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LO Difícil De Amar

LO Difícil De Amar

Status: En proceso
Genre:Amor-odio / Diferencia de edad / Mujeriego enamorado
Popularitas:1.5k
Nilai: 5
nombre de autor: F10r

Ella tiene 17, él 25.
Ella quiere vivir, él quiere estabilidad.
Ella apenas empieza, él ya está listo para formar una familia.
No tienen nada en común... excepto lo que sienten cuando se miran.

Lía no está buscando enamorarse. Oliver no puede permitirse hacerlo. Pero el destino no siempre pregunta.
Un roce de manos, una conversación a medianoche y el miedo de amar cuando no se debe…
Una historia dulce, intensa y real sobre el amor que llega en el momento menos adecuado… o tal vez, en el más perfecto.

NovelToon tiene autorización de F10r para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capitulo 14

Narra Oliver

Tiro las llaves sobre la mesa de centro y me dejo caer en el sofá con un suspiro pesado.

—¿Qué me estás haciendo, niña bonita? —murmuro al techo.

Lía.

No ha pasado ni una hora desde que la dejé en la puerta de su casa y ya la tengo metida en cada rincón de mi cabeza. En cada respiro, en cada latido, en cada maldita parte de mí.

Se está metiendo en todos los espacios de mi ser sin pedir permiso. Sin que yo lo note.

No sé cuándo se lo permití.

No sé cuándo dejé que su risa empezara a importarme tanto. Que su mirada me diera paz. Que su voz, esa dulce vocecita que siempre habla como si no hiciera daño a nadie, se volviera tan peligrosa para mí.

Lía está arrasando con todo.

Mis ideales.

Mis pensamientos coherentes.

Mi cordura.

Todo eso que me grita que entre ella y yo no puede haber nada. Nada más que una amistad.

Y, sin embargo, ahí estoy.

Recordando su sonrisa mientras abría la puerta.

Recordando cómo olía su cabello cuando me acerqué a abrazarla.

Recordando cómo se veía, con ese short de mezclilla que no me dejaba pensar y ese body nude que resaltaba cada maldito pensamiento que intentaba enterrar.

Y después… ese beso.

Dios.

Ese beso.

Ella dice que fue un accidente.

No lo dijo, claro, pero lo dejó entrever con esa carita de susto que puso después.

Pero no lo fue.

Porque yo también lo sentí.

Porque por un momento, uno muy pequeño pero eterno, creí que todo estaba bien.

Que todo tenía sentido.

Y ahí estaba yo, sintiendo que me habían besado por primera vez en la vida.

Lo que me asusta más es que sus palabras siguen repitiéndose en mi cabeza como un eco:

*"Quiero casarme joven, tener hijos, no quiero estudiar nada... sólo quiero ser feliz. Amar, formar una familia..."*

Sin querer, me abrió un camino.

Sin saberlo, me puso justo frente a esa posibilidad.

La posibilidad de una vida con ella.

Una casa.

Una familia.

Sus risas llenando los espacios, sus abrazos en las noches, sus ojos buscando los míos cada mañana.

Y eso me asusta.

Me paraliza.

Porque sé que no puedo.

No debo.

No está bien.

¿Qué va a decir nuestra familia?

¿Qué va a pensar Elías, que es como un hermano para mí?

¿Nos van a permitir algo así… alguna vez?

Y sin embargo, esta semana, cada día, cada maldito día, he pensado en ella.

En su voz.

En su manera de pelear cuando no tiene razón.

En cómo se le forma un hoyuelo en la mejilla derecha cuando sonríe mucho.

En cómo me mira a veces, como si viera algo más en mí que yo mismo.

Cuando me llamó y me dijo que quería verme… no pude decir que no.

Aunque tenía trabajo hasta el cuello.

Aunque sabía que debía quedarme.

¿Cómo decirle que no, cuando me habla con esa dulzura tan suya, que me derrite hasta los huesos?

Lía es todo lo que un hombre puede soñar.

Hermosa, sí, físicamente es perfecta.

Pero eso no es lo que me tiene así.

Es su alma.

Pura.

Dulce.

Inocente.

Esas ganas de amar sin complicaciones, de entregar su corazón sin condiciones, sin medir consecuencias.

A veces siento que quiero enseñarle cómo se ama de verdad. Cómo se cuida, cómo se protege a alguien. Cómo se mira a una persona como si fuera lo más valioso del mundo.

A veces siento que quiero enseñarle todo eso… con ella.

