murales que contaban historias de barrio. El aire de Boedo tenía esa nostalgia inconfundible de los lugares que resisten al paso del tiempo.

Finalmente, doblaron en una esquina y apareció el bar. Una fachada discreta, con luces cálidas que invitaban a entrar. Desde afuera se escuchaba un murmullo agradable de conversaciones y risas, acompañado por la melodía suave de un bandoneón grabado. No era un bar moderno ni un sitio pretencioso: era un refugio con alma, de esos que parecen detener el tiempo.

—Bienvenida al corazón de Boedo —anunció Santiago con teatralidad.

Alison lo miró divertida, aunque en el fondo estaba encantada.

Entraron. El interior era acogedor: mesas de madera gastadas, paredes tapizadas con fotos en blanco y negro de equipos de fútbol y escritores del barrio, y un mostrador donde el barman secaba vasos como si llevara toda la vida en ese lugar. El olor a cerveza recién tirada y a madera vieja impregnaba el aire.

Santiago eligió una mesa junto a la ventana, desde donde se veía la vereda iluminada por faroles anaranjados.

—¿Acá está bien? —preguntó.

—Perfecto —respondió Alison, sentándose frente a él, aunque el corazón le latía como si estuviera en una cita prohibida.

Se acercó un mozo, un hombre canoso con delantal manchado de cerveza, que los saludó con familiaridad.

—¿Qué les traigo?

—Dos cervezas de barril —dijo Santiago sin dudar—. Bien frías.

Alison arqueó una ceja y lo interrumpió:

—Pero que sea la más cara, ¿eh? No quiero que me encajes una cerveza de esas que parecen agua con espuma.

El mozo rió mientras anotaba.

—Estos chicos de hoy, siempre haciéndose los finos —murmuró antes de irse.

Santiago la miró divertido.

—Ya arrancás con exigencias. ¿Qué sigue? ¿Que te sirva el vaso Borges en persona?

Alison soltó una carcajada, agradecida de que el ambiente se volviera cada vez más distendido.

—Con un bandoneón de fondo ya me alcanza —contestó.

La charla fluyó con naturalidad. Hablaron de cosas triviales: el trabajo, los chismes de oficina, el mal humor de Robert, la manera exagerada en que Sharon caminaba como si la alfombra roja la esperara en cada pasillo. Santiago le ponía un tono sarcástico a todo, mientras Alison respondía con humor y ocurrencias rápidas. Era un juego de ping-pong en el que cada frase llevaba una sonrisa implícita.

El mozo regresó con las cervezas y las dejó sobre la mesa. Dos vasos altos, con espuma cremosa que se desbordaba apenas un poco.

—Salud —dijo Santiago, alzando el suyo con un gesto confiado—. A la valentía de los que se atreven a salir de la rutina.

Alison chocó su vaso contra el de él.

—Y a los que se animan a tomar algo con vos, que no es poca cosa.

Bebieron. El líquido frío y amargo recorrió la garganta de Alison, y ella sonrió sin poder evitarlo.

—Está buena —admitió—. Pero tampoco exageremos. Quizás la mejor de la cuadra.

—¿Sos imposible de conformar, sabías? —respondió Santiago con fingida indignación.

—Depende. A veces, con buena compañía alcanza.

Lo dijo sin pensar demasiado, y enseguida bajó la mirada al vaso. El silencio que siguió no fue incómodo, pero sí denso. Como si ambos supieran que esa frase escondía algo más.

Santiago la observó con atención, esa atención que pocas veces demostraba. Se inclinó un poco hacia adelante.

—¿Y qué dice tu… esposo de todo esto? —preguntó con una sonrisa apenas torcida, usando la palabra como quien lanza una piedra al agua para ver cómo reacciona la superficie.

Alison respiró hondo.

—No lo sabe. Y tampoco creo que le importe demasiado. Somos más amigos que pareja. Muchos años juntos, demasiados hábitos, poca pasión.

Él asintió despacio, jugando con el vaso entre los dedos.

—Suena a rutina. Y la rutina mata más que cualquier veneno.

Ella lo miró en silencio, intentando descifrar si hablaba de ella, de él mismo o de ambos.

La música de fondo llenó el espacio entre ellos. Afuera, los colectivos seguían rugiendo, pero ahí adentro el tiempo parecía haberse detenido.

—Santiago —dijo ella, con una sonrisa nerviosa—. Si alguien nos viera ahora…

Él la interrumpió con ironía.

—Pensaría que sos mi terapeuta, por cómo me hacés hablar.

Ambos rieron, pero la tensión seguía flotando. No era solo la cerveza ni la charla: era esa corriente invisible que los acercaba y que ninguno terminaba de aceptar del todo.

Santiago levantó el vaso otra vez, como si necesitara romper el silencio.

—A vos, Alison. Porque admito que sos como esas series que todos recomiendan y yo me negaba a ver. Y ahora… ya estoy enganchado.

Alison sintió un calor distinto al de la cerveza recorrerle el cuerpo.

Chocaron los vasos una vez más. La espuma se desbordó apenas, como si hasta las copas quisieran unirse.

La noche en Boedo apenas comenzaba.

1
Milagros Reko
me gusto
Yoichi Hiruma
Quiero más, no te detengas😣
Laelia
Deseando que publique mas cap ahora mismo
Milagros Reko: ¡Muchas gracias por tu comentario! Me hace feliz saber que estás disfrutando de la novela. ¡El próximo capítulo llegará pronto!
total 1 replies
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play