¿Qué harías si el personaje que creaste se materializa en tu habitación? bueno eso mismo le paso a nuestra querida Arianna... quien aun no sé explica como es que eso sucedió.
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capítulo 14
La oficina estaba silenciosa a esas horas. El sol de la mañana filtraba su luz cálida por las persianas, proyectando sombras largas y difusas sobre las paredes. Arianna había cerrado la puerta, necesitaba privacidad para esa conversación. Caleb la observaba mientras ella se quitaba el blazer y lo colgaba en el perchero, luego suspiró y se dejó caer en el sofá que había en su oficina, justo frente a él.
—Necesito contarte algo —dijo con tono serio, cruzando las piernas con elegancia y frotándose las palmas, como si intentara ordenar sus pensamientos antes de abrir la boca.
Caleb asintió con suavidad.
—Soy todo oídos.
Ella lo miró por unos segundos, sin hablar. Como si evaluara cuánto decir, cuán profundamente entrar en la herida que aún no terminaba de cerrar. Pero luego, como si hubiera decidido que él merecía saberlo todo, comenzó:
—Mauricio y yo estuvimos juntos tres años. Íbamos a casarnos este año. Todo el mundo lo sabía, incluso en la empresa. Teníamos fecha, fotógrafo, la iglesia reservada... incluso había elegido mi vestido.
La voz no le tembló, pero Caleb notó cómo sus manos se apretaban un poco más.
—Y un día, sin aviso, sin sospechas... encontré los mensajes. No uno, ni dos. Decenas. Eran con su secretaria. Fotos, frases, conversaciones a medianoche. Nada de eso podía malinterpretarse. Era claro. Me había engañado. Me había traicionado. A mí.
Caleb no dijo nada. No había necesidad. Su silencio era atento, respetuoso. Y eso la animó a continuar.
—Voy a ser sincera. Soy joven, hermosa, y además provengo de una buena familia. No iba a dejar que él me humillara así. Yo también pude haber tenido “deslices”, como él los llama. Hombres me han sobrado, propuestas tampoco me faltaron. Pero por respeto a lo que teníamos... y más aún por respeto a él... nunca miré a otro hombre más de lo necesario. Nunca lo traicioné ni con el pensamiento.
Sus ojos brillaron un poco. No por lágrimas, sino por la intensidad del recuerdo.
—Y él, en cambio, me demostró que era igual que todos. Igual que todas las personas que se acercan a mí por interés, por mi apellido, por lo que represento, no por lo que soy. Me sentí tan... usada, tan invisible... que ni siquiera le di oportunidad de explicarse. No quise escucharlo. Lo borré de mi vida. Y al día siguiente, envié un comunicado cancelando el compromiso sin siquiera avisarle.
Se hizo un silencio entre ambos. Arianna respiró hondo.
—Sé que fue radical. Pero si te soy honesta... no me arrepiento. Lo que sí lamento es haberte metido en esto sin preguntarte. Cuando mi hermano preguntó qué hacías en mi habitación, lo primero que me vino a la mente fue que eras mi novio. No planeé nada. Fue una respuesta instintiva. Y ahora... bueno, todo esto se ha salido de control. Cada vez sube más de nivel. Te he arrastrado a cenas familiares, a apariciones públicas... hasta el portero ya te saluda como “el nuevo”.
Caleb esbozó una sonrisa suave, y al verla tan seria, inclinó un poco la cabeza.
—No me molesta —dijo con una sinceridad tan clara que no dejaba espacio a dudas—. No es como si aquí tuviera que guardar las apariencias o algo por el estilo. Además, me has ayudado mucho, me has dado un techo, comida, me diste una oportunidad cuando ni siquiera sabías quién era. Si para devolverte un poco el favor debo fingir estarte cortejando... lo haré.
Arianna lo miró, sorprendida, y de pronto una risa inesperada escapó de sus labios.
—Dios, eres muy anticuado.
Él la observó, confundido.
—¿Anticuado? ¿Por qué?
—Ya no se dice “cortejar”. Eso es del siglo pasado, Caleb. Ahora, si te gusta alguien, simplemente la invitas a cenar, a bailar… le das flores o un regalo bonito y ya. Pero nadie dice “te estoy cortejando”, eso suena a novela histórica.
Caleb ladeó la cabeza y murmuró con una sonrisa tranquila:
—¿Y qué tiene de malo la novela histórica?
Ella se acomodó en el sillón, curiosa.
—A ver... entonces dime, ¿qué es para ti un cortejo?
Él se quedó en silencio unos segundos, como si buscara en su mente el modo adecuado de explicarlo. Luego se inclinó un poco hacia ella, sin moverse del sofá, pero bajando un poco la voz, como si fuera a compartirle un secreto.
