José Augusto pretende ser el Ceo en la empresa de su padre, pero este le puso como condición que debía casarse en un año. De lo contrario otro ocuparía ese lugar.
Así que él buscaba afanosamente una esposa.
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Amor genuino
Vamos, ya está oscureciendo, debemos regresar.
Graciela tomó la mano que le ofrecía Augusto y se levantó.
Sin que ninguno de los dos pudiera evitarlo, los labios de ambos se unieron. Unos segundos después, Graciela se separó de él, estaba muy apenada. Además de que el rubor cubrió su rostro por completo.
Perdón, pero no sé que siento cuando te tengo cerca, dijo Augusto apenado también.
Sin más palabras entraron al cuarto de hotel.
Algo había cambiado en Graciela, ese beso la había transportado hasta el cielo y también al infierno. Sabía que tarde o temprano su "matrimonio" llegaría a término.
No debía ilusionarse con él.
Pero por más que trataba de no pensar, más se le venía a la mente el beso que, aunque fue muy leve, a ella le movió hasta la última fibra de su ser.
No obstante, Graciela sacudió la cabeza para despejar su mente, pero quedó más revuelta que nunca.
Augusto notó esa inquietud y se acercó a ella.
¿Te pasa algo?
No, solo que estoy muy confundida.
¿Por qué?, ¿puedo ayudarte en algo?
Al sentir su respiración cerca de su cuello Graciela se estremeció.
José Augusto sintió ese temblor de su cuerpo. La volteó y sin decir nada la tomó por el talle y la acercó hacia sí.
Ella se dejó abrazar por esos brazos fuertes, sintió que su resistencia estaba llegando al límite.
Entonces, Augusto la empezó a besar, ella solo se dejaba querer.
El beso continuó sin que Graciela pusiera resistencia. La pasión ya estaba suelta, Augusto la cargó y la llevó a la cama.
Poco a poco la ropa de ambos iba cayendo al suelo.
Todo pasó como algo mágico. Para Graciela esa era la primera experiencia con un chico, ya que con Erick no había llegado a tanto. Solo caricias furtivas y nada más a pesar de que duraron varios años de novios.
Augusto se portó como todo un caballero. La hizo suya, primero muy lento y después más rápido, cosa que ella agradeció en el alma. Ese momento se alargó mucho tiempo. Ambos disfrutaron de las delicias del amor y la pasión.
Graciela se sonrojó completamente, había disfrutado tanto ese momento que sintió pena.
No tengas pena, es lo más normal del mundo, eres mi esposa por todas las de la ley y la iglesia.
Al levantarse para ir a darse un baño, Augusto notó una mancha de sangre en la sábana blanca.
De inmediato la quitó y puso otra. "Mañana pediré el servicio de limpieza", se dijo.
Augusto no quiso que se avergonzara más y no le dijo nada al respecto.
Ya bañada Graciela se acostó a su lado sin poner las almohadas entre los dos. "¿Ya para qué?", pensó.
No sabía que iba a pasar en adelante, pero de una cosa sí estaba segura, ella deseaba con el alma a Augusto, tal vez se había enamorado de él.
Sintió tristeza al pensar que solo un año estaría con él, pero mientras tanto disfrutaría cada momento a su lado.
Y como si estuvieran conectados él pensaba igual.
También sentía tristeza de pensar que solo un año estaría con ella.
Pero también sentía culpa por haberla engañado con respecto a la boda. "¿Ahora cómo le digo que tanto el juez como el sacerdote eran falsos?".
"Me va a odiar, bueno, trataré de que no lo sepa nunca".
Con esos pensamientos Augusto se quedó dormido. Graciela tardó más tiempo en dormirse.
Pero al cabo de varios minutos el sueño por fin acudió a ella.
Esa noche fue placentera para los dos. Augusto la buscó varias horas después y la abrazó, quedando así por el resto de la noche.
Al dia siguiente, muy temprano, para cuando llegó el desayuno Graciela ya estaba bañada y arreglada para la siguiente salida con el guía de turistas.
Buen día, señora, dijo con educación el mozo.
Buen día, contestó ella.
El mozo acomodó las cosas en la mesita del cuarto.
Graciela le dio un pequeño billete, el mozo agradeció y se fue.
Graciela fue a despertar a Augusto.
Hola, amor, ya está el desayuno.
Augusto despertó de inmediato al escuchar a Graciela.
¿Me llamaste amor?, preguntó él, incrédulo.
Perdón, fue espontáneo.
Me gusta, enseguida me baño.
Rato después, Augusto salió vestido, se veía muy guapo.
Ambos se sentaron a desayunar.
Una hora después, alguien llamó a la puerta.
Graciela fue a abrir.
Buen día, señora, el guía los espera abajo.
Gracias, enseguida bajamos.
¿Lista, amor?
Sí.
El nuevo recorrido para Graciela fue hermoso, caminar al lado de Augusto e ir a todas partes tomados de la mano superaba las expectativas que se había hecho.
Era mejor de lo que esperaba.
El guía los llevaba de un lado a otro, mostrándoles los lugares más hermosos de Italia.
El amor los había flechado. Pero Augusto no estaba a gusto con lo que había hecho, sentía mucha culpa. Había decidido decirle la verdad en cuanto tuviera una oportunidad. Y ahora sí se casaría como Dios manda.
Tenía fe en que Graciela comprendería y lo perdonaría.
Solamente esperaría el momento oportuno.
Por lo pronto se dispuso a disfrutar el paseo.
El guía les explicaba cada lugar que visitaban. Luego les dio chanza de que fueran a comer.
Los veo en dos horas para seguir con nuestro recorrido.
¿Estás a gusto?, Augusto hizo la pregunta.
Sí, nunca había sido tan feliz, respondió Graciela con el rostro iluminado por el amor.
¿Sabes?, nunca pensé que diría esto, pero te amo cono nunca he amado a nadie.
Yo... siento lo mismo por ti, también te amo.
Augusto la abrazó y juntos entraron al restaurante.
De ahí en adelante se demostraban amor a todas horas. No importaba el lugar donde estuvieran, su amor era genuino.
Los que los veían sonreían felices al verlos cómo se prodigaban amor.
Sin embargo, Augusto sentía esa opresión en el pecho por el engaño.