Mis pensamientos se ven interrumpidos por la imagen de Elías, que aparece en la sala en puro bóxer, arrastrando los pies como si le debiera algo a la vida.

—¿Y tú en qué tanto piensas? —pregunta sin mirarme, abriendo la nevera.

—Trabajo —miento sin pestañear.

—¿Cómo te fue con la ruidosa de mi hermanita? —dice mientras se sirve un vaso de jugo y se sienta al borde de la encimera.

—Pues… normal. Me llevo bien con Lía. Cocina muy bien —respondo, procurando mantener la voz tranquila.

—Sí, eso sí. Lía tiene un don para la cocina. Y ya ves, limpia tan bien que limpió hace como dos meses y el apartamento sigue igualito —se ríe.

Yo también me río.

—Eso es porque yo también he limpiado aquí, no le des todo el crédito.

—Claro, claro —dice con una sonrisa burlona.

Y por un momento me pierdo otra vez.

En la imagen de ella, abriendo la puerta emocionada.En su perfume suave,en su voz bajita cuando me pidió que me quedara un poco más.

En su abrazo.

En su beso.

Dios.

¿Qué me estás haciendo, niña bonita?

No quiero aceptarlo.

No puedo.

Pero me tienes completamente tuyo.

Y tú ni siquiera lo sabes.

[...]

Pasaron apenas unas horas y ya no puedo más.

La noche fue larga. Di mil vueltas en la cama. Me dormí tarde, con su beso en mi boca todavía, y desperté temprano con sus ojos clavados en mi mente.

No puedo dejar de pensar en ella.

No hay manera.

Me lo he propuesto.

He intentado enfocarme, lo juro.

Pero estoy en la oficina, sentado frente a tres planos importantes, con una reunión agendada en veinte minutos y una llamada pendiente con un proveedor… y aún así lo único que hago es ver su nombre en la pantalla del celular como si con eso la acercara a mí.

La extraño.

Y no debería.

Nos vimos anoche.

Estuvimos horas hablando.

Me abrazó.

Me besó.

Y aún así… la extraño como si no la viera desde hace días. Como si algo en mí se hubiera acostumbrado a su presencia y ahora me hiciera falta para funcionar.

Tomé el teléfono más de una vez esta mañana.

Abrí su chat.

Lo cerré.

Abrí otra vez.

Lo volví a cerrar.

Hasta que ya no pude más.

"Hola, niña bonita", le escribí. Así, simple. Suave. Como si no estuviera desesperado por verla.

Ella contestó en segundos. Como si también me esperara.

"¿Hola? ¿Todo bien?"

Y no sé cómo, no sé en qué momento ni por qué idiotez de mi cerebro, pero terminé diciendo:

—¿Tienes planes esta noche?

"¿Eh? ¿Por qué?"

—Porque me debes algo —le escribí, intentando sonar casual.

—¿Qué cosa?

—Por lo de anoche. Me debes un café… una cena, algo. Un trauma como ese no se supera solo.

Me quedé viendo la pantalla, esperando que no notara lo nervioso que estaba. Que no leyera entre líneas que sólo quería verla.

Que no lo tomara en serio.

Y, a la vez, que lo hiciera.

Respondió con un emoji de risas y un "está bien, ¿a qué hora?"

Y yo sentí que algo en el pecho se me apretaba, pero de la mejor forma posible.

Así que ya está.

La veré otra vez esta noche.

Y ni siquiera sé cómo llegué a eso.

No fue un plan.

No fue una estrategia.

Fue simplemente el hecho de que la extraño.

De que quiero tenerla cerca otra vez.

Me recuesto en la silla giratoria y me paso las manos por el rostro. Elías pasará por la oficina en la tarde, así que por suerte no estará en casa. Eso me da espacio para ir con ella sin que sospeche nada.

Y aún así, me siento como si estuviera haciendo algo mal.

¿Por qué se siente así?

¿Por qué tengo que esconder el hecho de que quiero verla?

¿Por qué tengo que inventar bromas para tener una excusa?

¿Por qué me tengo que conformar con verla "por lo de anoche" cuando en realidad… quiero verla porque sí?

Porque me gusta.

Porque me jala como un imán.

No sé qué va a pasar esta noche.

No sé qué va a decirme.

No sé si volverá a mirarme como me miró en la puerta.

Pero sí sé que necesito estar cerca de ella.

Aunque sea unas horas más.

Necesito comprobar que no estoy volviéndome loco.

O quizás sí.

Pero quiero enloquecer con ella.

[...]

Me estoy vistiendo… por segunda vez.

