Ivette Mora es una madre de dos hijos que prefiere pasar su vida sola, el maltrato y desamor que sufrió con el padre de sus hijos dejó huellas en lo más profundo de su ser, en una jugada del destino se cruza con Gustavo Martínez y viven una historia de amor plena. Pero un error hará perder la confianza, allí empezará la difícil tarea de reconquistar a su amor o dejar que todo se pierda.
Una historia de amores y desencuentros.
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Los desencuentros sentimentales
Esa noche cada uno se fue a su hogar y no paraban de pensar lo sucedido, Gustavo estaba feliz, se reía solo de recordar el momento, hasta parecía un adolescente.
Al llegar a casa la hija de Gustavo vio que sonreía.
—Papá que bien Te ves! ¿Algo que contar?
Tratando de ser cauto él respondió —No, ¿Por qué?
—te ríes solo, por ahí dice el dicho "el que solo se ríe de sus maldades se acuerda".
— No, dolo que estoy bien.
—Qué bueno papá. Lo que si he notado que casi no pasas en casa, sales mucho.
—Sí, salgo todos los días. Llego de trabajar en vez de estar aquí solo, salgo por ahí.
—¿Por ahí? ¿Conociste a alguien?
Él no estaba seguro de responder — estoy conociendo a alguien - dijo Gustavo
El rostro de su hija se inmutó — Yo no quiero a nadie más que a mi mamá en esta casa— respondió ella con voz de queja y advertencia.
—Ella no vendrá aquí.— Bajó su cabeza.
— eso espero, además ¿dónde la conociste. ¿Qué sabes de ella y cómo es?
—Ese es tema Mío, pero quédate tranquila que no vendrá y tampoco te la presentaré si tú no quieres.
—Obvio que no quiero conocerla— de pronto escuchó que su pareja la llamaba.— papá me voy a descansar, buenas noches.
—Buenas noches hija, descansa.
En realidad venía feliz y este encuentro con su hija le quitó parte de esa alegría. Él pasaba sus momentos solo, llegaba de trabajar y nadie lo esperaba, cenaba y luego veía alguna película o noticias hasta que se iba a descansar. Sus hijos siendo adultos tenían sus intereses, sobre todo su hija que ya tenía su pareja.
Quedó con una sensación rara, es verdad que debía conocer más a Ivette, pero también es verdad que él tenía cincuenta años, podía darse una oportunidad en el amor. Gustavo era un hombre maduro, atractivo, trabajador, por lo general no entraba a desesperarse por nada, los dichos de su hija no generaron desconfianza en Ivette, pero si una preocupación porque a él de verdad le Gustaba esta mujer y sis sus hijos no la aceptaban no sería justo para nadie vivir un amor así.
Ivette por su parte tenía una ensalada de sentimientos encontrados, había encontrado sin buscar un hombre que la apoyaba sin Pedir nada a cambio, que le hacía sus días más alegres, había estado en el peor proceso de su vida, ella no quería perder ese amigo y si algo salía mal lo perdería, tenía miedos, tampoco creía que el amor era para todos, y ella sentía que el amor no era para ella, amó mucho al padre de sus hijos, el fue un patán con ella, sufrió maltratos, y esas vivencias quieran o no provoca que la mujer tenga baja su autoestima, en el tiempo había sanado, sin embargo, las cicatrices quedan para siempre.
Al día siguiente... En la pantalla de teléfono de Ivette " en un ratito voy a verte para caminar"
Ella respondió "Hoy no puedo salir, estoy ocupada".
"OK, mañana nos vemos entonces"
Gustavo sintió preocupación, pero no quiso forzar más la situación.