—Un cortejo, en mi mundo —dijo con calma—, no es solo invitar a alguien a cenar. Es estudiar sus gustos, observar sus silencios, saber qué tipo de flores la hacen sonreír sin que lo diga. Es escribirle cartas, no mensajes. Esperar con paciencia, respetar su espacio, proteger su nombre aun cuando no esté presente. Es presentarte ante su familia con honor, no con excusas. Es preguntarle cómo fue su día, no solo para escuchar, sino para recordarlo la próxima vez que elijas un regalo.
Arianna lo miraba sin interrumpir. Cada palabra suya caía con una serenidad que contrastaba con el caos que ella solía vivir.
—Es levantarte temprano para hacer preparar su desayuno favorito aunque no te lo haya pedido. Es caminar junto a ella, no delante ni detrás. Es interesarte por lo que ama, incluso si tú no entiendes de moda o inversiones o de joyas. Un cortejo es ganarte su confianza, no su cuerpo. Es demostrar que puede confiar en ti, incluso cuando estás lejos.
Un silencio denso llenó la habitación.
Arianna, sin darse cuenta, había dejado de respirar por un instante. El aire le volvió con una extraña mezcla de calor y escalofrío.
—Eso... —susurró ella— suena muy bonito.
Caleb se encogió de hombros con sencillez.
—Tal vez por eso ya no se usa. Porque toma tiempo. Porque implica paciencia. Porque no puedes forzarlo, ni comprarlo. Porque no es una estrategia, es una intención.
Ella se llevó una mano al rostro, cubriéndose la boca, entre divertida y conmovida.
—De verdad vienes de otro mundo.
—Y tú de uno muy ruidoso.
Rieron los dos. Una risa sincera, cálida, que disipó parte del peso que había traído la conversación.
—¿Y tú? —preguntó Caleb— ¿Cómo sería tu forma ideal de cortejo?
Arianna se quedó pensando, luego respondió con un dejo de nostalgia:
—No lo sé. Nunca lo viví realmente. Mauricio era práctico, eficiente. Me mandaba flores cada viernes, reservaba restaurantes de lujo... pero nunca me preguntó si prefería cocinar en casa o si detestaba los tulipanes. Solo hacía lo que creía que debía hacer. Era... correcto. Pero nunca personal. Nunca mío.
Caleb asintió.
—Entonces, si alguna vez llegas a querer vivir un cortejo de verdad, te enseñaré cómo se hace. Pero primero, tendrías que dejarme conocerte un poco más.
Ella lo miró, con una ceja levantada y una media sonrisa.
—¿Me estás diciendo que planeas cortejarme de verdad?
Caleb fingió pensar un segundo.
—Dije "si" alguna vez quieres. Yo solo... dejaré la puerta abierta.
Ella rió de nuevo, pero esta vez, con un leve sonrojo en las mejillas.
—Eres peligroso, Caleb.
—¿Por qué?
—Porque hablas como si todavía existiera el amor verdadero. Como si los cuentos de hadas pudieran funcionar en el mundo real.
Él se encogió de hombros.
—Tal vez no funcionen... pero eso no me impedirá intentarlo.
Y aunque no lo dijeran, aunque ambos fingieran seguir en su juego de apariencias, ese momento entre ellos... no fue una actuación.
Fue real.
Al mediodía, bajaron juntos a comer. Más bien, ella lo arrastró hacia la cafetería con disimulo. No quería ir al restaurante de ejecutivos, donde la gente tomaría fotos “accidentalmente” de ellos. Pero ni aun así lograron pasar desapercibidos.
—¿Estás segura de que esto no es una prueba pública de tu nuevo novio? —preguntó él, mientras servía arroz en la bandeja.
—Si lo fuera, te habría vestido con algo más casual. O menos... atractivo.
Caleb la miró divertido.
—¿Te parezco atractivo?
Ella giró la cabeza y lo miró de reojo, jugando con su tenedor.
—Solo un poco. Pero no te emociones.
Al fondo, dos empleadas de otro departamento cuchicheaban y lo señalaban.
—¿Ese es el modelo nuevo?
—Creo que sí. ¡Y la trajo a la oficina! Dios mío, esto es una telenovela...
—¿Crees que se besan en el ascensor?
Arianna oyó todo. Y Caleb también. Él se inclinó sobre la mesa con una sonrisa traviesa.
—¿Nos besamos en el ascensor?
—Cállate —dijo ella, roja.
Él se rió. Ella también. El resto del día fue más soportable.
Y mientras caminaban de regreso a su despacho, entre susurros, miradas, y gente inventando historias, Arianna se dio cuenta de algo que la sorprendió: por primera vez en semanas, no se sentía incómoda con los rumores.
Porque, por muy falso que fuera todo esto…
…con Caleb a su lado, se sentía un poco más real.
Gracias por esto...