La primera camisa no me convenció.

Ni la segunda.

Ahora tengo tres camisas dobladas sobre la cama y un pantalón descartado. ¿Por qué? No tengo idea. Bueno, sí… pero no lo quiero aceptar.

No quiero aceptar que me estoy preparando para una simple cena como si fuera una cita. Porque no lo es. No puede serlo. No debe serlo.

Y sin embargo… aquí estoy, planchando yo mismo el cuello de la camisa porque "no me gusta cómo se ve", peinándome con más detalle que de costumbre y aplicando apenas unas gotas más de colonia de las necesarias.

Suspiro. Me veo en el espejo.

—No eres un adolescente, Oliver… por el amor de Dios gobiernate —Me lo digo en voz baja, casi molesto conmigo mismo.

Pero hay algo dentro de mí, ese algo que se activa cuando se trata de ella, que me tiene en este estado.

La voy a buscar.

Porque me dijo que sí.

Porque se emocionó.

Y porque no hay nada en este mundo que desee más que verla otra vez.

Tomo las llaves de mi coche. Mi coche… El que traje desde Italia. Una belleza negra, elegante, de esas que la gente mira en los semáforos. Me costó traerlo, sí, casi tanto como costó comprarlo. Pero lo traje. Es parte de mí, de mi historia, de lo que soy.

Y no lo había sacado en toda la semana.

Pero hoy lo saqué.

Por ella.

Llego frente a su casa. Mando un mensaje: "Estoy afuera."

Ella no tarda ni tres minutos. Sale por la puerta con esa manera suya de moverse como si no estuviera intentando impresionar a nadie… y aún así, me deja sin aire.

Dios mío.

Un short de blanco que deja ver sus piernas largas, perfectas.

Un body color rojo con la espalda descubierta que resalta su figura de manera sutil, sin exagerar.

Tenis blancos.

Cabello perfectamente peinado en una coleta alta, con ondas suaves en las puntas.

Un maquillaje apenas visible, pero que resalta su rostro de muñeca.

Y esa sonrisa… esa que me mata.

Abre la puerta del copiloto y se sienta con tranquilidad. Me sonríe.

—Hola.

—Hola… —le devuelvo la sonrisa, intentando mantener la compostura.

—Hueles bien. —dice mientras se acomoda.

—¿Sí? Tú también. Digo… todo tú. Estás… linda.

Se ríe bajito. Dios, esa risa.

Pongo el coche en marcha y nos vamos.

La llevo a uno de mis restaurantes favoritos. Un sitio elegante pero acogedor, con luces cálidas, buena música de fondo, y mesas bien dispuestas para que no se escuche la conversación de los demás.

Nos sentamos. Pide una limonada de fresa. Yo un vino suave.

Y comenzamos a hablar.

De todo y de nada.

De comida, de música, de películas.

Se ríe con cualquier tontería que digo, y me lanza miradas como si estuviera feliz de estar ahí.

Y yo… estoy tratando de no enamorarme más.

Pero es tan complicado.

La veo mover sus manos mientras habla. Suelta risas que se escapan como si no tuviera filtro. Tiene migas de pan en la comisura del labio, y las limpia con servilleta de tela, sin perder nunca su gracia.

A ratos me olvido de todo lo que me repito a diario.

Me olvido de la edad.

De Elías.

Del juicio que vendrá si esto sigue creciendo.

Solo veo a una chica hermosa, dulce, libre.

Una chica que me está ganando, sin darse cuenta.

Y yo, como idiota, feliz de que lo haga.

Después de la cena, pedimos postre. Ella pide pastel de chocolate. Me mira.

—Sé que te encanta con fresas. Lo recordé —dice.

Me sonríe como si fuera un logro menor. Pero para mí… es todo.

Cuando la dejo en casa, caminamos hasta la puerta como si no quisiéramos que la noche acabara. Y yo… no quiero. Lo juro que no quiero.

Pero me detengo.

—Ya es tarde —le digo.

—Sí… —responde bajito, con una mirada que me clava.

—Debes descansar.

—Lo sé.

Nos quedamos quietos, a solo unos centímetros.

Ella me da un abrazo largo.

Yo lo devuelvo.

Dios… ¿cómo se sale de esto sin daño?

Cuando se separa, sonríe como si nada.

—Buenas noches, Oliver.

Y entra.

Yo me quedo ahí. Quieto.

Sintiendo como todo mi mundo acaba de moverse de lugar.

1
Eunice Velasquez
es muyyyy buena la novela
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